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durante su infancia reside en Wigan, Lancashire; se traslada a una zona próxima a Bolton por motivos laborales de su padre, ingeniero y topógrafo de profesión (1951); frecuenta la compañía teatral de Bolton y participa en algunas representaciones de Stratford-Upon-Avon durante los periodos estivales; realiza pequeños encargos para el rotativo de ámbito local Bolton Evening News; ingresa en el St. Catharine’s College, en la Universidad de Cambridge, con la intención de convertirse en profesor de inglés o periodista; representa obras de Shakespeare (Enrique IV, 2ª parte) y Chejov (Las tres hermanas); después de graduarse en el St. Catharine’s College (1961), debuta profesionalmente en el teatro con la obra de Robert Bolt Un hombre para la eternidad (1961). |
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Aunque su candidatura al Oscar por su papel del director de cine James Whale en Dioses y monstruos reportaría a Ian McKellen un reconocimiento a escala mundial, lo cierto es que su rostro ya había resultado familiar para el público anglosajón. No en vano, McKellen ha sido uno de los principales divulgadores de la obra de Shakespeare a través de la pequeña pantalla, desde la creación de programas especiales (Ian McKellen Acting Shakespeare) hasta la adaptación de algunos de sus textos más representativos (Hamlet, Macbeth, Eduardo II). El insigne dramaturgo del siglo XVII ha sido una referencia teatral fundamental en la singladura profesional de Ian McKellen. Una faceta que McKellen ha sabido conjugar con un rosario de caracterizaciones de personalidades de distintas épocas y nacionalidades, ya sea en el teatro —Napoleón Bonaparte en The Man of Destiny (1966)—, en el cine —el escritor David Herbert Lawrence en Priest of Love, el Ministro de la Guerra John Profumo en Escándalo (el caso de Christine Keeler) o el investigador privado Sherlock Holmes en Mr. Holmes— o en la televisión —el poeta John Keats en Keats (1970) o el zar Nicolás II en Rasputín (1996)— No obstante, la recreación del antiguo oficial nazi Kurt Dussander en Verano de corrupción y la de James Whale, realizador adscrito a los films de terror de la Universal en los años treinta, en Dioses y monstruos, permitría a Ian McKellen el acceso a la lista de ilustres intérpretes ingleses cuyos nombres han trascendido fuera de los espacios teatrales. Si bien la inclusión de McKellen en un modelo de producciones de corte comercial —La sombra, X-Men y sus secuelas, y las tres entregas de El señor de los anillos y otras tantas de El Hobbit, como el venerable mago Gandalf—ayudaran, a buen seguro, a incrementar su popularidad, la realidad es que sus preferencias se decantan por abordar historias en torno a una problemática afectiva (Thank You All Very Much, Priest of Love, Jack y Sarah) —que en ocasiones invita a la polémica y a un debate moral (En el filo de la duda, Escándalo (El caso de Christine Keeler)—, o enfrentarse a producciones de origen teatral, como Seis grados de separación y Plenty, a partir de los textos de John Guane y David Hare, respectivamente. |