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Woody Allen
     



 
  Nombre verdadero :
Allan Stewart Konisberg.
  Fecha y lugar de nacimiento :
1 de diciembre de 1935, en Brooklyn, Nueva York (Estados Unidos).
  Actividades previas :
estudia en la Midwood High School; compagina los estuios con la escritura de one-liners («chistes rápidos») para periódicos neoyorquinos (1952); firma un contrato con la NBC para escribir guiones para los programas El show de Sullivan, Tonight Show y Colgate Comedy Hour, entre otros (1954-1960); oficia de comediante en pequeños locales de Nueva York (1960); el productor Charles K. Feldman le contrata para el que será su primer film como actor, ¿Qué tal, Pussycat? (1964).
  Otras actividades :
actor y guionista.
  Premios :
Oscar al Mejor Director por Annie Hall (1977); Nominado al Oscar al Mejor Director por Interiores (1978), por La rosa púrpura de El cairo (1984) y por Hannah y sus hermanas (1986); Oscar al Mejor Actor por Annie Hall (1977); Oscar al Mejor Guión Original por Annie Hall (1977), junto con Marshall Brickman; Nominado al Oscar al Mejor Guión Original por Interiores (1978), por Manhattan (1979) junto con Marshall Brickman, Broadway Danny Rose (1984), por La rosa púrpura de El Cairo (1985), por Hannah y sus hermanas (1986), por Días de radio (1987), por Delitos y faltas (1989), por Alice (1990), por Maridos y mujeres (1992), por Balas sobre Broadway (1994) junto con Douglas McGrath, y por Desmontando a Harry (1997); Nominado al Goya al Mejor Guión Original por Midnight in Paris (2011).
  Otros datos :
convive y se separa de las actrices Diane Keaton (1975-1979) y de Mia Farrow (1981-1992); casado con Song-Li (1997); hermano de la productora Letty Aronson; Premio Príncipe de Asturias (2002); Concha de Oro Honorífica del Festival de San Sebastián (2004).
     
    Woody Allen es uno de los más claros ejemplos de director que ha asumido una madurez en su cine a lo largo de los años. Como consecuencia de esta evolución, Allen ha pasado de ser un gagman respetado en algunos círculos reducidos de su ciudad natal, a mediados de los sesenta a ser uno de los autores que hacen de cada propuesta cinematográfica una cita ineludible para los buenos aficionados, en especial, a la comedia elaborada. Por consiguiente, sus primeros films se encuentran a una gran distancia con respecto a sus trabajos recientes en cuanto al plano técnico, al ensamblamiento entre secuencias dramáticas y cómicas, y a la dirección de actores. Desde su debut oficial con ¿Qué tal, Pussycat?, en la que substituyó como guionista a I.A.L. Diamond —habitual de los films de la segunda etapa de Billy Wilder— hasta El dormilón, su cine podría catalogarse de naïf, notablemente influido por su periodo como stand-up comedian, sin apenas recursos estilísticos brillantes. La última noche de Boris Grushenko marca un cambio de orientación en la carrera de Woody Allen, en el que se apuntan temas que serán una constante en sus futuras producciones: la religión, la muerte, las relaciones con las mujeres, ... De hecho, Annie Hall, su siguiente film, es valorado como un título semiautobiográfico, y por tanto, donde comienzan a darse cita todos estos temas hasta entonces tan sólo esbozados. Manhattan incide también en esta línea y demuestra las enormes posibilidades de Allen como escritor de comedias dramáticas y el uso que hace de la ciudad de Nueva York como pocas veces se había utilizado en el cine hasta entonces. Ambos films sirvieron para establecer las bases de un equipo prácticamente indisociable en el que se incluyen los productores Charles H. Joffe y Jack Rollins, el montador Mel Bourne y el asesor-director musical Dick Hyman. En el apartado del director de fotografía, Allen ha alternado entre Carlo Di Palma (asiduo operador de Michelangelo Antonioni) y Sven Nykvist (colaborador titular de Ingmar Bergman)en las dos últimas décadas. El favor de crítica y público que le otorgan comedias como Manhattan y Annie Hall hacen que Woody Allen experimente con un material dramático —September, Otra mujer, en que retoma los planteamientos bergmanianos de Interiores o fellinianos de Recuerdos— en los años venideros. Pero el grueso de su filmografía sigue atesorando un entusiasmo por la comicidad fundamentada en sólidos guiones, generalmente firmados en solitario, a excepción de sus colaboraciones con los también directores Marshall Brickman (Annie Hall, Manhattan, Misterioso asesinato en Manhattan) y Joseph McGrath (Balas sobre Broadway). A pesar de que en el apartado del equipo artístico han habido variaciones —Mia Farrow pasó a ser la musa de Allen en los ochenta, en detrimento de Diane Keaton, a quien volvió a recuperar en Misterioso asesinato en Manhattan tras el tormentoso affair suscitado con la hija de Maureen O'Sullivan—, la obra del director judío ha seguido un trazo firme, regular en un tono alto que tan sólo han sabido mantener muy pocos cineastas de su generación. Por encima de matices, la filmografía de Allen se inscribe con letras mayúsculas en la industria del cine por su fluidez narrativa, su ingenio y una sabia reflexión sobre las relaciones de pareja desde una mirada cáustica e irónica, pero también amable y sincera. Perfeccionista y extraordinariamente autocrítico —al propio Allen tan sólo le satisfacen plenamente cinco o seis films de su extensa filmografía, y rodó dos veces September supliendo a la mayoría de los intérpretes inicialmente escogidos— el autor de El dormilón ha tratado de enfrentarse a nuevos retos estilísticos o temáticos con desigual fortuna, desde su apego al uso del blanco y negro (Manhattan, Recuerdos, Zelig, Broadway Danny Rose, Sombras y niebla, Celebrity) para crear una atmósfera más convincente, hasta la planificación semidocumental de Maridos y mujeres, la creación de un musical atípico en Todos dicen I Love You o sus particulares homenajes al cine de género, ya sea la comedia italiana de los cincuenta en su derivación de «atracos perfectos» (Granujas de medio pelo) o del cine negro de la época dorada (La maldición del escorpión de Jade, Misterioso asesinato en Manhattan). Una clara muestra de lo que no debe renunciar nunca un autor: la permanente búsqueda de nuevas fórmulas de comunicación y de expresión artística. Su ritmo de una película anual le permite este afán experimentador. La labor cinematográfica desempeñada por Woody Allen frente a otros realizadores ha seguido una línea discontinua, hasta constituir una excepción en los últimos decenios. Buena parte de los papeles interpretados bajo el amparo de directores de diferente recorrido (Herbert Ross, Martin Ritt, Paul Mazursky) mantienen ciertas conexiones con su propio discurso cinematográfico. Probablemente, el personaje de Allan Felix en Sueños de seductor contribuyó sobremanera a crear un arquetipo del celuloide: cinéfilo, obsesivo con las mujeres, gesticulante, ingenioso... Es decir, Woody Allen. Pero en esta trayectoria paralela también se encuentran títulos que se desmarcan de un concepto centrado en la comicidad, para abordar temas como la «caza de brujas» en el seno de los estudios de televisión en la primera mitad de los años cincuenta. La tapadera —rebautizada El testaferro para una de sus reposiciones en el estado español— partía del conocimiento de primera mano que tenían el guionista Walter Bernstein y el director Martin Ritt de aquella época de represión ideológica. Woody Allen fue escogido por Ritt para recrear a Howard Prince, un modesto cajero que firma los guiones para televisión de escritores que figuran en las «listas negras» por su supuesta filiación comunista. El estreno de La tapadera coincidía con el inicio de una etapa de madurez en la carrera como director de Woody Allen. A partir de entonces, Allen ha concentrado sus esfuerzos en la escritura de guiones —una fuente inagotable, ya que él mismo ha desvelado tener una veintena en el cajón— y la preparación de los ensayos con una ecléctica relación de actores. Únicamente Paul Mazusky pudo valerse del concurso de Woody Allen como coprotagonista para dar réplica a Bette Midler en Escenas en una galería, otra vuelta de tuerca sobre las relaciones de pareja, desde un posicionamiento agridulce. Por su parte, Wild Man Blues aborda el lado humano de Woody Allen, desde su relación con sus nonagenarios padres hasta su afición por el clarinete que le ha llevado a ofrecer varias giras, junto con su banda, por distintas ciudades europeas en los últimos años. Pero la visión de este documental realizado por la especialista Barbara Kopple desvela que la realidad y la ficción no difiere en demasía. La ruptura entre Allen y Farrow sería un buen ejemplo.
   
     
   

WOODY ALLEN: EL DOCUMENTAL
 
Por Christian Aguilera 
Tuvieron que pasar una quincena de años para que Woody Allen se desquitara de una decisión, calibrada por él mismo, de errónea al haber aceptado la propuesta de Barbara Kopple para filmar un documental titulado Wild Man Blues (1997). Concebido en su forma y su fondo conforme a la idea de dar a conocer una nueva dimensión humana de Woody Allen, Kopple aprovecharía una Woody Allen junto a Robert D. Weide.gira europea del artista norteamericano, en que compaginaría su actividad de clarinetista con la de promotor (muy a su pesar) de sus películas, con el fin de rodar material susceptible de ser incluido en el montaje final de Wild Man Blues. Aún reciente el proceso de ruptura con la que había sido su "musa" y compañera sentimental por espacio de más de una década , Mia Farrrow, y su posterior compromiso con Soon Yi-Previn, la hija adoptiva de ambos, Woody Allen era visualizado por buena parte de los espectadores de aquel periodo finisecular con un cierto resquemor. La propuesta de Kopple no hizo más que avivar esa visión de un personaje neurótico, hipocondríaco en grado superlativo y de comportamiento un tanto extraño en su función privada. De ahí que cualquier sugerencia a Allen por dar cabida a un nuevo documental sobre su vida y obra la desestimara con rotundidad.
   El tiempo parece curarlo todo o casi todo, sin embargo, y otro cineasta que como Kopple ha trabajado en la serie Masters of America, Robert D. Weide, vino con un planteamiento perfectamente estudiado. Sin duda, Allen no podía rechazar la oferta, máxime al reparar en el background profesional de Weide consagrado a la difusión del legado de cómicos estadounidenses que operarían en los mismos circuitos de Nueva York durante los años sesenta. The Great Standups (1984), Lenny Bruce: Swear to Tell the Truth (1998) o la tvmovie Larry David: Curb Your Enthusiasm (1999) destacan entre una producción cinematográfica arbitrada por Weide y que, a la postre, serviría de salvoconducto necesario para que Allen se mostrara receptivo a la invitación de su compatriota.Las presencias televisivas de Woody Allen fueron clave para la popularidad del futuro cineasta en el devenir de su carrera profesional.
Estrenada en nuestro país en salas comerciales con un duración algo inferior a las dos horas de metraje, Woody Allen: el documental (2012) —el sello Versus optaría por permutar el infinitivo «un» del original por el artículo «el»— conoce para su edición digital (indistintamente en DVD y Bluray) un montaje que supera las tres horas. Ciento noventa y tres minutos que no dejan margen a las dudas sobre la verdadera entidad de un producto manufacturado con el convencimiento que quedará para los anales de la historia cinematográfica referida al genio de Woody Allen. Una obra que honra la grandeza del cineasta neoyorquino, habilitando un repaso cronológico por la plana de sus producciones en las que Allen figura detrás y, en la mayoría de ocasiones, delante de las cámaras, con algunas excepciones —entre ellas, Otra mujer (1988), Celebrity (1998), Granujas de medio pelo (2000) o Melinda y Melinda (2004)—. Particularmente interesante se revela al aficionado la primera hora del documental, para la que Weide contaría con piezas televisivas y grabaciones cinéticas hasta la fecha muy poco vistas o inéditas (por ejemplo, el showPerry Komo’s Kraft Music Hall”, en que Allen sería proclamado por un crítico como «el peor cantante de la historia»). Allí se forjaría el mito Allen, un fenómeno catódico que iría ganando terreno a la popularidad a medida que su aureola de culto iría creciendo en locales alternativos de la ciudad de Nueva York como el Bitters End. Al parecer, los productores Jack Rollins y Robert Greenhut trazaron un «plan maestro» para que Allen se convirtiera en un fenómeno mediático de punta a punta del país —por ejemplo, Nick Cavett le daría cancha en su show televisivo que arrastraba audiencias millonarias en horario de sobremesa— para posteriormente dar el salto a la gran pantalla. Claro está que Allen lograría “emanciparse” de esa vertiente de cómico abonado al slapstick y cautivo de su etapa de stand up y one liner, en sus primeras apariciones cinematográficas —en razón de la preproducción de El dormilón (1973) se cuela una jugosa anécdota en la que el artista neoyorquino evacuaría consultas Diane Keaton y Woody Allen se convirtieron en dos referentes de la cultura norteamericana sobre todo a raiz de "Annie Hall" (1977).con el mismísimo Isaac Asimov para la aprobación de esa singular mirada futurista—, sobre todo a partir de La última noche de Boris Grushenko (1975). La alternancia de fragmentos de las películas con entrevistas a una treintena de intérpretes, técnicos y críticos, y las propias impresiones, confesiones y/o revelaciones servidas por Allen crea un perfecto ensamblaje en este documental capaz de permear en el espectador el interés por el artista y por la persona. En su versión extendida, esa mirada humanizada sobre el personaje se acentúa sobre todo al repasar un periodo clave en el devenir de Allen, el que comprometería a su separación con Farrow. Weide prácticamente solapa las declaraciones de diversas personas que le conocieron o le siguen conociendo bastante bien (su hermana Letty Aronson, Diane Keaton, etc.), esgrimiendo la facilidad de Woody Allen por saber diferenciar los asuntos privados de los profesionales. Solo así se entiende que tras la filmación de Maridos y mujeres (1992), en que la situación entre la pareja protagonista se hacía cada vez más insostenible, Woody Allen prosiguiera su ritmo de trabajo sin desfallecer, rodando un film por año, en contra de la sugerencia del productor Charles H. Joffe para que espaciara los títulos de su vasta filmografía, cuanto menos, con un intervalo de un par de años entre uno y otro. A tenor de la marcada curva descendente experimentada en los últimos lustros en la trayectoria profesional de Allen no le faltaría razón a Joffe —fallecido en 208— en su análisis de situación, pero el cineasta judío sigue aferrándose a su cadencia de trabajo, relativizando halagos, el valor de los premios, del éxito y del fracaso comercial, y asimismo el dAllen dirige a Scarlett Johansson, la actriz con mas participaciones con el cineasta neoyorquino en lo que llevamos de siglo XXI. e las críticas beligerantes que pudieran zaherir su autoestima. Allen parece ajeno a todo ello y sigue parapetándose en la idea de que el trabajo no tan solo dignifica y reconforta al espíritu sino que le mantiene en danza, sintiéndose “vivo” tras más de medio siglo inmerso en el showbusiness. Al cabo de los años, al mirar hacia atrás, sin duda Woody Allen se sentirá reconfortado con su dilatada experiencia de trabajo que, a modo de compendio, Weide ha trazado con un sentido del «deber» encomiable. El «deber» de hacer justicia a través de un documental a un genio como pocos nacido a mediados los años treinta bajo el nombre de Allan Stewart Konigsberg y establecido en la efervescente escena alternativa neoyorquina (más concretamente en el Greenwich Village) en las primera mitad de los años sesenta. A partir de allí, Woody Allen pasaría a ser un icono, un referente capaz de encandilar a nuevas generaciones de espectadores como da fe Midnight en Paris (2011), el film más taquillero —ciento veinticinco millones de dólares lleva recaudados hasta la fecha—  de cuantos ha concebido esa privilegiada mente que todavía sigue ofreciéndonos destellos de su genialidad.•

Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas. Extra: versión cinematográfica (113', VOSE). Formato: Panorámica 16:9, 1:85.1. Formato: 1.080 p. Idiomas:  Castellano e inglés. Subtítulos: Castellano y Catalán. Duración: 193 mn. Distribuidora: Versus / Cameo. Fecha de lanzamiento: 6 de marzo de 2013.
 
   
     
director y guionista  : 2019    A Rainy Day in New York   [ Día de lluvia en Nueva York ]
director y guionista  : 2017    Wonder Wheel   [ Wonder Wheel (La noria de Coney Island) ]
director y guionista  : 2016    Cafe Society   [ Café Society ]
director y guionista  : 2015    Irrational Man   [ Irrational Man ]
director y guionista  : 2014    Magic in the Moonlight   [ Magia a la luz de la luna ]
intérprete  : 2013    Fading Gigoló   [ Aprendiz de gigoló ]
director y guionista  : 2013    Blue Jasmine   [ Blue Jasmine ]
director y guionista y intérprete  : 2012    To Rome with Love   [ A Roma con amor ]
intérprete  : 2012    Woody Allen: A documentary   [ Woody Allen: El documental ]
director y guionista  : 2011    Midnight in Paris   [ Midnight in Paris ]
director y guionista  : 2010    You Will Meet a Tall Dark Stranger   [ Conocerás al hombre de tus sueños ]
director y guionista  : 2009    Whatever works   [ Si la cosa funciona ]
director y guionista  : 2008    Vicky Cristina Barcelona   [ Vicky Cristina Barcelona ]
director y guionista  : 2007    Cassandra's Dream   [ Cassandra's Dream (El sueño de Casandra) ]
director y guionista y intérprete  : 2006    Scoop   [ Scoop ]
intérprete  : 2005    Cineastas en acción   [ Cineastas en acción ]
director y guionista  : 2005    Match Point   [ Match Point ]
director y guionista  : 2004    Melinda & Melinda   [ Melinda y Melinda ]
director y guionista y intérprete  : 2003    Anything Else   [ Todo lo demás ]
intérprete  : 2002    The Kid Stays in the Picture   [ El chico que conquistó Hollywood ]
intérprete y director y guionista  : 2002    Hollywood Ending   [ Un final Made in Hollywood ]
director y guionista y intérprete  : 2001    The Curse of the Jade Scorpion   [ La maldición del Escorpión de Jade ]
intérprete  : 2000    Picking Up the Pieces   [ Cachitos picantes ]
director y guionista y intérprete  : 2000    Small Time Crooks   [ Granujas de medio pelo ]
director y guionista  : 1999    Sweet and Lowdown   [ Acordes y desacuerdos ]
director y guionista  : 1998    Celebrity   [ Celebrity ]
intérprete  : 1998    AntZ   [ Hormigaz ]
director y guionista y intérprete  : 1997    Deconstructing Harry   [ Desmontando a Harry ]
intérprete  : 1997    Wild Man Blues   [ Wild Man Blues ]
director y guionista y intérprete  : 1996    Everyone Says I Love You   [ Todos dicen I Love You ]
director y guionista y intérprete  : 1995    Mighty Aphrodite   [ Poderosa afrodita ]
director y guionista  : 1994    Bullets Over Broadway   [ Balas sobre Broadway ]
director y guionista y intérprete  : 1993    Manhattan Murder Mystery   [ Misterioso asesinato en Manhattan ]
director y guionista y intérprete  : 1992    Husbands and Wives   [ Maridos y mujeres ]
intérprete  : 1991    Scenes from a Mall   [ Escenas en una galería ]
director y guionista y intérprete  : 1991    Shadows and Fog   [ Sombras y niebla ]
director y guionista  : 1990    Alice   [ Alice ]
director y guionista y intérprete  : 1989    Crimes and Misdemeanors   [ Delitos y faltas ]
actor y director y guionista  : 1989    New York Stories   [ Historias de Nueva York ]
director y guionista  : 1988    Another Woman   [ Otra mujer ]
director y guionista y intérprete  : 1987    Radio Days   [ Días de radio ]
director y guionista  : 1987    September   [ September ]
director y guionista y intérprete  : 1986    Hannah and Her Sisters   [ Hannah y sus hermanas ]
director y guionista  : 1985    The Purple Rose of Cairo   [ La rosa púrpura de El Cairo ]
director y guionista y intérprete  : 1984    Broadway Danny Rose   [ Broadway Danny Rose ]
director y guionista y intérprete  : 1983    Zelig   [ Zelig ]
director y guionista y intérprete  : 1982    A Midsummer Night's Sex Comedy   [ La comedia sexual de una noche de verano ]
director y guionista y intérprete  : 1980    Stardust Memories   [ Recuerdos ]
intérprete y director y guionista  : 1979    Manhattan   [ Manhattan ]
director y guionista  : 1978    Interiors   [ Interiores ]
director y guionista y intérprete  : 1977    Annie Hall   [ Annie Hall ]
intérprete  : 1976    The Front   [ La tapadera / El testaferro ]
director y guionista y intérprete  : 1975    Love and Death   [ La última noche de Boris Grushenko ]
director y guionista y intérprete  : 1973    Sleeper   [ El dormilón ]
intérprete y guionista  : 1972    Play It Again, Sam   [ Sueños de seductor ]
director y guionista y intérprete  : 1972    Everything You Always Wanted to Know About Sex, But Were Afraid to Ask   [ Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo, pero nunca se atrevió a preguntar ]
director y guionista y intérprete  : 1971    Bananas   [ Bananas ]
argumentista  : 1969    Don't Drink the Water   [ Los USA en zona rusa ]
director y guionista y intérprete  : 1969    Take the Money and Run   [ Toma el dinero y corre ]
intérprete  : 1967    Casino Royale   [ Casino Royale ]
intérprete y guionista y productor  : 1966    What's Up Tiger Lily?
intérprete y/o guionista  : 1965    What's New Pussycat?   [ ¿Qué tal, Pussycat? ]
   
     
Comprar en editoriallumen.com
   
Editorial: Lumen.
Colección: Memorias y biografías.
Autor: Eric Lax.
Fecha de publicación: septiembre de 2008.
485 pp. 16,0 x 24,0 cm. Tapa dura. Incluye índice alfabético e índice de películas de Woody Allen. Libro ilustrado con fotografías en blanco y nego. 
 

COMENTARIO
(Por Christian Aguilera): En dura competencia con Luis Buñuel, Woody Allen es probablemente el cineasta objeto de más monografías publicadas en nuestro país. Debido al elevado ritmo de producción de Allen, muchas de estas obras hoy en día se presentan obsoletas, con una visión parcial sobre una filmografía que ya rebasa los treinta títulos, más aún cuando Match Point (2005) y Cassandra’s Dream (2007) demuestran que existe una intención de renovación en los enunciados de su cine. Pero la publicación de Conversaciones con Woody Allen trasciende al alud de obras en torno al realizador neoyorquino por diversos aspectos. En primer lugar, porque su autor, Eric Lax, ha tenido acceso a Allen en distintas fases de su vida, evaluando las mismas ya sea en el descanso de un rodaje, en la sala de montaje o en un cómodo salón de un inmueble de Manhattan. Durante todas estas décadas Lax no ha perdido el tiempo y ha hecho de esta relación profesional/personal uno de sus objetivos a nivel de investigación, extrayendo el perfil humano del entrevistado que cobraría carta de naturaleza en Woody Allen. La biografia (1992, Ed. Columna, versión en catalán), y ofrecido en formato de entrevistas segmentadas en el tiempo, que se reproduce en el volumen que nos ocupa.
   Muy pareja a la manera que Lawrence Grobel encaró su libro de conversaciones con Al Pacino (2006, Editorial Belacqva), la obra editada por Lumen deviene el más completo análisis que conozco sobre Woody Allen a través de su propia voz, la que dialoga con la de Lax. Pensemos que, como pasaba con Grobbel en relación a Pacino, la confianza mutua anuncia una serie de confidencias en las que el entrevistado llega a perder la noción de que sus palabras tendrán una repercusión fuera de un espacio limitado. Tan sólo así se puede comprender que Allen diga sin rubor que le cuesta acabar de ver Casablanca (1942), dinamitando la idea que el Allan Felix de Sueños de seductor (1972) no es más que un trasunto del propio cómico judío. Confesiones de este tipo que escapan a los tópicos asoman en la presente monografía, pero para aquellos más inclinados en conocer otros aspectos de su personalidad, relativas a su metodología de trabajo, sus fuentes de inspiración, la evolución a nivel técnico de su cine o su posicionamiento artístico tiene cumplida cobertura a lo largo de distintos capítulos.    
Las entrevistas llevadas a cabo por Lax abarcan desde finales de los años sesenta —estuvo presente en el set de Toma el dinero y corre (1969)— hasta 2006, el año en el que Allen ultimaba el rodaje de Cassandra’s Dream. Por consiguiente, este libro cubre una etapa —la de su «exilio» voluntario en Londres— de suma importancia en el proceso de constante evaluación de su cine, más allá de la visión que algunos tienen de él como un cineasta adherido a unos temas sin enmienda a una renovación de conceptos e ideas. En cambio, Woody Allen sí se muestra un tanto inmovilista a la hora de pasar revista a sus preferencias musicales, excluyendo todas aquellas composiciones posteriores al nacimiento del rock ‘n roll. Razones de peso para que la inmensa mayoría de sus films se nutran de temas de rythm & blues, clásicos y sobre todo jazz, un género musical al que quiso homenajear de una forma explícita en un proyecto que no llegó a cuajar en su momento —Jazz Baby, a principios de los setenta— y que más tarde retomarían bajo el título de Acuerdos y desacuerdos (1999). Asimismo, la lectura del libro de Lax nos lleva a la conclusión que los proyectos cinematográficos de Allen han sufrido numerosos cambios por el camino y poco había de premeditado en algunos casos. Uno de los más significativos al respecto sería la génesis de Misterioso asesinato en Manhattan (1993). El título que supuso su reencuentro con Diane Keaton nació de un descarte argumental de Annie Hall (1977), cuya historia estaba contenida dentro del ambicioso proyecto que Allen rodó a mediados los años setenta. El coguionista Marshall Brickman obtuvo la autorización de Allen para desarrollar esa historia que competía a un matrimonio que encuentra un cadáver. Dado la imposibilidad por venderla, Allen retomaría quince años más tarde la misma y la transformaría en una de sus películas favoritas, junto a Zelig (1983), La rosa púrpura de El Cairo (1985), Maridos y mujeres (1992) y Match Point. Es curioso que Woody Allen excluya de esta reducida lista a las dos producciones señaladas que le sirvieron para asentar el prestigio crítico del que goza desde hace muchos años, pero no lo es tanto si hacemos una lectura atenta de esta monografía, en la que el cineasta norteamericano se muestra, en muchos sentidos, reacio a seguir el trillado itinerario del cinéfilo entusiasta con todo aquello relativo a los iconos que ha generado el Séptimo Arte. A tal efecto, Allen sentencia que la mayoría de los films de «Alfred Hitchcock contienen interpretaciones mediocres», aun a costa que semejantes declaraciones le pueden granjear las antipatías de un sector de la cinefilia. Pero Woody Allen puede presumir, como pocos, de haber contado con un plantel de intérpretes impresionante que tan sólo el paso el tiempo evaluará en su justa medida. Sería más fácil referirse con los intérpretes que no ha trabajado Allen, algunos no por ganas —Jack Nicholson estuvo a punto de hacerlo en Hannah y sus hermanas (1986) en el papel que finalmente recayó en Sir Michael Caine—. Quizás, al pasar revista a los intérpretes que han participado en su cine encuentro excesivo el discurso monocorde de Allen al deshacerse en elogios por todos ellos sin un amago de crítica y refugiándose en la inveterada expresión que «no hay malos actores sino elecciones equivocadas para determinados papeles». Una  formulación un tanto discutible que tendría un ejemplo paradigmático en el rodaje de September (1987) —se rehizo parcialmente el casting y se rodó de nuevo—, uno de sus títulos más ocultos al aficionado por cuanto explota esa fascinación/idolatría por los grandes cineastas europeos, con Ingmar Bergman a la cabeza. Algo que para Allen marca el cambio de significado del cine en nuestros días con una reflexión que mide, a partes iguales, el valor de la nostalgia y la capacidad de análisis sobre su entorno en tiempo actual: «Crecí yendo al cine y adorando el cine. Y ahora no veo que exista una cultura del cine, la verdad. La gente no espera impaciente a ver el nuevo trabajo de (Francois) Truffaut o de Bergman. Ese es un fenómeno que ya no se da. No hay más cintas de (Federico) Fellini por estrenar. La mayoría de los que llevan el negocio dejan bastante que desear. Hay algún que otro director emergente muy bueno, pero que tienen que pelear duro (...) Y casi todos los héroes de mi primera etapa adulta han desaparecido. Truffaut ha muerto. Bergman aún no (1), pero ya es mayor. Buñuel también está muerto, como (Akira) Kurosawa, Fellini y (Vittorio) De Sica. Hubo un tiempo que uno tenía el estímulo de trabajar para conseguir su aprobación y convertirse en uno de ellos. Ese era mi sueño».
   En síntesis, Conversaciones con Woody Allen representa el complemento ideal, diría que imprescindible, a la colección de títulos en formato digital que jalonan las DVDtecas de todos aquellos degustadores del cine del autor de Delitos y faltas. Más que ningún otro director, se necesitan las declaraciones de éste para comprender la intencionalidad y los entresijos —no tanto logísticos sino conceptuales (iluminación, modelo de interpretación, etc.)— de una obra intemporal, que destila un conocimiento de la condición humana excepcional.•  
 

 (1) Fallecería en el verano de 2007 cuando Woody Allen rodaba en Vicky Cristina Barcelona en la Ciudad Condal.

Editorial:
Akal.                
Colección: Cine.
Autora: Sam B. Girgus.
Año de publicación: mayo de 2005.
192 pp. 14,5 x 21,0 cm. Tapa blanda. Incluye filmografía completa.
Comprar en www.akal.com  
Editorial: Paidós.
Colección: La memoria del cine.
Autor: Jean-Michel Frodon.
Año de publicación: abril de 2002.
144 pp. 13,5 x 21,0 cm. Rústica.
Comprar en www.paidos.com
Editorial: Blume. 
Autor: Tom Shone.
Fecha de publicación: 
septiembre de 2015.
288 pp. 25,0 x 29,0 cm. Tapa dura.
Contiene más de 250 fotografías en color
y blanco y negro.

COMENTARIO (Por Christian Aguilera): La publicación de cualquier monografía sobre Woody Allen de partida encuentra el escollo de que, al cabo de poco tiempo, puede quedar desfasada en función del ritmo de trabajo que sigue llevando el genio neoyorquino, convocando a sus fieles a una cita anual en la gran pantalla. Con todo, el cumplimiento del ochenta aniversario de Allen el primer día del mes de diciembre de 2015 es un buen motivo para que el sello editorial Blume haya decidido sacar al mercado Woody Allen: una retrospectiva, prosiguiendo la línea de títulos consagrados a cineastas de renombre internacional como Clint Eastwood, Martin Scorsese o Roman Polanski, entre otros.  Una vez más, Blume ha procurado una edición de lujo por lo que compete al material fotográfico de primera calidad intercalado a lo largo de cada una de las páginas que conforman este volumen y unos textos cortesía de Tom Shone (periodista adscrito a numerosas publicaciones anglosajones de pedigrí y autor asimismo del citado libro de Scorsese) que acondiciona el sentido meramente informativo (relativo a los rodajes, las recepciones críticas, etc.) con el propio de la reflexión personal. Un aspecto que mueve a pensar que Blume no tan sólo fija el objetivo en ofrecer al aficionado un libro de impecable factura visual (incluídas  imágenes de rodaje y de estudio muy poco difundidas) sino que lo acompaña con textos que destilan inteligencia, capacidad de observación y un sentido crítico bañado de perspicacia por parte de Shone.
Cierto que existen numerosas monografías escritas en lengua castellana sobre Allen que cubren el capítulo de anécdotas o analizan al detalle cada uno de sus films. La presente obra, en cambio, trabaja sobre la noción de síntesis, entrando en la particularidad de la treintena de películas dirigidas y guionizadas por el artista judío a través de la propia voz del director —extraída de declaraciones a los medios de comunicación, haciendo acopio de un humor complicado de descifrar por los no familiarizados con su cine—, de los intérpretes (con mención especial para Mia Farrow, su musa y pareja sentimental durante los años ochenta) y técnicos con los que ha ido trabajando, amén de la exposición crítica de Shone —en ocasiones llega a interpelarse a sí mismo, quizás imbuido por el propio "espíritu" alleniano— que diluye en cierta medida el enfoque compilativo del texto, trufado de deliciosas anécdotas y asuntos de rodaje generalmente orillados de los press-books o notas de prensa.  Entre éstos cabe destacar, por ejemplo, que Delitos y faltas (1989) —uno de los films que mayor consenso crítico a favor genera más allá de las  archireferenciadas Annie Hall (1977) y Manhattan (1979)— precede a September (1987) en la parte alta de una eventual lista de títulos de su filmografía en que Allen se sintió en la necesidad de remontar numerosas escenas (concretamente, ochenta de un total de ciento treinta y nueve). Muestra inequívoca que Allen se desmarca del prototipo de yes man con tal filmar “su” película anual, para satisfacción de las distintas productoras con las que ha colaborado. Más bien el cineasta neoyorquino discurre por los cauces de un artista que no se toma demasiado en serio a sí mismo, con una capacidad autocrítica que le ha conducido a salvar contadas películas de una dilatada filmografía, entre las que figuran Zelig (1983), La rosa púrpura de El Cairo (1985) o Match Point (2005), cuyo rodaje en Inglaterra —en detrimento de los Hamptons, en los Estados Unidos, el enclave escogido inicialmente— marcaría una nueva etapa en su carrera, a rebujo de las ofertas provenientes de Londres, París, Roma o Barcelona. No por casualidad, ciudades que, junto a Nueva York, son los centros urbanos con mayor concentración de fans de Woody Allen, un cineasta cuya reciente producción —Irrational Man (2015)— nos aferra al pensamiento que su capacidad de resistencia tan solo es equiparable a su proverbial fertilidad creativa, gestando personajes que despiertan constantemente su lado femenino. No en vano, las actrices son las que mayor número de distinciones en forma de premios —Oscar, Globos de Oro, BAFTA, etc.—  han obtenido bajo la batuta silenciosa y paciente de Woody Allen.•  
Editorial: Alianza. 
Autor: Woody Allen.
Fecha de publicación: mayo de 2020.
439 pp. 15,5 cm x 22,5 cm. Tapa blanda. 
Traducción de Eduardo Hojman.

Justo el mes y año que Clint Eastwood cumplió su noventa aniversario apareció en el mercado editorial francés y español una autobiografía escrita por su compatriota Woody Allen. Nacidos en la costa Este y Oeste respectivamente de un país con dimensiones de continente, ambos han ejercido de intérpretes y directores, atesorando en esta última disciplina un número parejo de producciones, cerca de unos cuarenta largometrajes rodados hasta la fecha. Recién llegado a la condición de nonagenario, Clint Eastwood presumiblemente mantenga durante bastante tiempo la «marca» de seguir dirigiendo a una edad privativa para la práctica totalidad de sus colegas estadounidenses y, en general, a nivel mundial. Tan solo Woody Allen, un lustro menor que él, podría estar en disposición de igualar la «marca», pero soplan vientos desfavorables para que lo logre debido al movimiento generado en su contra en su propio país, pesando sobre su persona una acusación de presunto abuso sexual a su hija Dylan a principios de los años noventa. Semejantes acusaciones orquestadas por una de sus ex, Mia Farrow, la madre biológica de Dylan, tratan de ser refutadas por Allen en este libro de cariz autobiográfico cuya cubierta —para la edición en lengua castellana a cargo del sello Alianza— opera a la inversa que la expresión genuinamente periodística cuando se trata de esclarecer un asunto que genera cierta confusión en la ciudadanía, de «poner negro sobre blanco». Por ello, Allan Stewart Koningsberg, en esencia Woody Allen (su nombre de pila no se debe al hecho de homenajear al fenómeno del jazz Woody Herrmann sino por la «musicalidad» del mismo al conjugarse con su apellido artístico) no desaprovecha la ocasión para «ajustar cuentas» con Mia Farrow, quien iría retroalimentado su odio y su ira con quien había sido su director y/o compañero de reparto a lo largo de una década —de 1982 a 1992—, al punto de desechar cualquier acuerdo amistoso antes de entrar en un proceso judicial dilatado en el tiempo. Más de ochenta páginas de las casi cuatrocientas cuarenta que conforman el presente volumen tienen el foco puesto en los turbios asuntos que siguen planeando sobre la vida de Woody Allen. Al respecto, el propio artista oriundo de Brooklyn traza paralelismos con el periodo maccarthista que recreó en la gran pantalla de la mano de Martin Ritt en La tapadera / El testaferro (1976), en el ecuador de una década que significó la puerta de entrada a su celebridad más allá de las fronteras estadounidenses. En contra del dictado de la lógica de gran parte de aquellos declarados fans de su cine, Allen no muestra un ápice de entusiasmo por Annie Hall (1977) o Manhattan (1979), sendas propuestas cinematográficas que habían sido fruto de un proceso de maduración en contraste con una etapa primeriza posicionado tras las cámaras con resultados, a día de hoy, que precisan de ciertas dosis de indulgencia para ser consideradas «estimables obras de juventud». No obstante, encuadrado en este periodo El dormilón (1973), según confesión propia, en su génesis se había formulado conforme a un ambicioso proyecto, planeando un metraje superior a las dos horas de duración que debía contener dos partes bien diferencias —a nivel de tono y de estilo genérico— con un intermedio incluido. Una Opus que, al cabo, quedó varada en su fértil imaginación y que a la luz de los resultados de Sleeper Woody Allen entendió la necesidad de buscar nuevos estímulos en el viejo continente, allí donde residían dos de sus mayores influencias, el sueco Ingmar Bergman y el italiano Federico Fellini. A propósito de la  posibilidad de entrar en contacto con sendos artistas europeos la presente autobiografía ofrece un par de viñetas hilarantes; la una debido al miedo cerval de Allen por viajar a la isla donde residió Bergman durante mucho tiempo, y la otra con motivo de su estancia en la «Ciudad Eterna», recibiendo diversas llamadas de Fellini aunque pensaba que se trataba de un imitador. Con todo, Allen y Fellini llegaron a mantener una larga charla telefónica antes que el primero emprendiera viaje hacia Nueva York, la ciudad por la que aún sigue sintiendo devoción. Una megalópolis que ha servido de escenario de infinidad de anécdotas que Allen reproduce en su libro A propósito de nada con su habitual timbre humorístico, haciendo hincapié sobre todo en ese periodo dorado que le procuraba asistir a salas de cine en detrimento de su presencia en la escuela o en el instituto. A partir de entonces, su capacidad de ensoñación se multiplicó de manera exponencial, llegando a confesar que el personaje de Celia (interpretado por la propia Mia Farrow) de La rosa púrpura de El Cairo (1985) nace del molde de su propia realidad. Para esta cinta, Woody Allen dio en el clavo al escoger a Jeff Daniels como partenaire de Mia Farrow, pero no siempre su «sexto sentido» funcionó antes de emprender unos rodajes para los que, a diferencia de la metodología empleada por su admirado Sidney Lumet, reduce al mínimo los ensayos o prácticamente resultan en ocasiones inexistentes. Ya en la parte final del presente volumen dedica un espacio a repasar aquellos nombres propios que se quedaron fuera de diversos de sus largometrajes con especial mención para los británicos Sir John Gielgud —quien llegó a hacer de narrador de Zelig, el camaleón (1983)— y Vanessa Redgrave, o sus compatriotas Alan Arkin —descartado del montaje final de Balas sobre Broadway (1994)—, Maureen O’Sullivan y Christopher Walken, estos últimos reemplazados por Elain Strich y Sam Waterston en la bergmaniana September (1987). Especialmente delicada había sido la decisión de prescindir de Mrs. Woody Allen contrajo matrimonio con Soon-Yi en diciembre de 1997, O’Sullivan ya que era la madre de Mia Farrow y esposa del australiano John Farrow, colega de profesión de Allen, a quien no nombra cuando se refiere a la persona que procuró maltratos —cuanto menos psicológicos— a parte de su familia. Un episodio oscuro que puede servir de justificación del desequilibrio emocional sufrido por Mia Farrow a lo largo de los años, siendo su etapa de convivencia con Woody Allen digno de estudio para los herederos de las teorías freudianas. Aunque residentes en la misma ciudad —Nueva York— vivían en distintos inmuebles. Después de dos matrimonios fracasados —con Harlene Rosen y la actriz Louise Lasser, perteneciente a una familia con pedigrí— y abonarse a una etapa un tanto promíscua (¡llegó a salir con las tres hermanas Hall!, la más famosa de ellas Diane Keaton), Woody Allen entró en una relación de partida compleja con Mia Farrow, por aquel entonces al cuidado de siete hijos (¡!), cuatro de ellos adoptados. Sería el caso de Soon-Yi Previn, cuya relación sentimental con Woody Allen —a pesar de la diferencia de edad de treinta y cinco años— desató la caja de los truenos de Mia Farrow y, según el razonamiento del popular cineasta, escritor y clarinetista, maquinó un plan para vengarse utilizando a Dylan, a la hija que habían tenido en común para lograrlo. Cerca de un cuarto de siglo sin poder ver ni tan siquiera a Dylan hacen mella en Woody Allen a la hora de volcar algunas de las páginas más emotivas de este libro de memorias, en sintonía con aquel pasaje que describe que la noche anterior a su divorcio de Louise Lasser en Ciudad Juárez —México— durmieron juntos. Muestra inequívoca del afecto que Lasser y Allen —coincidiendo en los platós de ¿Qué tal, Pussycat? (1965), su opera prima Toma el dinero y corre (1969), Bananas (1971),  y el film de sketches Todo lo que ud. quiso saber sobre el sexo,,,(1972)— se procuraban en la antesala de su separación conyugal, y que se ha mantenido hasta la fecha. La de Louise Lasser se suma a las voces disidentes que claman por «sentenciar» a Woody Allen y alejarlo definitivamente de los platós, haciéndole el vacío entre aquellos que hasta no hace demasiado tiempo lo veneraban y no dudaban en acogerse al salario mínimo para participar en alguna(s) de sus producciones. En los venideros años saldremos de dudas si la capacidad de resistencia de Woody Allen procura que volvamos a saborear sus diálogos preñados de inteligencia y sentido del humor (no apto para todos los paladares) o bien la publicación de A propósito de nada rezuma aroma de «epitafio». Si tuviera que apostar lo haría a favor del primer escenario, con un nonagenario Allen igualando la «plusmarca» de otro icono del cine, Clint Eastwood, cuya continuidad laboral la siguen propiciando las vidas de esos «héroes anónimos» que muestra en pantalla.•