41 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI
Si hay algo que caracteriza a un festival, sea de cine, música u otra manifestación cultural, esta es la de su esencia, lo que se palpa en el ambiente y transmite al espectador. Esta debería ser la función de todo aquel festival que se precie de serlo, cara al aficionado e incluso al profesional que se acerca al evento, bien sea en calidad de invitado o quien cubre la noticia, como en mi caso. La diferencia entre un certamen que infunde y respira ese hálito inequívocamente genuino lo manifestó Molins de Rei a lo largo de los diez días en el que se desarrolló el mismo. Por si fuera poca esa excepcionalidad como Festival
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ESPECIAL NEIL JORDAN REVISITADO (PARTE I, 1982-1994)
El pasado 6 de enero fallecía, a los ochenta y dos años, Peter Bogdanovich, uno de los realizadores norteamericanos poseedor de un conocimiento enciclopédico sobre la Historia del cine de su país. En cinearchivo.net rendimos nuestro particular tributo-homenaje a Bogdanovich con la publicación de un dossier dividido en dos partes que
HARRISON FORD RECIBE POR SORPRESA LA PALMA DE ORO
El 1 de diciembre de hace 87 años nació Allen Koninsberg en Nueva York, adoptando al cabo del tiempo el nombre artístico de Woody Allen. Sometido en los últimos años al escrutinio de la prensa más sensacionalista y de las redes sociales, Allen rueda en París estas semanas su largometraje número 50 tras las cámaras, Wasp 22. Aunque no se se sabe con certeza podría tratarse de su despedida de los platós cinematográficos. Sea como fuere, Woody Allen no ha dejado de salir del foco mediático ya sea gracias la publicación de su libro autobiográfico
55 EDICIÓN FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE FANTÁSTICO DE SITGES 2022
Fiel a su cita, se celebró entre el 6 y el 16 de octubre de 2022, la 55 edición de un festival que año tras año transmite ese anhelo casi inconsciente de asistir a él casi con los ojos cerrados. Un grado de implicación y lealtad del aficionado para con un evento que parece, en apariencia, reinventarse. Un espejismo dentro de un oasis en el que se encuentra la población costera de Sitges, ya de por sí dotada de un micro clima que la hace especial incluso para los allí residentes.
DRIVE MY CAR (2021)
JOKER (2019)
Tras la sorpresa causada por la obtención del León de Oro del Festival de Venecia de este año, 2019, la película de Todd Phillips ha llegado a las pantallas para que el espectador pueda por fin comprobar cómo un film adscrito, en principio, a un género tan codificado como el de los superhéroes (cabe recordar que el Joker es popularmente conocido como el máximo rival y supervillano de
SIDNEY LUMET: UNA CONCIENCIA PROGRESISTA
En los años cincuenta –de hecho, su opera prima– dirigió Doce hombres sin piedad (1957). En los sesenta, firmó adaptaciones de prestigio de la altura cinematográfica de El prestamista (1964). En los setenta, amén de dos afamados thrillers protagonizados por Al Pacino, rubricó Network, un mundo implacable (1976). A principios de los ochenta, y de forma casi consecutiva, nos entregó tres de los más poderosos dramas de la década, El príncipe de la ciudad (1981), Veredicto final (1982) y Daniel
HUGO FREGONESE

Editorial: Calamar Ediciones.
Subtítulo: Cine por doquier. 
Autor: Carlos Aguilar.
Fecha de publicación: enero de 2022.
224 pp. 17,0 x 24,0 cm.
Profusamente ilustrado a color
y blanco y negro.
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A estas alturas de partido a nadie le sorprende la capacidad de escritura del madrileño Carlos Aguilar (n. 1958) para acometer desde el rigor y la profundidad, sin perder tampoco de vista su peculiar y chiespeante verbo, su tenacidad por alumbrar textos de cine abordados con el estusiasmo y la profesionalidad que le caracteriza. Su vasta producción da cuenta del compromiso y la labor divulgativa de sus inquietudes por forjar una amplia gama de panorámicas que subrayan sus multifáceticos puntos de vista y su afecto por los aspectos más variados del engranaje artístico del cine.
   Una labor calculada e ilusionante comenzada en los albores de los fanzines y aumentada en calidad y prestigio en otros frentes como el ensayo y la historiografía, además de otros apartados, como el fragor por la novela, que acuñan, en líneas generales, a un hombre erudito y, sobre todo, apasionado. Y escribo apasionado porque es una definición que encaja como anillo al dedo en sus escritos, repletos de calor y vehemencia, con descripciones que muestran querencia y ese toque de frenesí ardoroso cuando la parcela estudiada o el cineasta analizado son algo más que nombres bonitos y mitificados. Sin soslayar, por supuesto, su dimensión como novelista, especialmente en sus tramas con poso/contexto cinéfilo, además del soporte genérico, como el western europeo (Un hombre, cinco balas) o el fantástico (Nueve colores sangra la luna), por poner dos ejemplos.
    Escritor multiusos, con gran capacidad memorística (envidia sana, compañero), que dota a sus textos de ritmo y de una frescura verborreica que imanta con facilidad en el lector. Llevándole en volandas, sin perder nunca la precisión en el dato, a una lectura placentera, rica en información, simpática en anécdotas y firme en la labor analítica. Un estilo cercano, contagioso (muy necesario), de vocablos simpáticos y engarzados en las frases y párrafos no exentos de un conveniente humor.
Si bien Carlos Aguilar es un autor de prestigio, reconocido, responsable de una Guía de cine de una utilidad bárbara y consulta frecuente, que atesora volúmenes heterogéneos, y lo podría considerar un habitual de las estantería de las librerías, no ocurre lo mismo con la figura elegida para su pormenorizado y ameno estudio. Su último aporte está centrado en la persona y obra del cineasta argentino, Hugo Fregonese, que no es, precisamente, un tipo habitual, de alusión diaria y de recuerdo permanente. El cineasta de Mendoza no es un autor de los que se tiene presente cuando el aficionado se despierta por las mañanas, pone en marcha su cuerpo, enciende la memoria cinéfila y de manera mecánica brotan, como un acto reflejo, nombres y películas de las de siempre. Sería muy raro, casi de extraterrestres, citar en esas plegarias matutinas a Hugo Fregonese. El argentino no participa de ese furor vespertino mecanizado por el cerebro que empuja sus largometrajes a ponerlos en la parrilla de salida.
    Sin embargo, la lectura de Hugo Fregonese, cine por doquier, de Carlos Aguilar, publicado por Calamar Ediciones, revoca el anonimato y oscuridad que envuelve al mendocino, lo rescate del ostracismo y lo transporte al merecido lugar que debe ostentar a poco que uno va adentrándose en el libro a la par que, atraído por el contenido de sus páginas, vaya visionando sus películas en la medida de sus posibilidades.
    Debo confesar sin ningún rubor pero sí con algo de sentimiento de culpabilidad que, salvo honrosas excepciones, desconocía el grueso de la producción de Hugo Fregonese. Esa laguna era previa a caer en mis manos el estudio efectuado por Carlos Aguilar. Gracias a su brújula y consejos, nueve títulos he implementado en mi mochila y bastantes de ellos me han dejado una huella difícil de olvidar. Y cito, por si también mis palabras sirviesen de estímulo y aliciente, obras de la talla de, Apenas un delincuente (1948), The Raid (1954), y Black tuesday (1954). Tres propuestas, dos trhillers y un western, admirables, con buen sentido dinámico del encuadre y densidad dramática elaborada casi por un prestigitador.
Por lo tanto en Hugo Fregonese, cine por doquier, rastreo un propósito muy concreto y revelador en el texto de Carlos Aguilar y que resulta muy ilustrativo. Y no es otro que hacer relucir el nombre, la obra y el estilo como cineasta de un inventor de imágenes muy desconocido para el gran público, pese haber tenido bajo sus órdenes a intérpretes de fama estelar como Gary Cooper, James Mason, Van Heflin, Edward G. Robinson, Robert Taylor, Anne Bancroft, Barbara Stanwick y Shelley Winters, entre otros.
    Empiezas a leer el volumen editado con gusto, con calidad en el papel y un diseño de página muy funcional y atractivo. Espléndida selección de fotografías y composición de las carillas realizadas de manera equilibrada. De tal manera que no te encuentras un mar de párrafos que violentan la vista y luego una exposición apiñada de ilustraciones a modo de descanso.
    El autor estructura el libro en bloques cronológicos acotados a las épocas que Fregonese desarrolló su carrera en un determinado lugar. La introducción se presenta con el epígrafe, «Héroe sin patria» en el que se detallan las particularidades vitales y profesionales de un realizador que encontró una vocación que respondía a su espíritu indómito y convencido de haber elegido el oficio que anhelaba. Simplemente reproduciendo una parte del prólogo el lector puede alcanzar a tener una visión global del mendocino y su equiparación con maestros de alta consideración. Escribe Aguilar: «Artesano personal y Autor maldito al unísono, Hugo Fregonese pertenece a esa singular raza de cineastas clásicos, extinta por completo tiempo ha, que, sin escribir en persona los guiones, por lo común, ni exhibir conciencia de estilo, de forma marcada, y realizando películas de género exentas de cualquier índole de altanería, brindaron una idiosincrasía artística específica y una perspectiva propia sobre la gente y la vida. Este atributo emparenta a Fregonese en buena ley con sus cineastas predilectos: Ford, Hawks, Wyler, Hitchcock, Griffith, Lang, Walsh... si bien reconoció una admiración especial por tres a quienes, por el contrario, nadie, ni en su día, discutió categoría de autores: Wells, está claro, Capra, de quien empero jamás acusó huella alguna en ningún nivel o aspecto, y, Hollywood aparte, de Sica».
    Unas palabras que expresan con meridiana exactitud el apego y afecto que Carlos Aguilar ha desenterrado del cine de Hugo Fregonese, apuntando sus grandes logros y justificando su atención al ver en el argentino a un respetable hombre de cine que se adaptó en los ambientes en los que le tocó demostrar su arte, que labró una trayectoria indiscutible con un puñado de títulos muy sólidos y que en algunas películas llegó a pergeñar matería fílmica muy imaginativa adelatándose en recursos técnicos o narrativos a otros directores que emplearon soluciones parecidas a las suyas. Por ejemplo, el escritor madrileño, con su lupa a mano y afilada mirada , observa que en Apenas un delincuente (1948) “la idea especificada de detener la imagen para introducir un flashback prefigura nada menos que Eva al desnudo (1950), de Mankiewicz, otro mérito de Fregonese o quizá sobre la labor de guionista de Tulio Demichelis”.En esta misma línea, Aguilar detecta que en el filme De hombre a hombre (1949) preludia, en clave latina, el homónimo clásico de Nicholas Ray Rebelde sin causa (1955). Untramed Frontier (1952) anticipa a Horizontes de Grandeza, afirma que es mejor que Duelo al sol y preludia La pradera sin ley. Tal y como expresa Carlos estas afirmaciones y comparaciones, sin estridencia alguna, no resultan baladís estas afirmaciones y comparaciones en el repaso a las virtudes de Hugo Fregonese que cuando tuvo en sus manos un libreto sólido se las apañó con audacia para explorar el virtuosismo como un narrador por encima de la etiqueta de simple artesano.
    Hugo Fregonese, cine por doquier trasciende la obra de consulta e inmersión en la figura de un cineasta para abrirse camino, con una autonomía y convicción muy persuasiva, en el camino creativo de un hombre de cine argentino que oculto en la enorme trastienda, sobre todo de Hollywood, poseía un destello narrativo/visual tan seductor que Carlos Aguilar no sólo ha encontrado sus claves sino que a la hora de expandirlas ha logrado un fuerte vínculo tan colosal que invita a sus lectores a terminar el libro y ponerse a la faena de visionar las películas de Hugo Fregonese. A mí me pasado. Desde el primer capítulo, los inicios del mendocino en su país natal, ya tienes ganas de efectur la lógica correspondencia texto/película. Es decir, lees sobre los avatares de una producción y su posterior formulación plasmada en la pantalla e, inmediantamente, y como un resorte, el pruritio y la impaciencia te conducen a la tarea de explorador: en busca del Fregonese perdido.•
 
José Manuel León Meliá