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Viento en las velas
A High Wind in Jamaica
     
    Director (es) : Alexander Mackendrick
    Año : 1965
    País (es) : GBR-ESP
    Género : Aventuras
    Compañía productora : Twentieth Century-Fox
    Productor (es) : John Croydon
    Productor (es) asociado (s) : Clifford Parker
    Compañía distribuidora : Radio Films S. A. E.
    Guionista (s) : Stanley Mann, Ronald Harwood, Denis Cannan
    Guión basado en : la novela Huracán en Jamaica de Richard Hughes
    Fotografía : Douglas Slocombe en Color DeLuxe y CinemaScope
    Director (es) artistico (s) : John Howell, John Hoesli
    Vestuario : John McCorry
    Maquillaje : Bill Lodge, Freddie Williamson
    Música : Larry Adler
    Montaje : Derek York
    Montaje de sonido : Matt McCarthy
    Sonido : H. L. Bird
    Ayudante (s) de dirección : Jim Brennan, Tom Pevsner
    Duración : 135 mn, 104 mn
   
     
    Anthony Quinn
James Coburn
Gert Fröbe
Lila Kedrova
Kenneth J. Warren
Nigel Davenport
Isabel Dean
Viviane Ventura
Benito Carruthers
Charles Hyatt
Dan Jackson
Trader Faulkner
Charles Laurence
Kenji Takaki
Brian Phelan
Danny Williams
Louise Bennett
Marion Ward
Philip Madoc
Maude Fuller
Gordon Richardson
Deborah Baxter
Martin Amis
Karen Flack
Henry Beltran
Roberta Tovey
Jeffrey Chandler
   
   
    Jamaica, 1870. Los efectos devastadores de un huracán provoca que muchas familias deban abandonar lo que queda de sus hogares y buscar fortuna en otros lugares. En particular, la mientras se produce la reconstrucción de su casa, la familia Thornton conviene que sus cinco hijos dejen el país y se trasladen a Inglaterra para recibir una buena formación docente. Los problemas surgen cuando el barco en el que viajan es abordado por unos piratas. De la tripulación del barco capturado tan sólo quedan los hermanos Thornton y otros dos niños de origen criollo, que se encontraban jugando en la bodega durante el abordaje. A partir de entonces, Juan Chávez toma el mando del navío con bandera pirata y se hace cargo de la custodia del grupo de chicos que en ningún caso sobrepasan los trece años.
   
   
   

ADIÓS A LA INOCENCIA
 
Por Tomás Fernández Valentí
Sherlock Home Video acaba de editar en DVD una excelente edición de Viento en las velas (A High Wind in Jamaica, 1965), una de las obras maestras del excelente y, por desgracia, hoy en día poco recordado realizador Alexander Mackendrick, cuya labor profesional se inscribió mayoritariamente en el seno del cine británico pese a haber nacido casualmente en Boston, el 8 de septiembre de 1912, hijo de padres escoceses, y fallecer en Los Ángeles el 22 de diciembre de 1993, y en cuya filmografía, corta pero apasionante, hallamos otros títulos de excepcional interés, como las insólitas comedias Whisky Galore! (1949), El hombre vestido de blanco (1951), El quinteto de la muerte (1955) —de la cual los hermanos Joel y Ethan Coen perpetraron no hace mucho un patético remake— o No hagan olas (1967), y melodramas tan elegantes y contundentes como Mandy (1952) o Chantaje en Broadway (1957). Añadir que la edición de Sherlock, cedida a esta última por Twentieth Century Fox en virtud de un acuerdo de distribución exclusivo para España de ciertos títulos del catálogo de Fox, respeta el formato Cinemascope original, contiene pista de audio en inglés y castellano, con subtítulos en este último idioma, y se presenta en formato 16/9 (compatible con el 4/3) y aspecto 1:2:35, llevando en el apartado de extras una sinopsis, fichas técnica y artística y una biofilmografía de Mackendrick.
 
 
Revisando Viento en las velas
 
    Como explica en su libro La vuelta al mundo en 80 aventuras José María Latorre —a quien desde aquí agradezco que me prestara su ejemplar de la edición de 1943 de Huracán en Jamaica para la elaboración de estas líneas—, Viento en las velas surgió del deseo de Mackendrick de llevar al cine la novela de Richard Hughes por lo que tenía de insólita visión, históricamente documentada y realista sobre los auténticos piratas, y en un primer momento intentó poner en pie el proyecto con James Mason como protagonista, quien interpretaría al capitán pirata, llamado Jonsen en el libro. Finalmente la película se hizo realidad con Anthony Quinn en el papel de capitán pirata, llamado Chávez en el film para adecuarlo a las características de su estrella protagonista, pero aún así todavía sufrió amputaciones en su montaje definitivo; como explicaba Mackendrick, «cortaron veinte minutos sobre los niños, todo lo que concernía a sus relaciones inconscientes, creyendo que yo quería hacer un film del tipo de los de Walt Disney».
    A pesar de ello, Viento en las velas conserva lo mejor de la novela de Hughes, la cual suscitaba tanta admiración en Mackendrick que incluso este último reconocía en una entrevista concedida a Antonio Castro y publicada en Dirigido por, con esa humildad propia precisamente de muchos grandes cineastas, que todo el mérito de su película residía en el libro. No obstante, el tono es algo diferente al de la novela. Si en esta última la ironía y el deseo explícito de huir de las convenciones de la literatura clásica de aventuras son las notas predominantes, por el contrario el film parece abrazar, conscientemente, los rasgos visuales propios del cine «de piratas», para una vez instalado cómodamente en su seno irlos violentando progresivamente. La densidad de la atmósfera y el peso dramático de los detalles van cargando la película de una tensión casi eléctrica, a tono con la turbiedad de los sentimientos humanos puestos en juego: vale la peña reseñar las secuencias iniciales en Jamaica, que nos presentan a los niños como seres mezquinos y egoístas, a tono con la educación que han heredado de sus potentados padres (a destacar las escenas de la familia encerrada en el sótano de su mansión junto a sus criados negros, cuyos rezos son secamente acallados por el amo inglés; o ese posterior momento, inolvidable, cuando tras la tormenta los niños cantan y juegan a coro junto al cadáver del viejo criado negro, sin importarles en absoluto la muerte de este último); la primera mirada, mezcla de sorpresa y deseo, que dirige el capitán Chávez hacia la pequeña Emily, cuando aquél y sus hombres abordan el navío donde viajan los niños; la admirable resolución de los momentos, digamos, «fuertes», como la muerte del pequeño en la isla Tortuga, ese instante terrible en el que un enorme clavo cae por accidente en la cubierta inferior y atraviesa la pierna desnuda de Emily (en una gráfica ilustración de la atracción que siente Chávez hacia la pequeña), o la sencillamente extraordinaria escena en la que Emily, confusa y aterrorizada, apuñala hasta la muerte al capitán holandés maniatado (Gert Fröbe) que tan sólo pretendía que la niña le librara de sus ligaduras… El final es, asimismo, ejemplar, con esa mirada de silenciosa hipocresía que se cruzan los padres de los niños, conscientes pero callados ante la realidad de lo ocurrido: el grado de implicación que han tenido sus queridos niños en la condena a muerte de esos desgraciados piratas que les acogieron, convertidos en juguetes en sus manos, como ese barquito a escala que, en el último plano del film, navega en un estanque alejándose de la cámara.•
   
     
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Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Biofilmografía de Alexander Mackendrick / Sinopsis / Ficha técnica y Ficha artística. Formato: 2.35:1, 16:9. Idiomas: Castellano e Inglés. Subtítulos: Castellano. Duración: 103 mn. Distribuidora: Sherlock Video.
   
     
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Editorial: Alba.
Colección: Clásicos Modernos nº XXIV.
Autor: Richard Hughes.
Fecha de publicación: mayo de 2007.
263 pp. Rústica. 21,3 x 14,0 cm.
 

COMENTARIO
(Por Tomás Fernández Valentí): Viento en las velas es un título que se recomienda solo, pero al margen de sus excepcionales méritos cinematográficos no hay que olvidar que la película se basa en una espléndida y, me temo, también muy poco conocida novela del escritor británico Richard Hughes, Huracán en Jamaica, publicada por primera vez en 1929 y que Alba Editorial ha editado dentro de su colección Clásicos Modernos. Richard Arthur Warren Hughes, nacido en Weybridge (Surrey) el 19 de abril de 1900 y fallecido en Harlech (Merionethshire) el 28 de agosto de 1976, es un escritor prácticamente desconocido en nuestro país, dado que —salvo error del que suscribe— en España tan sólo se ha publicado otro título suyo, El perro prodigio (en 1986, por Alfaguara, y al año siguiente por Salvat). Sin ir más lejos, la propia Huracán en Jamaica no carece de ediciones relativamente recientes, puesto que tras una añeja edición de 1943, publicada por Destino en su mítica colección Áncora y Delfín, ha conocido reediciones a cargo de la propia Destino (1956 y 1989), para Círculo de Lectores (1999) y la última que apuntamos a cargo de Alba Editorial, pero su difusión entre nosotros ha sido, en sus líneas generales, mínima.
    Leer Huracán en Jamaica cuando, como en mi caso, primero se ha visto la película de Mackendrick resulta una grata sorpresa a todos los niveles, no sólo porque el film resulta razonablemente fiel a la sugerente temática y las brillantes ideas que rebosan en cada página del libro (a pesar de algunos pequeños cambios, por motivos de adaptación, que luego comentaremos), sino también porque la novela, en sí misma considerada, es una obra cuya lectura procura una fuente continuada de placer. Como recordarán quienes hayan visto la película, la trama propone una especie de perversión o, cuanto menos, una puesta en cuestionamiento de los clásicos relatos de piratas, legados primero por la literatura y luego por el cine, a través de la apasionante crónica de las aventuras de un grupo de niños de una adinerada familia británica a bordo de un barco pirata, a donde han ido a parar prácticamente por casualidad (huyendo de los estragos provocados por una tormenta tropical en la plantación de sus padres en Jamaica), y de qué manera su presencia a bordo va minando la voluntad de los filibusteros, que los toman como rehenes para luego pedir un jugoso rescate pero sin maltratarlos ni abusar de ellos en ningún momento, hasta el punto que acaban provocando, indirectamente, su condena a muerte cuando acaban en manos de la justicia inglesa.
    La sorpresa de leer ahora Huracán en Jamaica reside no sólo en descubrir que muchas de las mejores ideas y sugerencias de Viento en las velas ya se hallan en las poco más de 260 páginas de la novela de Hughes —la perversidad y crueldad latentes de los niños; el proceso de vampirización que ejercen sobre los adultos que les rodean; los apuntes, fieles a la realidad histórica, sobre el carácter homosexual de las relaciones entre los piratas de la famosa isla Tortuga—, sino sobre todo en el sorprendente estilo empleado por el novelista. Contrariamente a lo que pueda parecer a simple vista, Huracán en Jamaica es una novela fresca y modernísima, que no pretende imitar el estilo literario decimonónico ni erigirse en una exhaustiva descripción de la época retratada (como hacía, por ejemplo, Patrick O’Brian en sus famosas novelas de aventuras marítimas protagonizadas por el capitán Jack Aubrey, con un estilo a mi entender excesivamente denso y farragoso). El estilo simple, directo, de prosa elegante y sin florituras, va acompañado empero de una cruel, sangrante ironía a la hora de describir los sentimientos primarios, casi primitivos, despojados de sentimentalismo de los niños protagonistas, en particular los de la pequeña Emily, la niña que en novela y película centra buena parte del caudal emocional del relato (en gran medida bajo la influencia del incipiente despertar a una madurez, vital y sexual, que va desarrollando durante la narración): unos niños que han asumido hasta la médula el egoísmo y el desprecio hacia todo aquél que no sea de su raza o clase social que les han inculcado sus padres. Sólo hay que ver la inolvidable descripción que proporciona Hughes del contraste entre el afecto que Emily siente hacia su gato Tabby, desaparecido en el curso del temporal que arrasa la plantación de sus padres en Jamaica, y la indiferencia que le provoca la muerte de un viejo criado negro: «Si (Emily) permanecía en silencio, y propensa a cavilar, no era porque pensase en el huracán, sino por la muerte de Tabby. Fue su primer contacto íntimo con la muerte y, además, una muerte violenta. La del viejo Sam no le produjo tanto efecto; después de todo, hay una enorme diferencia entre un negro y un gato favorito». Este es el tono que domina a lo largo de este espléndido relato, donde además hallamos otras sorpresas a nivel formal como, por ejemplo, la resolución en el apartado IV del capítulo tercero de la conversación de los niños, que se desarrolla en la oscuridad de la sentina donde han sido confinados por los piratas para pasar la noche, y que precisamente a falta de ningún referente visual iluminado el escritor resuelve en tres páginas distribuyendo los diálogos como si se tratase de una obra de teatro.
   Huracán en Jamaica serviría de fuente de inspiración para la mucho más célebre y referenciada El señor de las moscas (1953) de William Golding —de la que se hicieron dos adaptaciones al celuloide— y Our Mother's House (1963) de Julian Gloagg, que daría lugar a una espléndida película, A las nueve, cada noche (1967). Tres cuentos en torno a la crueldad infantil no aptos para aquellos que idealizan, a través de la literatura, este periodo clave en el devenir de nuestras vidas.
   
       
   

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