![]() |
|
|||||||||||
Le procés de Jeanne d´Arc (Titulo original) |
||||||||||||
Director (es) : Robert Bresson | ||||||||||||
Año : 1962 | ||||||||||||
País (es) : FRA | ||||||||||||
Género : Drama | ||||||||||||
Compañía productora : Les Films Delahaie | ||||||||||||
Productor (es) : Agnčs Delahaie | ||||||||||||
Guionista (s) : Robert Bresson | ||||||||||||
Guión basado en : Las actas del proceso | ||||||||||||
Fotografía : Léonce-Henry Burel | ||||||||||||
Decorados : Pierre Charbonnier | ||||||||||||
Vestuario : Lucilla Musini | ||||||||||||
Música : Francis Seyrig | ||||||||||||
Montaje : Germaine Artus | ||||||||||||
Sonido : Antoine Archimbaut | ||||||||||||
Ayudante (s) de dirección : Serge Roullet, Marcel Ugols, Hugo Santiago, Alain Ferrari | ||||||||||||
Duración : 65 mn | ||||||||||||
![]() |
||||||||||||
Florence Carrez
Jean-Claude Fourneau Roger Honorat Marc Jacquier Michel Herubel Jean Gillibert Phillippe Dreux André Regnier Marcel Darbault Paul-Robert Mimet Gérard Zingg |
||||||||||||
![]() |
||||||||||||
Jeanne vive recluida en el castillo de Rouen desde hace varios meses después de ser vendida a los ingleses por unos soldados franceses traidores cuando fue detenida en Compiègne. Jeanne es duramente interrogada por sus carceleros y los jueces designados por los ingleses sobre su participación en la contienda bélica al lado del rey de Francia. Pero el tribunal también le interpele por las voces que ella dice escuchar así como las visiones y apariciones que guían los pasos de Jeanne. Ella logra soportar todas las torturas y argucias del tribunal eclesiástico para ser condenada y finalmente firma el acta de abjuración cuando la amenazan en morir en la hoguera. Pero tras un intento de violación ella se retracta de su declaración anterior y se dispone a afrontar las letales consecuencias que se derivan de este acto. | ||||||||||||
![]() |
||||||||||||
EL ALMA EN EL CINE Por Sergi Grau
Cuando Robert Bresson fue preguntado poco antes del estreno de esta Procès de Jeanne D’Arc sobre los motivos por los que había querido efectuar su particular versión de unos acontecimientos históricos que en el Cine ya habían sido profusamente ilustrados (antes que él, y por citar los cineastas más célebres, lo habían hecho Carl Theodor Dreyer, Victor Fleming, Roberto Rossellini y Otto Preminger), el cineasta respondió que su intención cabal era la de «actualizar» la historia. Actualización que, a la luz de los resultados cinematográficos, comprende diversas acepci![]() Las claves de esa modernidad las hallamos tanto en lo que de rupturista tienen las elecciones argumentales y el texto que nos propone Bresson (esa concienzuda y valiente modificación del tenor de lo ilustrado) cuanto en la proverbial sobriedad expositiva que habita en las imágenes. Una sobriedad que, como siempre en el cine del autor, no es sinónimo de sencillez, sino instrumento efectivo para alcanzar lo complejo. Que se articula recurriendo a la más deliberada economía de medios, el minimalismo de los decorados, la neutralidad del vestuario, la cámara estática, las transiciones menos estridentes, apenas subrayadas por el montaje, y las interpretaciones reducidas a la circunspección (en este caso, Bresson llevando a un nuevo estadio sus consideraciones sobre lo superfluo de la interpretación tal y como la entendemos: sus «modelos», empezando por Florence Delay y continuando por el resto del completo reparto, ni siquiera son actores; elección coherente de un realizador que decía que los matices dramáticos que inevitablemente aportan los actores con su expresividad contaminaban el relato del modo en que él lo tenía concebido). Todo ello para articular una película con el metraje más corto de la filmografía de Bresson, apenas una hora de duración. Así establecidos los términos uno puede equiparar la labor de Bresson con la del escultor que pule el material en bruto hasta despojarlo de todo lo que le separa de su fórmula, de sus intenciones artísticas. Un material en bruto que básicamente es ese sustrato histórico que hemos mencionado que Bresson
![]() Todo ello puede ser ejemplificado recurriendo a la comparación con la que indudablemente es otra obra maestra del Cine, La pasión de Juana de Arco dirigida por Carl Theodor Dreyer e interpretada por María Falconetti en 1927. Donde Dreyer prestaba atención al sufrimiento físico de Juana, Bresson lo focaliza absolutamente todo en lo espiritual. Aunque el realizador francés no nos escatima las circunstancias históricas concretas —eso sí, con una exposición sumaria de antecedentes y conflictos concurrentes—, el retrato de la figura de la mártir, tan subrayada por Dreyer, cede en la obra de Bresson a, en un primer segmento, el detalle de las interpelaciones a las que Juana debe responder de los jueces inquisidores, y, en el segundo segmento, a la celebración de las virtudes superiores que la doctrina cristiana le ha asignado al personaje (recordemos que fue declarada Santa por el Papa Benedicto XV en 1920, mismo año en fue declarada Patrona de Francia). De este modo, cuando la película termina, más allá de levantar acta de una injusticia —y un martirio, que puede quedar categóricamente concretado apenas con un plano que muestra las lágrimas cayendo silentes del rostro de Juana, o con unos breves planos de detalle de la preparación de la hoguera en la que Juana va a ser quemada viva—, Bresson nos cultiva en la metáfora de Calvino sobre la prisión (según la cual, a la hora de la muerte, el alma es liberada de la celda de su cuerpo), que en las dos anteriores obras del director —o tres, si citamos Diario de un cura rural/Le Journal d'un curé de campagne, realizada en 1950, donde el tema de la prisión no aparecía de forma explícita pero sí figurada a través de la soledad y la enfermedad asumidas por el cura protagonista— ya había aparecido pero que aquí halla su encaje más diáfano. La disparidad en el tratamiento de lo dramático que existe entre las obras de Dreyer y de Bresson revierte, quizá paradójicamente, en una mayor implicación por parte del espectador con la Juana del realizador galo: el espectador de la hagiografía de Dreyer es precisamente eso, alguien que atestigua, desde fuera, al martirio del personaje; en cambio, el espectador de la obra de Bresson se siente más íntimamente comprometido con los sentimientos y pensamientos del personaje, pues el realizador le invita constantemente a que así lo haga (una diferencia que, guardando todas las distancias que se quiera, también puede predicarse entre el Jesucristo de La Pasión de Cristo (2004) de Mel Gibson, que nos ubicaba como espectadores privilegiados de una terrible tortura, y La última tentación de Cristo (1988) de Martin Scorsese, que nos obligaba a participar de los dilemas planteados por Nikos Kazantzakis —y Paul Schrader, quien firmó el libreto—).
Así establecidos los propósitos del cineasta, los instrumentos de que se sirve y el tono que cobija el relato, si uno se deja fascinar por las imágenes de Procès de Jeanne D’Arc ello tiene que ver sin duda con su aceptación desde lo emocional, quizá visceral, de las tesis establecidas de forma tan rotunda en imágenes por
![]() |
||||||||||||
![]() |
||||||||||||
|
||||||||||||
Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Filmografías / Ficha técnica y artística / Entrevista a Robert Bresson / Entrevista a Jean Guitton y Florence Delay. Formato: Pal Widescreen 16:9. Idiomas: Francés. Subtítulos: Castellano. Duración: 65 mn. Distribuidora: FNAC-Avalon Productions. |
||||||||||||
![]() |
||||||||||||
|
||||||||||||