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Memorias de África
Out of Africa
     
    Director (es) : Sydney Pollack
    Año : 1985
    País (es) : USA
    Género : Drama
    Compañía productora : Mirage Enterprises para Universal Pictures
    Productor (es) : Sydney Pollack
    Productor (es) ejecutivo (s) : Kim Jorgensen
    Productor (es) asociado (s) : Judith Thurman, Anna Cataldi
    Compañía distribuidora : UIP
    Guionista (s) : Kurt Luedtke
    Guión basado en : la biografía Isak Dinesen: The Life of Storyteller de Errol tzerbinski, y los libros Out of Africa, Letters from Africa y Shadows On the Grass de Isak Dinesen
    Fotografía : David Watkin en Color Rank
    Diseño de producción : Stephen Grimes
    Director (es) artistico (s) : Herbert Westbrook, Colin Grimes, Cliff Robinson
    Decorados : Josie MacAvin
    Vestuario : Milena Canonero, David Garrett
    Maquillaje : J. Roy Helland, Gary Liddiard, Mary Hillman
    Música : John Barry
    Montaje : Fredric Steinkamp, William Steinkamp, Pembroke Herring, Sheldon Kahn
    Sonido : Peter Hanford, Chris Jenkins, Gary Alexander, Larry Stensvold
    Efectos especiales : Sy Dutton, Bill Taylor
    Ayudante (s) de dirección : David Tomblin, Roy Button, George Menoe, Patrick Kinney, Meja Mwangi, Tom Mwangi
    Duración : 161 mn
   
     
    Robert Redford
Meryl Streep
Klaus Maria Brandauer
Michael Kitchen
Malick Bowens
Joseph Thiaka
Michael Gough
Rachel Kempson
Graham Crowden
Leslie Phillips
Shane Rimmer
Job Seda
Kenneth Mason
Annabel Maule
Amanda Parkin
Mike Bugara
Suzanna Hamilton
   
   
    Kenia, sureste de África, 1913. A las puertas de proclamarse la Primera Guerra Mundial en el viejo continente, Karen Blixen abandona su Dinamarca natal para viajar hasta África donde contrae matrimonio con su prometido Bror. De esta forma, Karen obtiene el rango de baronesa. Pronto Karen se familiariza con su nuevo entorno natural y con los habitantes de una región del África negra dedicados fundamentalmente a la caza y a la agricultura. Durante las largas ausencias de su marido, debido a su ocupación como cazador, Karen Blixen entabla amistad con un apuesto aventurero norteamericano, Denys Finch Hatton, a quien relata algunos de sus cuentos surgidos de su fértil imaginación. No en vano, la baronesa danesa se ha convertido en una reputada escritora, sobre todo de relatos cortos. Sin embargo, su doble actividad como escritora y asistente médica se ve interrumpida cuando uno de los doctores de Nairobi la pronostica una grave enfermedad. Para poder recuperarse con ciertas garantías, Karen se verá obligada a regresar a su país de origen.
   
   
   
LA ÉPICA DEL ROMANTICISMO
 
Por Àlex Aguilera
No hay un rayo de esperanza en la desigual singladura de Karen (Mery Streep), la baronesa danesa, que conduce la narración en off  en Memorias de África (1985). Eso parece desprenderse de las primeras imágenes de esta galardonada cinta que supuso un espaldarazo —más bien económico— en la carrera de Sydney Pollack. Ni que decir tiene que esta es una fidedigna adaptación de la singular novela de Isak Dinesen, escritora adinerada y alter ego de la protagonista del film. Todo acontece en espacios perfectamente identificados por el director. El contrapunto de las escenas aéreas recorriendo la Sabana africana, acompañadas por la música magistral de John Barry ,son el verdadero inicio de un viaje de retorno al África menos desfavorecida, pero repleta de contratiempos. Un viaje que se remonta a 1913, en Kenia, donde Masais y otras tribus conviven cerca de los "hombres blancos"' herederos de la colonización anglosajona. Una masculinidad latente en una sociedad hermética en el seno de la civilización "negra" trasciende por su opulencia, recibiendo con lisonjia a los galantes y ricos dueños de la hacienda donde llega la baronesa. A partir de entonces —descartada una introducción insuficiente y poco aclaratoria—, el rostro de Karen (Meryl Streep, en su década más prolífica y fecunda en premios) cambia de semblante. Su compasión y dedicatoria para con sus vecinos de raza negra, deviene una auténtica batalla personal. La alfabetización y la impartición de un lenguaje escrito topa con las costumbres ancestrales y equívocas de los autóctonos. El tesón de la recién llegada compite con las discrepancias y recelos de sus camaradas. La sabiduría de Pollack estribó en componer un triángulo amoroso (Klaus Maria Brandauer, Meryl Streep y Robert Redford, actor predilecto este último del realizador) que intuyera esa confrontación con mundos opuestos que, sin embargo, se atraen por una magia especial. No obstante, mucho se habló en su tiempo de las imágenes de exteriores, dotadas de una belleza súblime según algunos fiduciarios de la época, que aquí se exaltaron con especial devoción. Por el contrario, corroborar que esos planos abiertos, no son tantos como en un principio cabía esperar. Pollack eliminó alguno de ellos por encontrarlos intrascendentes en el devenir de la historia. Eso sí, aquellos que ayudaron a editar lo que quedó, permanecen en el imaginario popular de los cronistas, sellando así una visión muy particular y definitoria del hábitat natural en el que se encuentran atrapados (los medios eran escasos) los protagonistas aristócratas, la mayoría de ellos. 
Gran parte de culpa por retener esos esbozos cuasi pictóricos residen en el trabajo del operador David Watkins, así com, del mencionado Barry, acompasando el ritmo y la absorbente partitura recordada por siempre. La historia acaba como empieza, dejando un escaso halo de esperanza a una civilización que tiene que aprender a convivir entre ellos, sin el intrusismo de las potencias europeas, a punto de entrar en guerra. Pollack disecciona ese ambiente extraño, supeditando el quehacer de la cámara a una narración cadenciosa y lineal, tan solo rota por las escenas más épicas. Un calor asfixiante no impidió que Pollack y su equipo trabajaran durante varias semanas en las zonas lindantes a Nairobi, a expensas de contraer alguna enfermedad (malaria, sifilis, etc.) como les ocurre a los protagonistas principales. «Yo soñé que tuve una granja en África». Una voz en primera persona (Streep) rememora esos años de soledad, tristeza y amor perdido que la mantuvo viva sin quererlo. Un retrato duro y revelador de la realidad de un continente falto, en ocasiones, del coraje suficiente para salir adelante. La aristocracia abraza la pobreza, no así una educación desterrrada hasta la llegada de Karen (más tarde, a su regreso al continete europeo, convertida en la novelista Dinesen), la verdadera inspiradora de la libertad de los habitantes indigenas que la acompañan en su periplo por un mundo desconocido.
El éxito que comportaría el estreno de Memorias de África, nominada a diez premios de la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos (obtuvo un total de siete estatuillas, incluidas las de Mejor Banda Sonora, Mejor Director, Mejor Película y Mejor Director de Fotografía), daría lugar a un renovado interés de la cinematografía norteamericana y también de Gran Bretaña a emplazar la cámara en el continente negro. De esta forma, se rodarían en el curso de los siguientes años, entre otras, Pasiones en Kenia (1987), Gorilas en la niebla (1988), Los demonios de la noche (1996)  y Soñé con África (2002), cuya música escrita por Maurice Jarre trataría de seguir la estela del impacto que en su día mereció la composición de John Barry para la cinta dirigida por Sydney Pollack, una de las claves para entender su repercusión a escala planetaria.•
 
   
     
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Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Canción de África / Documental original / Tráiler original de cine / Comentario con Sydney Pollack. Formato: Pal Widescreen 1.85:1 (Anamórfico). Idiomas: Castellano e Inglés. Subtítulos: Castellano, Inglés, Portugués e Italiano. Duración: 154 mn. Distribuidora: Universal Pictures. Fecha de publicación: 17 de junio de 2010.

 

   
   
     
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OUT OF AFRICA (1985) 
John Barry
Varese Sarabande VSD 5816, 1997. Duración: 38:40.


COMENTARIO
(Por Roberto Cueto): Posiblemente, si tuviéramos que buscar un equivalente en los años ochenta a Lo que el viento se llevó (1939) en cuanto a una respuesta «di­recta» y radicalmente efectiva, no condicionada por filtros intelec­tuales, sino en un nivel estrictamente emocional, a la fusión entre imagen y música, ése sería, sin duda, Memorias de Africa. El filme de Sydney Pollack es también un melodrama de lujo, con esos «grandes momentos» del cine clásico que parecían perdidos en el cine moderno: como tal exigía una música que apelara directamen­te a un sencillez (que no simpleza) emotiva y que fuera capaz de reflejar la grandeza del escenario donde transcurre la historia (Africa) y el vínculo que une a la protagonista, la escritora Karen Blixen (Meryl Streep), con ese mundo. La música de Barry, exube­rante e intimista a un tiempo, profundamente lírica, era ideal para pintar la mezcla de historia personal con esteticismo grandioso y hollywoodiense que presenta el filme.
   Desde su memorable comienzo, con las cuerdas en un registro agudo dando entrada a las trompas que expresan la majestuosidad y grandeza del paisaje africano e introduciendo el ya famosísimo tema principal de la película, es evidente que Barry no quiere limi­tarse a un mera descripción paisajística: intenta también expresar el amor que Karen siente por esa tierra a través de un lenguaje mu­sical desinhibido, brillante y elegante, sin caer en la sensiblera. Es una reacción emocional ante un paisaje más que ese paisaje en sí lo que la música está mostrando: incluso, más adelante, en la escena del safari o en la secuencia en que Karen sobrevuela África en avión, Barry compone hermosísimas piezas descriptivas (que inclu­yen el uso de coros en la escena del avión) e ilustra el sentimiento de la mujer ante su descubrimiento de África desde una nueva perspectiva (no sólo por el hecho de verla de otro modo, sino por compartirla con el hombre que ama), Ese canto de amor y de sen­timiento honesto es descrito por Barry con toda su sensibilidad puesta al servicio de una implicación inmediata del espectador: no es de extrañar que el score fuera criticado en un momento en el que tanto el cine como su música optaban por una mayor contención; por una represión de los sentimientos. Quizá el estilo ampuloso, desaforado a veces, pareciera anacrónico para cierta crítica opues­ta al modelo del «gran espectáculo» hollywoodiense, pero desde luego caló fuerte en el público. El único reproche que se le puede hacer a Barry es el de haber creado una nueva tendencia (que en realidad era muy vieja, pero estaba olvidada) en el modo de ilustrar este tipo de cine, que puede haber llevado a la imitación plana, al cansancio del espectador y al amaneramiento. Pero no sólo la música de Barry es honesta en ese sentido de representar e intensi­ficar musicalmente las intenciones del filme, sino que también con­sigue momentos serenos, de gran delicadeza e intimismo: la escena en que Karen narra una historia durante la cena sólo necesita un bello motivo en el piano acompañado por una restringida sección de cuerda para mostrar al espectador, sin necesidad de diálogo, la fascinación que el protagonista (Robert Redford) siente por Ka­ren; como buen compositor, Barry sabe dosificar la exuberancia orquestal con la economía de medios cuando es preciso: de ahí el contraste de esa secuencia con el final del filme, con el tema desa­rrollado a toda orquesta, sobre las imagen de los leones sobre la tumba. Bien, esto es Hollywood: hemos vuelto al Max Steiner que acompañaba la silueta de Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) recortada en un cielo rojo.•
   
       
   

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