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SAYLES, GUIONISTA DE LA NEW WORLD
Por Àlex Aguilera
Como hombre que se vanagloria de tener entre su agenda de debutantes cineastas tales como Ron Howard, Jonathan Demme, Joe Dante y Jonathan Kaplan, entre otros, Roger Corman supo ver en el igualmente primerizo en las artes cinematográficas a un casi treintañero escritor llamado John Sayles un firme valor de la compañía New World Pictures, antes de dar su salto definitivo a otros cometidos dentro de la Industria. «Es el tipo de persona que tiene la voluntad de especular financieramente con alguien que no ha escrito nunca un guión con anterioridad». Estas declaraciones de Sayles acerca de la figura de Roger Corman constata la libertad con la que un joven novelista —escritor de varias novelas, entre las que se encontraba Union Dues, un cuento generacional nominado a los premios nacionales del libro en los Estados Unidos— encontró al aterrizar, casi sin quererlo, en el regazo de uno de los productores más prolíficos de los años setenta y ochenta. La certitud de sus palabras remiten a los únicos tres guiones que Sayles redactó para Corman, y que a su vez fueron plasmados en la gran pantalla. Vayamos, pues, por partes, ya que el tiempo de ejecución de este trío de trabajos se reducen escasamente a otros tantos años (1978-1980) . El primero de ellos, y quizá el más conocido de todos ellos, fue Piraña (1978), el segundo largometraje del erudito Joe Dante. Tan pronto como escuchó el título del proyecto que le ofrecía la New World, Sayles vaticinó un éxito casi seguro, fuera quién fuera quien lo escribiera. A pesar de tener un guión preparado, los mandamases de la compañía —esto es, Barbara Doyle, supervisora de guiones, Roger Corman y su esposa, Julie— no estaban demasiado satisfechos. Tdos ellos encomendaron la tarea de reescritura a Sayles, quien abordó el film con mayor acción, sin olvidar su habitual y singular sentido del humor. Las pirañas —devoradoras por naturaleza— ya no acabarían matando de forma indiscriminada, incluso fuera del agua. El inicio en el interior de un embalse cercado recordaría a la seminal Tiburón (1975) —la razón de ser de la puesta en marcha del proyecto de Piraña— pero el desarrolló diferiría en varios aspectos respecto a éste, principalmente, en los enclaves utilizados (campamentos de verano, el río como conductor de los peces «asesinos» y una resolución distinta). Después de este exitoso y contundente título, Sayles financiaría ese mismo año con las ganancias que le reportara esta reescritura, la casi invisible Return of the Secaucus Seven (1980), un film que aborda el futuro incierto de un grupo de estudiantes, muy en la línea de la coetánea El relevo (1979) o la posterior Reencuentro (1982). En ese lapso de tiempo, Julie Corman habría ofrecido a Sayles confeccionar el guión de La dama de rojo, un film de gángsters dirigido por otro alumno de aquél, Lewis Teague, acerca de la tormentosa relación del famoso delincuente John Dillinger y su compañera sentim ental, interpretada por Pamela Sue Martin. El asesinato a la puerta de un cine abre este suculento film, en el que también debutaran el músico James Horner y el director, Lew Teague. La ventaja con la que contaban muchos asalariados de la New World Pictures era la de no tener que depender del visto bueno de varias personas, de forma correlativa o en escala, sino que las decisiones eran tomadas casi sistemáticamente por parte de Roger Corman o su ayudante Barbara Doyle; no habían intermediarios, y las cosas se hacían de forma directa. «Redacté muchos menos borradores trabajando para Roger que en ningún otro sitio, y en lo que a mí respecta no hubo retoques y trabajos extraordinarios que ‘mejoraran’ el trabajo final». Una conclusión a la que llegaría Sayles después de acometer su año con mayor carga de trabajo. En 1980, el futuro director de Limbo trabajó para una pequeña compañía, subsidiaria de la New World, la Group 1, para dar sentido a una leyenda tan urbana como cierta, la de los pequeños cocodrilos adquiridos, a finales de los años setenta, por parte de padres irresponsables en tiendas de animales, para luego ser tirados por el retrete hasta alcanzar las alcantarillas neoyorquinas una vez que el tamaño de estos reptiles iba aumentado de forma significativa. La bestia bajo el asfalto (1980) es una apreciable Monster Movie que buscaba en la inoperancia de los progenitores y en la falta de control de los estamentos farmacéuticos el punto de mira de un cineasta que empezaba a cuestionarse según que comportamientos negligentes. A la vez que confeccionaba este inteligente guión, Sayles se las tuvo que ingeniar para desarrollar Aullidos (1980), una historia de «hombres-lobo» (reales) en un entorno aparentemente idílico, una residencia-balneario exclusiva para gente que padece trastornos relacionados con la licantropía. Nuevo encuentro con Joe Dante en un film que destila humor, opera en forma de homenaje —los protagonistas se apellidan igual que famosos directores del género de terror del los años treinta y cuarenta— y cuenta con excelentes efectos de maquillaje —cortesía de Rob Bottin, alumno aventajado de Rick Baker—según la novela de Gary Bradner, quien curiosamente repudiaría un film mucho más denso que su narrativa desigual y poco original. Finalmente, Sayles intervendría de forma indirecta en la epopeya espacial de Corman, Los siete magníficos del espacio (1981), del dibujante nipón Jimmy T. Murakami. Lo que en un principio iba a ser proyecto titulado Mutiny in the Bounty in Space, acabaría por convertirse en una parodia bastante risible de La guerra de las galaxias (1977) —aunque su título estrenado en castellano apunte a la idea de una versión galáctica de Los siete magníficos (1960)—, eso sí, con numerosos efectos visuales y especiales que mermarían de alguna forma el guión de Sayles, más centrado en la relación entre los personajes, por lo que acabaría siendo una Space Opera, sin el sentido del humor que intentó infundir Sayles. En la obra escrita por Marc Jancovich y James Lyons sobre una cincuentena de directores, recogían la opinión de un crítico de la época que definía a la perfección el cometido del cineasta neoyorquino en sus años de aprendizaje, a escala profesional: «Sayles aportó inventiva y humor subversivo a la rutina de los géneros populares (...) su Don para los diálogos ingeniosos, personajes de carne y huesos, y revisionismo inteligente y juguetón por lo que respecta a los géneros, además de su capacidad para entregar el trabajo rápidamente, llevó a Sayles como revisor de guiones muy solicitado»(1).
(1) Declaraciones recogidas en el libro escrito por Marc Jancovich y James Lyons. Fifty Contemporary Filmakers. Londres, 2002.
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