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El planeta de los simios Planet of the Apes |
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Director (es) : Franklin J. Schaffner | ||||||||||||
Año : 1967 | ||||||||||||
País (es) : USA | ||||||||||||
Género : Ciencia-ficción | ||||||||||||
Compañía productora : Twentieth Century-Fox | ||||||||||||
Productor (es) : Arthur P. Jacobs | ||||||||||||
Productor (es) asociado (s) : Mort Abrahams | ||||||||||||
Compañía distribuidora : Radio Films S. A. E. | ||||||||||||
Guionista (s) : Rod Serling, Michael Wilson | ||||||||||||
Guión basado en : la novela homónima de Pierre Boulle | ||||||||||||
Fotografía : Leon Shamroy en Panavision y Color DeLuxe | ||||||||||||
Director (es) artistico (s) : Jack Martin Smith, William J. Creber | ||||||||||||
Vestuario : Morton Haack | ||||||||||||
Maquillaje : John Chambers, Ben Nye, Paul Malcolm, Dan Stiepcke | ||||||||||||
Música : Jerry Goldsmith | ||||||||||||
Montaje : Hugh S. Fowler | ||||||||||||
Sonido : Herman Lewis, David Dockendorf | ||||||||||||
Ayudante (s) de dirección : Willy Kissel | ||||||||||||
Duración : 112 mn | ||||||||||||
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Charlton Heston
Kim Hunter Roddy McDowall Maurice Evans James Whitmore James Daly Robert Gunner Linda Harrison Lou Wagner Jeff Burton Woodrow Parfrey |
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Año 2037. Una expedición que viaja hacia el espacio exterior se estrella contra un mar en medio de un planeta desconocido. El comandante Taylor y el resto de los supervivientes, se adentran en un agreste e inhóspito lugar denominado la «zona prohibida». Después de varias horas de expedición, son perseguidos y capturados por una banda de simios que adoptan hábitos humanos. Los expedicionarios son juzgados por un tribunal formado por ancianos simios, pero Taylor logra huir merced a la ayuda que le presta Zira, una joven doctora simio. | ||||||||||||
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«SOY LEYENDA»
EN LA «ZONA PROHIBIDA»
Por Adrián Sánchez
![]() ![]() Resulta particularmente difícil escribir, o más bien tratar de escribir, algo nuevo, algo de cierta originalidad sobre una film tan extensamente tratado como El planeta de los simios, un título capital en la historia y evolución de la sci-fi que ha sido atacado desde todos los puntos de análisis posibles y en todos ha salido triunfante. Virtuosa como película de acción, rica como alegoría, renovadora en cuanto a la técnica, revolucionaria en el empleo de la música, esa partitura «electrónica sin electrónica» de Jerry Goldsmith que todavía asombra hoy por la audacia de su ruidismo y su desafiante atonalidad, abierta a lecturas en clave política o de género puramente (¿no es un film tremendamente cercano al western?)... En definitiva, una maestría absorbente y magnética, emocionante y penetrante que nace, en palabras de Carlos Aguilar «de la habilidad para sintetizar/alternar la vertiente espectacular y al especulativa».
El planeta de los simios es, y voy a descubrirme ya, la obra maestra de la ciencia-ficción norteamericana, superior a cualquier otra precisamente por esa cualidad mágica de equilibrar todas sus propuestas intelectuales mientras las supedita a la narración pura. Superior y tan influyente (como poco) a 2001: Una odisea del espacio (1968), film al cual ha sido sistemáticamente subordinado,
![]() ![]() De este modo y pese al empeño personal del publicista, representante y productor Arthur P. Jacobs, la existencia de esta película se debe a la presencia en ella, y al compromiso con ella, de Charlton Heston, ya que mientras el primero presentaba como único bagaje su calamitoso musical El extravagente Dr. Doolitle (1967), un film carísimo que supuso un batacazo descomunal, el actor acreditaba solvencia y personalidad. Frente a unos Blake Edwards (el responsable de haber ideado ese final impactante para el film) o Sydney Pollack que no quedaron convencidos de las posibilidades, Heston prefirió sin rodeos a Franklin J. Schaffner, con quien había quedado muy satisfecho en la ya mencionada El señor de la guerra, cruda aproximación medieval de gran violencia y glamour extirpado. Descartados algunos aspectos de los guiones con los cuales se estaba trabajando (la existencia de sofisticadas ciudades y otras complicaciones técnicas que dispararían el presupuesto, sustituidas por unas construcciones de inspiración precolombina y gaudiniana), ya muy, muy alejados de la novela original de Pierre Boulle, que por un lado presenta la característica técnica del «manuscrito encontrado» y por otro prefería ambientar la aventura en un planeta inventado, con lo cual el tratamiento simbólico y alegórico era más oblicuo del que la rotunda versión cinematográfica termina por presentar, la incorporación de Schaffner como director precipitó la
Un resultado, no ya de enorme potencia metafórica, sino una aventura emocionantísima, de oscuro sentido del humor (el largo bloque del juicio «herético» a Taylor o el hallazgo del cadáver disecado de uno de sus compañeros en un museo de historia natural) y puesta en escena llamativa pero no ampulosa, algo barroca pero nunca «ensimismada», pero sobre todo dotado de una progresión narrativa absorbente, de una valoración de sus elementos, tanto de acción como dramáticos, ejemplar. Desde el misterioso inicio en ese desierto rojo tomado en planos generales que aíslan y aplastan a los astronautas contra el paisaje hasta la frenética huida y captura, primera vez que vemos a esos aterradores gorilas armados en sus uniformes negros o el instante, ya legendario, en el cual Taylor recupera al fin su voz al grito de «¡Quita tus sucias garras de mí, mono apestoso».•![]() |
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Características DVD: Contenidos: Disco 1: La película. Comentario en audio de los actores Roddy McDowall, Natalie trundy y Kim Hunter y artista de maquillaje John Chambers / Comentario en audio del compositor Jerry Goldsmith. Disco 2: Detrás de las cámaras / 1967 Presentación en la OTAN / Documental Detrás del Planeta de los Simios / Tomas falsas / Prueba de maquillaje con Edward G. Robinson / Don Taylor dirige Huida del Planeta de los Simios / 6 Tráilers de cine originales / Material promocional / Galería de fotos / Menús ocultos. Formato: Widescreen 2.35:1, 16:9. Idiomas: Castellano e Inglés. Subtítulos: Castellano e Inglés. Duración: 108 mn. Distribuidora: Twentieth Century-Fox. |
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Editorial: Minotauro (Grupo Planeta).
![]() ![]() ![]() ![]() Colección: Clásicos.
Autor: Pierre Boulle.
Traducción de Joaquín Rodríguez
COMENTARIO (Por Christian Aguilera): Descatalogada desde hace diez años en lengua castellana, coincidencias o no del destino, El planeta de los simios ha sido reeditada cuando justo se cumple el centenario de su autor, Pierre Boulle (1912-1994). Evaluada la notable acogida de El origen del planeta de los simios (2011) parece, pues, que el relato escrito por Pierre Boulle cobra nuevos bríos cubierta una primera etapa del siglo XXI, e invita al seguidor de la «saga simiesca» por antonomasia a volver o hacerlo por primera vez sobre la lectura de este clásico universal. Una vez afrontado el ejercicio de lectura de El planeta de los simios (1963) teniendo bien presente el par de versiones cinematográficas que se han llevado a cabo, a fecha de hoy, se deja entrever que el propósito de Boulle no era tanto darse a conocer en un género del que se sentía ajeno —el fantástico en sus múltiples ramificaciones— sino crear una especie de alegoría, moraleja o fábula referida a la raza humana, articulando un «espejo» (el de una civilización dominada por primates con sus propias jerarquías establecidas: orangutanes, chimpancés y gorilas) que trata de mostrar elementos para la reflexión en torno al carácter hegemónico de la misma en el
![]() ![]() El viaje de Ulises por el universo de Betelguese
Pierre Boulle no salía de su asombro cuando, al cabo de un par de años de haberse editado en Francia su novena novela, el proyecto de El planeta de los simios estaba sobre la mesa de un estudio cinematográfico. Mientras trataba de buscar el personal adecuado para elaborar el maquillaje, Arthur P. Jacobs contaría por aquel entonces con un guión escrito por Rod Serling —recién salido de la que sería la primera etapa de emisión de The Twilight Zone (La dimensión desconocida)— que aparcaba la traducción de ese capítulo preliminar, de evocación gillianiana, que enlaza con el epílogo del libro. Con el correr de los años, algunos
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PLANET OF THE APES (1968) COMENTARIO (Por Roberto Cueto): El planeta de los Simios (1967) fue una de las originales e imaginativas aportaciones del cine de ciencia ficción de los años sesenta, a medio camino entre el cine de “ideas” y el espectáculo sorprendente e inesperado. Partiendo de una situación manidísima —el viaje de unos astronautas a otro planeta—, el film terminaba mostrando un mundo invertido, donde los simios eran los amos de la Tierra y el hombre estaba reducido a la condición de animal.
Teniendo presente la música de cine intentó de varias formas “describir” paisajes o criaturas de otros mundos, el empleo de instrumentos electrónicos era el cliqué más habitual a partir de Bernard Herrmann y su Ultimátum a la Tierra (1951), siempre a la búsqueda de sonoridades que resultaran ajenas a las de una orquesta convencional: era el modo de mostrar la otredad, lo extraterrestre. Todavía el cine de los setenta caminaría en la misma dirección y más aún el de los ochenta con el perfeccionamiento de los sintetizadores y los sonidos elaborados en laboratorio: las posibilidades para crear sonidos “nuevos” son ya infinitas. Sin embargo a la hora de enfrentarse con el sonido de El planeta de los Simios, Jerry Goldsmith obtó por una solución tan radical como genial: la absoluta renuncia a instrumentos electrónicos. Por el contrario, decidió aprovechar las posibilidades sonoras “no descubiertas” de u
![]() «Estaba convencido que una orquesta convencional posee recursos ilimitados que ni siquiera imaginamos. Decidí emplear una orquesta convencional para hacer con ella cosas totalmente anticonvencionales. Por ejemplo, hice tocar el corno inglés sin la boquilla o que un clarinetista no tocara las notas, sino que se limitara a usar las llaves. También empleé un cuerno de caza. Es decir, conseguí efectos totalmente alejados de las sonoridades ortodoxas, pero sin salirme de los parámetros de una orquesta sinfónica, que verdaderamente no tiene límites» (1). El director del film, Franklin J. Schaffner, quería emplear instrumentos electrónicos, pero Goldsmith se opuso: «Quería un sonido de roca y madera, totalmente orgánico» (2). A esa orquesta —con arpa y sección de cuerda amplificadas—, Goldsmith añadió una extraña sección de percusión que incluía instrumentos polinesios como el ung lung, un tambor brasileño llamado cuika o un gong que era golpeado con la varilla que se emplea para el triángulo. Por otra parte, el percusionista Emil Richards descubrió las fascinantes posibilidades de unas cacerolas de hojalata: si se golpeaba su borde se obtenía un sonido agudo, si se golpeaba la base más grave; tocadas a gran velocidad producía un extrañísimo, metálico sonido percusivo que Goldsmith emplea en escenas como la frenética carrera de los astronautas hacia la cascada de agua.
Tales retorcidas orquestaciones no obedecen a una experimentación por si misma ni a un alarde de virtuosismo: reflejan a la perfección el mundo que describe la película. Para el espectador éste es descubierto a través de la alucinada mirada del astronauta Taylor (Charlton Heston), pero hay en ese m
![]() Goldsmith hace que la música se produzca una distorsión similar: no parte de los instrumentos electrónicos —que formarían parte de “otra realidad”— sino que recurren a la orquesta convencional, a nuestra tradición musical más antigua, para buscar en ella sonidos que provoquen cierta familiaridad, pero que también muestren un grado de desvío sobre lo previsible, de mutación o degradación: es nuestro mundo contemplado desde una perspectiva nueva, nuestra música sinfónica ejecutada de un modo “antinatural” pero de alguna forma, aún enraizada en nuestra memoria colectiva. La música del viaje inicial de los astronautas pinta un paisaje desolado y que provoca extrañeza, pero también alude a algo muy nuestro y antiguo: la percusión —el modo musical por excelencia de las tribus primitivas—se refiere a un universo donde la música aún no se ha intelectualizado en líneas melódicas, donde es puro ritmo. Lo irónico del caso es que la música asociada al estrato más primitivo del hombre anterior a la civilización (el simio, los primeros homínidos) es ahora la música de la nueva civilización, dominada por ese ser hasta ahora inferior e
![]() Por otra parte, el empleo del cuerno de caza crea el que posiblemente sea el efecto de “inversión” más aterrador de todo el film: la primera aparición de un simio montado a caballo cuando los hombres son cazados por los gorilas. El simio es contemplado desde la perspectiva de Taylor en un juego plano/contraplano (con un zoom sobre el mono armado y a caballo) sobre el que un cuerno de caza ejecuta una llamada, un sonido escalofriante. Pero esa “llamada” a la caza no se produce en el plano diegético (no es el simio quien toca el cuerno de caza), sino que se produce en el plano del comentario incidental de la música de Goldsmith. La cruel ironía del efecto es obvia y expresa a la perfección la patética y aterradora situación de Taylor: un instrumento asociado en condiciones normales con la caza de animales por parte del hombre, invierte ahora su función al ser la “voz” del animal, que se ha convertido en cazador del hombre. El cine de ciencia ficción ha dado pocos momentos tan sorprendentes, tan chocantes para el horizonte de expectativas del espectador como ese plano del gorila a caballo al son de ese sonido que hasta entonces sólo parecía patrimonio del ser humano.•
(1) Jerry Goldsmith On Film Music, contenido en el libro de Tony Thomas The View from the Podium. Londres, A. S. Barnes & Co., 1979, pág. 229. |
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