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Ariane
Love In the Afternoon
     
    Director (es) : Billy Wilder
    Año : 1957
    País (es) : USA
    Género : comedia romántica
    Compañía productora : Allied Artists para United Artists
    Productor (es) : Billy Wilder
    Productor (es) asociado (s) : William Schorr, Doane Harrison
    Compañía distribuidora : CB Films
    Guionista (s) : Billy Wilder, I. A. L. Diamond
    Guión basado en : la novela "Ariane" de Claude Anet
    Fotografía : William C. Mellor
    Director (es) artistico (s) : Alexandre Trauner
    Vestuario : Hubert De Givenchy
    Música : Franz Waxman
    Montaje : Leonid Azar
    Montaje de sonido : Del Harris
    Sonido : Jo De Bretagne
    Ayudante (s) de dirección : Paul Fedyer
    Duración : 125 mn
   
     
    Audrey Hepburn
Gary Cooper
Maurice Chevalier
Van Doude
John McGiver
Lise Bourdin
Audrey Wilder
Bonifas
Olga Valéry
Leila Croft
Valerie Croft
Charles Bouillard
   
   
    Ariane es una joven soñadora que vive en un modesto apartamento en París bajo la protección de su padre Claude. Entre la copiosa información que se encuentra sobre la mesa de Claude, referida a los casos que debe investigar en su calidad de detective, aprovechando la ausencia de su progenitor, Ariane se fija casualmente en los datos en torno a un maduro secuctor llamado Frank Flanagan. Fascinado por su otoñal belleza, Ariane tratará de localizarlo, ya que ha averiguado que se ha desplazado a vivir temporalmente a la capital francesa para someterse a un nuevo acto de infidelidad conyugal con una dama de la aristocracia parisina. Ariane se las ingenua para descubrir el paradero de Frank, empleando los métodos que le ha ido enseñando su padre en los últimos años.
   
   
   

ROMANCE OTOÑAL
 
Por Carlos Giménez Soria
Los grandes maestros de la historia del cine se han caracterizado siempre por la excepcional singularidad que emana de sus obras. Entre las cualidades principales que han convertido a Billy Wilder en uno de los referentes obligados del arte cinematográfico se halla, sin lugar a dudas, su admirable versatilidad para el cultivo de cualquier tipo de género, exceptuando el western —a diferencia de otro intelectual del cine clásico norteamericano, Joseph L. Mankiewicz, que abordó dicho género en una incursión verdaderamente atípica: El día de los tramposos (1970)—. A través de una filmografía como realizador compuesta de veinticinco títulos, Wilder deambuló indistintamente entre la vertiente más oscura y fatalista de la condición humana (con un enfoque marcadamente expresionista, herencia cultural de su propio origen centroeuropeo) y una visión de la vida más irónica y desenfadada (aunque teñida, no obstante, de un amargo cinismo). Dentro del primer tipo figuran desde los retratos desmitificadores del mundo de Hollywood —El crepúsculo de los dioses (1950)— o la sátira de la prensa sensacionalista —El gran carnaval (1951)— hasta el film noir más genuino —Perdición (1944)—, pasando por la denuncia antibelicista —Cinco tumbas al Cairo (1943)— o el cine de suspense —Testigo de cargo (1958)—. Sin embargo, este cineasta de ascendencia hebrea es especialmente recordado hoy en día gracias a sus comedias, en las que supo combinar un ácido sentido del humor —Bésame, tonto (1964), En bandeja de plata (1966)— con una mordacidad feroz en el retrato de tipologías —Berlín Occidente (1948), Uno, dos, tres (1961)— y una exquisita sensibilidad para la narrativa elegante y sofisticada —El vals del emperador (1948), ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? (1972)—, frecuentemente acompañada de una implacable crítica hacia la deshumanización de la sociedad norteamericana  —como ocurre en el caso de su obra maestra más unánimemente reconocida: El apartamento (1960), Traidor en el infierno (1953)—.
De hecho, Billy Wilder inició su carrera en la Meca del Cine como guionista, en colaboración con Charles Brackett, de algunos de los más destacados maestros del género cómico: Mitchell Leisen, Howard Hawks y, sobre todo, el también exiliado Ernst Lubitsch. Para Leisen escribió los guiones de Medianoche (1939), Arise, My Love (1940) y Si no amaneciera (1941). Estos films constan entre las piezas mayores del cineasta de Michigan. Por su parte, Hawks rodó una de sus screwball comedies más brillantes también en base a un guión de Brackett y Wilder: Bola de fuego (1941), variante irónica sobre el tema de Blancanieves y los siete enanitos donde el habitual enfrentamiento entre personas de distinto sexo está protagonizado por Gary Cooper y Barbara Stanwyck. Sin embargo, la suma de talentos alcanzó un nivel excepcional en las dos películas que el mismo tándem de guionistas escribió para Lubitsch: La octava mujer de Barba Azul (1938) y la mítica cinta Ninotchka (1939), que consagró a Greta Garbo también como diva de la comedia.
   En los años treinta, Billy Wilder recibió una gran influencia de este realizador berlinés, llegando incluso a incorporar en sus trabajos posteriores una buena dosis del talento humorístico que caracterizaba el famoso «toque» con que Lubitsch impregnaba siempre el estilo burlesco de sus obras. No obstante, mientras que el sentido de la comicidad de este inimitable artista jamás rebasó las fronteras de la sutil ironía, el autor de piezas como La vida privada de Sherlock Holmes (1970) o Primera plana (1974) se adentró en el terreno de un cinismo hiriente e incisivo. Este elevado grado de cinismo modificó considerablemente su personal tratamiento de la comedia romántica en relación a la sensibilidad nostálgica y poética expuesta por Ernst Lubitsch en cintas como Un ladrón en la alcoba (1932) o El bazar de las sorpresas (1940). A pesar de todo, Wilder rindió homenaje a su admirado maestro en dos de sus más brillantes películas rodadas durante la década de los cincuenta: Sabrina (1954) y Ariane, protagonizadas ambas por una jovencísima Audrey Hepburn en completo estado de gracia.
   Casi por unanimidad, la crítica tradicional ha defendido a ultranza las incuestionables virtudes cinematográficas de la primera, condenando a la segunda a una posición inmerecidamente relegada dentro de la filmografía de su realizador. El paso del tiempo ha obrado de manera mucho más justa con esta auténtica pieza de orfebrería, reivindicando para ella el calificativo de obra maestra y reconociendo el inconmensurable espíritu romántico de que hace gala en la concepción de todos sus aspectos formales. Ariane rezuma el encanto, la finura y la picardía de la comedia clásica más sofisticada. Todos los elementos que componen el film están perfectamente escogidos: por su reputación como ciudad del amor por antonomasia, París es el escenario ideal para ubicar esta lubitschiana historia donde el fingimiento y la representación juegan un papel fundamental. Como guionista, Billy Wilder ya había empleado el mismo lugar para situar la acción de Curvas peligrosas (1934) —ejercicio de juventud codirigido con Alexander Esway— y también de la citada Ninotchka. En los años sesenta, volvería a utilizar la capital francesa para filmar una de sus más corrosivas comedias sobre la destrucción de las convenciones sociales del amor: Irma la Dulce (1963).
   Del mismo modo, este proyecto supuso la primera colaboración entre I.A.L. Diamond y el realizador de El héroe solitario (1957). Ambos redactaron uno de los guiones más sólidos (sin fisuras y con unos diálogos perfectos) de cuantos trasladó a imágenes este genial director cinematográfico. A partir de entonces, escribirían mano a mano once películas más entre 1957 y 1981 —fecha del estreno del último film de Wilder, Aquí un amigo (1981)—, dando lugar a una segunda etapa en la trayectoria artística de este genial cineasta, caracterizada por el cultivo casi exclusivo del género cómico —exceptuando ese insólito melodrama en torno a la obsesión por la belleza titulado Fedora (1978)—. Sin embargo, el acierto definitivo fue la elección del trío protagonista. A la antes mencionada Audrey Hepburn —que estuvo tan resplandeciente como otra de las musas del realizador, Marilyn Monroe, en sus dos trabajos con el maestro de origen austrohúngaro: La tentación vive arriba (1955) y Con faldas y a lo loco (1959)—, se le añadieron el actor y cantante francés Maurice Chevalier, además de un Gary Cooper ideal para encarnar el papel de acaudalado seductor. A pesar de que inicialmente se plantearon dudas en relación a su edad, pensando que quizás era demasiado mayor para interpretar este personaje —como pocos años después le ocurriría a Cary Grant en la intrigante y deliciosa cinta de Stanley Donen Charada (1963), de nuevo con la presencia de Hepburn—, el resultado final demostró que Cooper era la estrella adecuada: a sus cincuenta y seis años, poseía aún el encanto físico y personal que le habían convertido en un galán de la gran pantalla décadas atrás.
   Gracias a todos estos aspectos —además de la exquisita banda sonora de Franz Waxman (con el empleo como leitmotiv musical del vals Fascinación, compuesto por Fermo Dante Marchetti) y los elegantes decorados parisinos diseñados por Alexandre Trauner—, Ariane brilla a la altura de las grandes mascaradas sentimentales filmadas por Billy Wilder, desde su debut en solitario como director con El mayor y la menor (1942).
    Ariane posee un crescendo portentoso desde ese primer encuentro de la pareja: la pícara Ariane conseguirá despertar los celos del veterano conquistador compitiendo con sus propias armas y narrándole una serie de romances ficticios que supuestamente ha mantenido con una amplia galería de amantes a lo largo de su corta vida. Lejos de aceptar esa competencia con una actitud deportiva, el consumado playboy deseará conocer a toda costa la verdad sobre el historial sentimental de su contrincante femenina.
   En la escena final se produce el hechizo mágico que ha convertido a Billy Wilder en uno de los grandes nombres de la comedia romántica. Sin lugar a dudas, se trata de uno de los desenlaces más hermosos que el realizador de Días sin huella (1945) dirigió jamás y, con justicia, ha recibido el merecido aplauso de todos los amantes del Séptimo Arte. Ariane es una obra maestra repleta de glamour y sublime finura, méritos al alcance exclusivo del talento con que han sido «bendecidos» los maestros indiscutibles de la cinematografía universal.•
   
       
   

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