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Cadenas rotas Great Expectations |
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Director (es) : Sir David Lean | ||||||||||||
Año : 1946 | ||||||||||||
País (es) : GBR | ||||||||||||
Género : Drama | ||||||||||||
Compañía productora : Cineguild | ||||||||||||
Productor (es) : Ronald Neame | ||||||||||||
Productor (es) ejecutivo (s) : Anthony Havellock-Allan | ||||||||||||
Guionista (s) : David Lean, Ronald Neame, Anthony Havellock-Allan, Cecil McGivern, Kay Walsh | ||||||||||||
Guión basado en : la novela homónima de Charles Dickens | ||||||||||||
Fotografía : Guy Green | ||||||||||||
Diseño de producción : John Bryan | ||||||||||||
Director (es) artistico (s) : Wilfred Shingleton | ||||||||||||
Coreografía : Suria Magito | ||||||||||||
Vestuario : Sophia Harris, Margaret Furse | ||||||||||||
Música : Walter Goehr | ||||||||||||
Montaje : Jack Harris | ||||||||||||
Sonido : Stanley Lambourne, Desmond Dew | ||||||||||||
Ayudante (s) de dirección : George Pollock | ||||||||||||
Duración : 118 mn | ||||||||||||
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Sir John Mills
Valerie Hobson Bernard Miles Francis L. Sullivan Martita Hunt Sir Alec Guinness Finlay Currie Anthony Wager Jean Simmons Ivor Barnard Freda Jackson Torin Thatcher Eileen Erskine Hay Petrie George Hayes Richard George Everley Gregg O. B. Clarence Richard George |
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A mediados del siglo XIX, el adolescente Philip Pirrip, álias Pip, visita la tumba de sus padres en un cementerio situado a unos centenares de metros de su hogar. Al concluir las plegarias por sus difuntos padres, Pip se topa con Magwitch, un convicto que le pide que consiga comida y una lima para deshacerse de las cadenas. Horas más tarde, al anochecer, Pip cumple su promesa, pero no tarda en ser descubierta su acción por parte de su hermana mayor, la Sra. Gargery, casada a la sazón con Joe, el herrero del condado. Durante la cena que se celebra en casa de los Gargery en honor de unos invitados, la policía local irrumpe en el inmueble solicitando información sobre dos convictos que se han escapado, Madwitch y Compeyson, a quienes Pip ha visto recientemente. Tras la respuesta negativa, Pip y el bueno de Joe se unen a la batida que organiza la policía con el ánimo de capturar al par de convictos. Una vez capturados, Madwitch confiesa que él había robado la comida y la lima y, de esta forma, exonera de cualquier responsabilidad a Pip. Al cabo de unos días, éste último recibe la invitación para visitar a la señorita Havinsham para comunicarle su intención de que sea el compañero de juegos de su pupila Estella. Entusiasmado con la idea, Pip viaja en compañía de su tío Pumblechook hasta Satis House donde le espera la decrépita e inválida señorita Havisham y su engreída protegida Estella. | ||||||||||||
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LA VIDA MANDA Por Lluís Nasarre
Parece ser que antes de la aparición definitiva de Grandes esperanzas en 1861, las ventas de las obras de Charles Dickens (1812-1870) estaban experimentando un descenso importante. Es por ello que al abordar una nueva creación, el autor de Historia de dos ciudades decide publicar su trabajo bajo los cánones de un diseño seriado (1), recuperando además, las ya utilizadas formas estilísticas de sendas y populares suyas como podían ser, Oliver Twist y David Copperfield que tan buenos réditos le habían reportado. De ese modo, convirtiendo Dickens a Pip, en el narrador y principal protagonista de la nueva historia, consigue revertir su carrera literaria y conseguir que su nueva novela sea una de las de mejores y de más éxito de su bibliografía.
Gracias al beneplácito cosechado por critica y público a raíz del estreno en 1945 de Breve encuentro, David Lean decide acometer como nuevo proyecto, la adaptación de la referida novela de Dickens —una operación que repetiría en 1947 con Oliver Twist—. Para esta ocasión, alejándose en cierta manera de los visos de intimidad que había insuflado en anteriores trabajos, el director británico, opta por desarrollar una adaptación en la que, de alguna manera, primen sobremanera los aspectos ornamentales (lujosos o no) de la época —para ejercicios de contraposición—
![]() Para Cadenas rotas (en algunas antologías se utiliza indistintamente idéntico título —Grandes esperanzas— que la novela) Lean realiza una perfecta adaptación de la trama, quedándole de ese modo las manos libres para utilizar los recursos cinematográficos que tiene a su alcance y ofrecer así su personal visión del mundo que pretende ofrecer. Auxiliado por la suntuosa fotografía del operador Guy Green para sublimar el grandioso paisaje (de imaginario a muy real) que confecciona el director artístico Wilfred Shingleton (labor que le reportó un muy merecido Oscar de la Academia en 1948) Lean orquesta un trabajo donde cada encuadre alcanza un grado expresivo importante merced a los elegantes movimientos d
![]() Deteniéndonos en diversos momentos y detalles, descubriremos que todo el encanto del film fructifica en el Ambiente Encantado de las primeras escenas. A parte de los magníficos instantes desarrollados en los páramos —deudores de la estética de otros similares de obras de la Univ
![]() Anteriormente, de celérico modo hemos llegado a la mansión bajo un cielo recreado, estetizado, que ha tenido la virtud de adentrarnos en similares territorios a los desplegados por ejemplo por Jean Cocteau en su film del mismo año, La bella y la bestia. En aquel film, también existía una mágica comunión entre la realidad y la fantasía (aspectos muy de Dickens) y de igual modo Lean marca el tempo adecuado para palpar, sentir, respirar y florecer todos los miedos
![]() La segunda parte del film desgraciadamente es menos convincente. Hay quien lo argumenta en la interpretación de John Mills con Pip. Creen que el intérprete posiblemente sea mayor para interpretar a alguien tan joven. Personalmente considero que tal aspecto no es determinante. Bajo mi punto de vista la intensidad desciende por el tratamiento de la relación de Pip y Estella (Valerie Hobson) de adultos. Su relación se mueve por terrenos predecibles y convencionales dirigiendo a la historia hacia un acadecismo casí monótono. Sus momentos de niño son más sobresalientes. La composición y la “gracia” de una jovencísima Jean Simmons contribuye a ello creando la sensación de que son personajes, los adultos en contraposición a los niños, totalmente diferentes. Únicamente el regreso del convicto Magwitch, trae un soplo de aire fresco a la historia. Recuperaremos el vigor, el pulso y la belleza fílmica que parecían haberse perdido. Su aparición multiplicará una vez mas las revelaciones narrativas de la historia dando pie a nuevas relaciones y emocionantes conexiones inesperadas (a retener el proceso emocional entre el nuevo Pip y el nuevo Magwitch).
A modo de coda, en 1998, el mexicano Alfonso Cuarón —director de Harry Potter y el prisionero de Azkabán (2003), con mucho la más interesante y personal de toda la saga— ofrece una nueva versión —sin traicionarla— del clásico consiguiendo transmitir el clima adecuado y una sensibilidad inesperada y nada habitual en su intención «modernizadora».•
(1) Inicialmente publicada en All the Year Round -semanario literario propiedad del propio Dickens que llevó a cabo la serialización de muchas novelas prominentes de la época- desde diciembre de 1860 hasta agosto de 1861. |
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Editorial: Alba.
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COMENTARIO (Por Christian Aguilera): No cesan los escritores de toda índole y latitud que se van incorporando al parque editorial prestos a citar las obras de Charles Dickens (1812-1870) como lecturas indispensables para entender las claves de la época victoriana evaluadas desde un prisma favorecedor de las motivaciones de las clases menos pudientes, pero asimismo como ejercicios estilísticos de primera magnitud. En los últimos tiempos Alba Editorial ha tenido el acierto de incorporar a sus excelsas colecciones de clásicos —bajo la denominación Minus y Maior— un cuarteto de piezas literarias de Dickens, a saber, Oliver Twist (1837-1839), Estampas de Italia (1846), Grandes esperanzas (1860-1861) y La señora Lirriper (1863-1864), que pueden dar la medida de la evolución de un escritor cuya existencia llegaría a su fin cumplidos los cincuenta y ocho años de edad. Tiempo relativamente corto desde la perspectiva actual, pero bastante ajustado a los cánones de los nacidos en los albores del siglo XIX, máxime cuando Charles Dickens sufrió una infancia y una adolescencia teñida de crueldad y dureza que haría mella en su salud cuando ya había alcanzado fama de ser una pluma distinguida en todo el mundo. En apenas tres décadas concentraría el grueso de una obra literaria generalmente publicada por entregas en aquella época, que conectaba de inmediato con las working class ![]() Indiscutiblemente, el molde de muchos personajes que Dickens trazó sobre el papel lo procuraría el bagaje vital de una infancia y adolescencia sojuzgada por una falta de esperanzas y estímulos sufridas en las carnes del propio escritor inglés. Great Expectations no escapa a semejante consideración, ya que muchos son los paralelismos que se adivinan entre ese universo que conoció de motu proprio Dickens en sus años de formación y aprendizaje mundano, y la fauna de personajes que pululan en torno a la errática existencia de Pip. La novela que se muestra hoy en día —si atendemos a un orden cronológico— como el último gran logro literario de su artífice, destila esa afinidad por unos personajes abandonados a su suerte que tratan de encontrar la senda de la felicidad —aquella que les había sido arrebatada desde temprana edad— a partir de un «viaje» personal que conlleva tanto renuncias como beneficios en lo material y en lo anímico. La prosa de Dickens se muestra refinada en relación a anteriores obras, con un estilo que se define sobre todo a la hora de aportar luz y calidez a unas realidades presas de la pobreza y de la perenne humillación de sentirse el «último eslabón» de la cadena humana. El escritor británico invierte no pocos esfuerzos en «idealizar» ese mundo, reservándose esos espacios oscuros que apelan a una prosa enrocada en formas y expresiones ásperas y cargadas de maledicencia para los que ostentan el papel de «guardianes» de la sociedad. Allí aparece el «espíritu burlón» de Henry Fielding —autor de Tom Jones (1749) por el que Dickens profesaba una notable admiración al punto que uno de sus diez vástagos llevaría su nombre completo— y de William
![]() Adaptaciones cinematográficas: del clasicismo a la modernidad
Diversas han sido las producciones cinematográficas y televisivas que han tomado el detalle o simplemente han buscado inspiración en la novela Grandes esperanzas, pero dos de ellas despuntan —al menos desde la evaluación que permite el paso del tiempo— por encima del resto. En primer término, Grandes esperanzas o Cadenas rotas (1946) —indistintamente se la conoce por uno u otro título— es una adaptación de manual concebida por el talento de David Lean en su manejo por apartarse de la literalidad del texto y sacar rédito a las posibilidades que ofrecía ya en aquel periodo un arte fundamentalmente visual. La puesta en escena de Lean no hace más que «interpretar» en imágenes un texto que cada uno de nosotros visualizamos al (re)leerlo, pero muchos nos podemos sentir afortunados al alinearnos con las formas que toman a los ojos del cineasta británico, uno de cuyos puntos fuertes radicaba en ese aprecio por recrearse en el detalle que, según apunta Tomás Fernández Valentí en su excelente monografía (Dirigido por Colección Serie Mayor, 2000), tendría su punto de ![]() |
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