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El cazador
The Deer Hunter
     
    Director (es) : Michael Cimino
    Año : 1978
    País (es) : USA
    Género : Drama
    Compañía productora : Universal Pictures
    Productor (es) : Barry Spikings, Michael Deeley, Michael Cimino, John Peverall
    Productor (es) asociado (s) : Marion Rosenberg, Joann Carelli
    Compañía distribuidora : C. B. Films
    Guionista (s) : Deric Washburn
    Guión basado en : en un relato de Michael Cimino, Deric Washburn, Louis Garfikle y Quinn K. Redeker
    Fotografía : Vilmos Zsigmond en Panavision y Technicolor
    Director (es) artistico (s) : Ron Hobbs, Kim Swados
    Maquillaje : Del Acevedo, Edwin Butterworth
    Música : Stanley Myers
    Montaje : Peter Zinner
    Montaje de sonido : Teri E. Dorman, James Fritch, James J. Klinger
    Sonido : C. Darin Knight
    Efectos especiales : Fred Cramer
    Ayudante (s) de dirección : Charles Okun, Mike Grillo
    Duración : 183 mn
   
     
    Christopher Walken
Robert De Niro
John Savage
John Cazale
Meryl Streep
George Dzundza
Chuck Aspegren
Rutanya Alda
Amy Wright
Pierre Segui
Helen Tomko
   
   
    Actando las órdenes del ejército norteamericano, tres operarios de una industria siderúrgica de una población de Pensilvania, Mike, Nick y Steven, se aprestan a viajar hacia Vietnam para combatir. La traumática experiencia que sufren durante la contienda bélica marca para siempre el resto de sus vidas. A su regreso a los Estados Unidos, Mike es aclamado como un héroe, pero en su conciencia anida el ánimo de buscar a su compañero Nick, ya que Steven se encuentra postrado en una silla de ruedas. Adicto al juego y a las drogas, Nick ni tan siquiera reconoce a Mike, con quien coincide en un lugar clandestino de Saigón donde se celebran apuestas con la mortífera ruleta rusa.
   
   
   

LA RULETA RUSA
 
Por Enric Ros
El cazador es, obviamente, mucho más que una película sobre los traumas derivados de la experiencia norteamericana en Vietnam. Este filme faraónico, a la postre exitoso y multilaureado por Hollywood, fue producido sin embargo contra la Michael Cimino, Robert De Niro y Meryl Streep durante el rodaje de "El cazador".voluntad de United Artists, y gracias al tesón de la productora Joann Corelli —a la que aún hoy Michael Cimino considera su ángel protector, su verdadera «arma secreta», según sus propias palabras—. Al fin y al cabo, puede resultar comprensible que los estudios recelaran ante una película que combinaba el filme coral con el cine épico sobre la vida de los inmigrantes en la tierra prometida, el melodrama intimista, la home movie de vocación casi documental, la crónica familiar de aliento viscontiniano, el cine bélico vigoroso y perturbador (como el de los mejores cineastas de la generación de la violencia, como Robert Aldrich o Samuel Fuller) e incluso el filme de “propaganda” —eso sí, trufado de emoción— si atendemos a ese bello e inusual final, de espíritu fordiano, en el que los descoyuntados personajes aún sacan fuerzas para entonar “God Bless America”, en el bar de su viejo amigo John Welsh (George Dzundza).
 
Un film sobre la identidad norteamericana
 
En una magnífica entrevista concedida a Jean-Baptiste Thoret, publicada en octubre de 2011 en el Cahiers du Cinema francés, Cimino mostraba su filiación con el cine clásico de John Ford insistiendo en que el verdadero significado de sus filmes se encuentra en la contemplación “de los cielos inmensos de Montana o en las primeras nieves de las montañas de Colorado”. Quizá por eso, en la primera parte de El cazador, el director se dedica a rodar, con fervor casi religioso, los paisajes del North Cascades National Park, en Washington, convertidos en el símbolo de la tierra prometida —o quizá del paraíso perdido—; un hogar al que, una vez perdida la inocencia, ya no es posible regresar, tal y como ya vaticinó en su día Nicholas Ray. Un regreso al pasado del todo imposible que ejemplifica a la perfección Michael (Robert De Niro) cuando decide esconderse al llegar al pueblo, como si fuera un ciervo en el corazón del bosque, para protegerse de la bienvenida a un hogar que ya no parece reconocer como suyo.
   Del mismo modo que Ford encontró su Arcadia cinematográfica en los paisajes de Monument Valley, el cine de Cimino no podría entenderse sin la apabullante presencia de los bucólicos y montañosos parajes de Montana, Wyoming o Colorado; unos paisajes ancestrales que contrastan con la zozobra vital de las criaturas que los transitan, como el malherido y algo trastornado delincuente de medio pelo interpretado por David Morse en 37 horas desesperadas (1990) , o como el angustiado e introspectivo Michael de El cazador. Al igual que el Humphrey Bogart de El último refugio (1941) o el Burt Reynolds de Deliverance (1972), el personaje interpretado por De Niro en El cazador  parece anhelar un retorno mágico al estado primigenio del ser humano, antes que la civilización convirtiera la caza alimenticia en simple caza deportiva. Es justamente lo que le ocurre al mucho más atildado capitán Alan Thorndike (Walter Pidgeon) en El hombre atrapado (1941); como él, Michael comete el error de entregarse a la caza por pura frivolidad, para confirmarse a sí mismo su destreza o su masculinidad exultante. Más tarde, la locura de la guerra se encargará de enseñar a los dos personajes la magnitud de su error, lo que provocará que ambos decidan redimirse tomando una nueva dirección vital; en el caso de Thorndike, armándose hasta los dientes para terminar de una vez por todas con Hitler; en el de Michael, renunciando definitivamente a la violencia, alcanzando así un estadio de madurez que se expresa a la perfección en el bello momento en que el cazador encara su mirada con los ojos acuosos de un ciervo que parece recordarle a Nick (Christopher Walken), su compañero perdido en la guerra, para sellar su renuncia a la caza con un lacónico “O.K.” y, a continuación, efectuar un último disparo al aire.
   Bajo su apariencia de relato costumbrista, El cazador es, en realidad, una película de vocación política sobre la identidad norteamericana. La carrera de Cimino se construye precisamente moldeando con mano maestra los arquetipos de dicha cultura: el inmigrante que hace suya la tierra prometida, aunque ésta diste de ser un paraíso; la masculinidad herida que trata de afirmarse sin dejarse llevar por la tentación de la violencia; el hombre herido o enfermo que decide refugiarse en la naturaleza para recobrar el ansiado “estado natural” del ser humano; el hombre civilizado que trata de comprender las fuerzas primigenias de la naturaleza y hacerle frente a la violencia con una mezcla de valor y enajenación. La ruleta rusa —cuestionada por algunos críticos que insistieron en que jamás se tuvo noticia de que tan macabro juego se practicara en Vietnam— es sin duda el símbolo ideal de la locura de la guerra y de la hybris política norteamericana, que tanto dolor causó entre sus ciudadanos con una política exterior alocada e irresponsable. Su imagen pregnante ha calado en la memoria del espectador a pesar de que, en realidad, las escenas en que aparece tan solo ocupan una pequeña parte de un filme que, valientemente, aleja el foco de la acción hasta una perdida comunidad ortodoxa en un más bien cochambroso pueblo industrial de Pennsilvania.
   La predilección por el plano panorámico y la puesta en paisaje nos remiten a otros cineastas amantes de colocar a sus personajes en espacios abismados, que los engullen y al tiempo les otorgan su pleno significado, como Terrence Malick o Werner Herzog, como Raoul Walsh o Sam Peckimpah, con cuya visión dualista del imaginario norteamericano —esa mezcla de atracción y rechazo por su país de origen, que siempre parece encontrar un inesperado equilibrio en sus ficciones— guarda tantos puntos de contacto. En El cazador encontramos el aliento clásico de los filmes de los ya citados Ford —Cimino siempre recuerda con orgullo que John Wayne fue el encargado de otorgarle el Oscar® por esta película— y Walsh, junto al espíritu bigger than life y a la mentalidad outsider de cineastas como Arthur Penn, Hal Ashby, Robert Altman o el Francis Ford Coppola más inspirado. Aunque la historia del Cine lo incluya entre los mejores cineastas del New Hollywood, con El cazador o con la incomprendida y maravillosa La puerta del cielo (1980), Cimino confirmó su condición de artista total —arquitecto del espacio escénico y pintor del paisaje americano, además de notable fabulador de epopeyas contemporáneas—, incomprendido y genial como el protagonista de El manantial, la novela de Ayn Rand que en algún momento fantaseó con adaptar al cine. En la actualidad, según parece, el director se ha convertido en un verdadero “apestado” para la industria, pero también en un auténtico mito viviente —una condición que él parece más bien interesado en rehuir—, encumbrado por la crítica y los aficionados al cine como un verdadero maestro cuyo regreso aún se sigue anhelando, un icono de un cierto cine de autor americano que, a estas alturas, parece prácticamente extinguido. Como dijo un Brian De Palma ya definitivamente asimilado por la industria del cine contemporáneo, en una conversación con el equipo de rodaje de Mission: Imposible (1995) que terminó por trascender a la prensa, «alguien que ha dirigido una película como El cazador es sin discusión un inmenso cineasta».•
   
     
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Características DVD: Contenidos:
Menús interactivos / Acceso directo a escenas. Formato: Pal Widescreen 2.35:1, 16:9. Idiomas: Castellano, Inglés, Alemán e Italiano. Subtítulos: Castellano, Italiano, Alemán, Inglés, Portugués y Turco. Duración: 175 mn. Distribuidora: Universal Pictures.
   
     
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Editorial: Dirigido.
Colección: Programa doble nº 45.
Autor: Ángel Comas.
Fecha de publicación: 2000.
160 pp. Rústica. 12,5 x 19,7 cm. Incluye estudio El último refugio.
   
   
     
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    THE DEER HUNTER (1978)
Stanley Myers

Capitol Records CDP 7 92058 2, 1989
   
       
   

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