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El último hombre... vivo The Omega Man |
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Director (es) : Boris Sagal | ||||||||||||
Año : 1971 | ||||||||||||
País (es) : USA | ||||||||||||
Género : Terror | ||||||||||||
Compañía productora : Warner Bros. | ||||||||||||
Productor (es) : Walter Seltzer | ||||||||||||
Compañía distribuidora : Warner Española | ||||||||||||
Guionista (s) : John William Corrington, Joyce H. Corrington | ||||||||||||
Guión basado en : en la novela Soy leyenda de Richard Matheson | ||||||||||||
Fotografía : Russell Metty en Cinemascope y Technicolor | ||||||||||||
Director (es) artistico (s) : Walter M. Simonds, Arthur Loel | ||||||||||||
Decorados : William L. Kuehl | ||||||||||||
Vestuario : Margo Baxley, Bucky Rous | ||||||||||||
Maquillaje : Gordon Bau | ||||||||||||
Música : Ron Grainer | ||||||||||||
Montaje : William Ziegler | ||||||||||||
Sonido : Robert Martin | ||||||||||||
Ayudante (s) de dirección : Donald Roberts | ||||||||||||
Duración : 114 mn | ||||||||||||
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Charlton Heston
Anthony Zerbe Rosalind Cash Paul Koslo Lincoln Kilpatrick |
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La guerra biológica ha diezmado la población en la Tierra. Los Angeles es ahora una ciudad fantasma. Robert Neville prepara una vacuna que lo inmuniza justo antes de que la plaga asole el mundo. Ahora, Robert recorre las calles desiertas durante el día, encerrándose en su refugio al ponerse el Sol, cuando los otros supervivientes emergen de una urbe desolada. Estos supervivientes son una raza no humana, una extraña secta liderada por un enigmático personaje invidente, que al igual que aquéllos sólo sale de su guarida por las noches. | ||||||||||||
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Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Introducción de Joyce H. Corrington (Guinista), Paul Koslo y Eric Laneuville / Documental: "El Último Hombre... Vivo" / Trailer cinematográfico. Formato: Pal 2.40:1, 16:9 (Anamórfico). Idiomas: Castellano, Inglés y Alemán. Subtítulos: Castellano, Inglés, Alemán, Portugués, Noruego, Sueco, Croata, Eslovenio, Griego, Húngaro, Polaco, Turco, Inglés para sordos y Alemán para sordos. Duración: 94 mn. Distribuidora: Warner Home Video. |
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Editorial: Minotauro.
Colección: Clásicos.
Fecha de publicación: noviembre de 2007.
180 pp. 15,0 x 23,0 cm. Tapa dura.
COMENTARIO (Por Tomás Fernández Valentí): El reciente estreno de Soy leyenda (2007), de Francis Lawrence, ha vuelto a traer al primer plano de la actualidad cultural el nombre del novelista norteamericano Richard Matheson, autor de la famosa novela homónima en la que, en principio, se basa aquélla (en la práctica, como veremos más adelante, su condición de adaptación del libro de Matheson es harto discutible). No es la primera vez, ni probablemente será la última, que la obra de este excelente e inquietante escritor ha sido objeto de tratamientos fílmicos: basta con recordar, entre las principales versiones de sus obras, El increíble hombre menguante (Jack Arnold, 1958), basada en su novela El hombre menguante; el famoso telefilm de un primerizo Steven Spielberg El diablo sobre ruedas (1971), según el relato Duelo; La leyenda de la mansión del infierno (John Hough, 1973), que adapta el libro de Matheson La casa infernal; En algún lugar del tiempo (Jeannot Swarc, 1980), a partir de su novela Bid Time Return; así como Más allá de los sueños (Vincent Ward, 1998) y El último escalón (David Koepp, 1999), a partir de los libros homónimos editados no hace mucho en España y con posterioridad a los estrenos de sus respectivas versiones para la gran pantalla (1).
La pesadilla de Robert Neville
Si bien novelas como las ya citadas El hombre menguante o La casa infernal, así como cuentos como Nacido de hombre y mujer, se encuentran entre las aportaciones fundamentales a la literatura fantástica del siglo XX por parte de este escritor nacido en Allendale (New Jersey) el 20 de febrero de 1926, qué duda cabe que entre toda su producción ocupa un lugar de honor Soy leyenda. Originalmente publicada en los Estados Unidos en 1954 –en España lo hizo por primera vez, y salvo error, en 1960—, su argumento, a simple vista muy sencillo pero en el fondo tremendamente complejo y repleto de sugerencias de toda índole, transcurre en un hipotético Los Ángeles futurista ubicado entre los meses de enero de 1976 y 1979 (téngase en cuenta, naturalmente, la fecha de su primera edición norteamericana). Una catástrofe ha arrasado el planeta y ha aniquilado a la humanidad entera con la única excepción del protagonista del relato, Robert Neville, quien durante el día recorre la ciudad en coche, tomando todos aquellos víveres y utensilios que necesita para su supervivencia, y por la noche, se dedica a resistir, parapetado
![]() La novela está escrita con un estilo asimismo sencillo (que no simple), directo, seco y conciso, escasamente descriptivo del entorno de su atormentado protagonista pero, al mismo tiempo, profundamente subjetivo y psicológico, que toma al personaje de Robert Neville como eje de un agudo discurso sobre la entereza del ser humano ante una situación extrema. No anda al respecto nada desencaminado Stephen King, quien en Danza macabra, su irregular pero interesante ensayo sobre literatura y cine fantásticos, explica que Matheson destaca por «su interés por centrarse en un único personaje sometido a una gran presión, de modo que dicho personaje pueda ser concienzudamente examinado, poniendo el énfasis en su coraje frente a la adversidad, su dominio del terror frente a lo que parece ser un telón de fondo normal y cotidiano» (2).
En efecto, las pruebas a las que Neville se enfrenta en las páginas del libro son tanto o más titánicas que aquéllas a las que hace frente en sus adaptaciones para el cine, de las que hablaremos más adelante, puesto que incluyen no sólo una gran resistencia física y mental frente al miedo, la soledad, la necesidad de aprovisionarse cada día para subsistir y, sobre todo, para hacer frente cada noche a la horda de vampiros que ronda alrededor de su casa, sino que también le afectan sus pensamientos, sentimientos y deseos más íntimos. Neville estaba casado antes de la catástrofe que arrasó el planeta, y por las noches suele soñar con su esposa Virginia, cuyo recuerdo le atormenta. Como la novela nos presenta a Neville ya desde el principio en su vivienda-refugio, parapetado contra los ataques nocturnos de los no-muertos, no es hasta que la acción está bastante avanzada cuando iremos descubriendo, por mediación de los recuerdos del protagonista, que su propia esposa acabó convertida en vampiro y que, en cierta ocasión, se la encontró dentro de su propia casa, y a punto de atacarle, viéndose obligado a matarla, en el que es sin duda uno de los pasajes más angustiosos y terroríficos del libro. A todo ello hay que añadir otro aspecto muy tímidamente tratado cuando se han abordado las adaptaciones para el cine: el sexual. Algunas noches, a través de las rendijas de las ventanas, Neville puede ver entre los bebedores de sangre que le acechan a algunas voluptuosas mujeres vampiro que se acarician eróticamente el cuerpo y le llaman por su nombre, tentándole con una especie de sexo necrófilo al cual debe resistirse con todas sus fuerzas, pues le va la vida en ello, en lo que puede verse una especie de revisión del mito de Ulises y el célebre episodio de las sirenas cuyos cánticos subyugaban a los marineros y les impulsaban a estrellarse contra las rocas. Ni que decir tiene que, a la vista de lo apuntado, la lectura de Soy leyenda resulta harto recomendable, y no sólo para el aficionado al cine interesado en averiguar qué han tomado las películas del libro que las ha inspirado, sino también para cualquier amante de la buena literatura fantástica y, si me apuran, de la literatura en general, que hallará en las páginas de esta corta pero intensa novela una genuina fuente de placer intelectual y, por qué no, también de placer emotivo: Soy leyenda es de esas novelas que, una vez se leen, ya no se olvidan.
Adaptaciones de irregular fortuna
El libro de Richard Matheson ha conocido hasta la fecha tres adaptaciones oficiales al cine: The Last Man on Earth (1964), dirigida por Sidney Salkow y que en ocasiones ha sido atribuida, equivocadamente, al italiano Ubaldo Ragona; El último hombre… vivo (1971), realizada por Boris Sagal; y la recientemente estrenada Soy leyenda, de Francis Lawrence, que en puridad de conceptos no es una adaptación de la novela sino un remake de El último hombre… vivo: en sus títulos de crédito consta específicamente que Mark Protosevich y Akiva Goldsman, guionista de Soy leyenda, han partido del guión escrito por John William Corrington y Joyce Hooper Corrington para El último hombre… vivo, mientras que el nombre de Matheson y la mención a su novela aparecen en segundo lugar.
Lamentablemente inédita en España, The Last Man on Earth nació a principios de los sesenta como un proyecto de la mítica productora británica Hammer Films que al final ésta no llevó a cabo, razón por la cual el estudio pasó los derechos del libro a su socio norteamericano Robert L. Lippert, quien produjo la película en Italia. Escrita por William F. Leicester y el propio Richard Matheson, este último firmando con el seudónimo de Logan Swanson, junto con los italianos Furio M. Monetti y Ubaldo Ragona, que en las copias italianas figura como director del film, The Last Man on Earth fue en realidad dirigida por el veterano cineasta norteamericano Sidney Salkow. Excelentemente interpretada por Vincent Price, y notablemente fiel a la trama del libro, esta estupenda película de recomendable visión, rodada en un denso blanco y negro, es uno de esos títulos cuyo prestigio no ha dejado de crecer con el paso del tiempo, sobre todo cuando se tiene la ocasión de comprobar que George A. Romero prácticamente la copió en su famosa La noche de los muertos vivientes, rodada cuatro años después: las escenas de los vampiros rondando la casa de Price son idénticas a las de los zombis acechando la granja del film de Romero.
![]() La segunda versión, El último hombre… vivo, no es una gran película, pero el tiempo la ha tratado razonablemente bien, conservando algunos alicientes. Está la interpretación que del protagonista hace Charlton Heston; también están las inquietantes imágenes iniciales del film, con Neville recorriendo en su descapotable una solitaria zona de Los Angeles, deteniéndose en un cine para proyectarse el documental Woodstock (1970), creyendo oír una (inexistente) llamada telefónica de una cabina o echando a correr desesperado hacia su refugio cuando ve que se está haciendo de noche, las cuales transmiten una notable sensación de apocalíptico desasosiego. Y a pesar de que La Familia, el grupo de mutantes infectado por el virus y liderado por el fanático Matthias (Anthony Zerbe), carece del atractivo de los vampiros imaginados por Matheson, lo cierto es que su aparición da pie a un puñado de apuntes interesantes. El apartamento de Neville está lleno de objetos, muebles, obras de arte y demás enseres que en su conjunto ofrecen una visión panorámica de lo que ha dado de sí la civilización humana hasta el siglo XX, mientras que, por el contrario, los miembros de La Familia van vestidos con oscuros ropajes y capuchas que les proporcionan un aspecto medieval. Yendo más lejos, los mutantes atacan a Neville con armas «antiguas», como palos, antorchas e incluso ¡una catapulta!, mientras que el protagonista repele sus asaltos usando armamento moderno.
Finalmente, lo mejor del Soy leyenda de Francis Lawrence lo hallamos concentrado en sus aproximadamente cincuenta primeros minutos, sin duda los más atractivos, durante los cuales los guionistas, el realizador y su estrella protagonista, Will Smith, se esfuerzan en conferirle al film algo parecido a una atmósfera: Neville, al volante de su deportivo, persigue por el desértico centro de Manhattan a una manada de ciervos con el propósito de cazar uno; luego le vemos re
![]() (1) A mayor ahondamiento, me remito al artículo del colega Tonio L. Alarcón Richard Matheson. Ilustre desconocido, publicado en Dirigido por, núm. 374, enero 2008. (2) Valdemar. Madrid, 2006. Pág. 545.
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Ron Grainer
Film Score Monthly FSMCD 80127, 2008. Duración: 63: 51.
COMENTARIO (Por Christian Aguilera): Como suele ser habitual con los compositores oceánicos, las limitaciones propias de la producción audiovisual de su continente les han llevado o les llevaron a la determinación de proseguir su actividad musical generalmente en Gran Bretaña o los Estados Unidos. Así sucedió con Bruce Smeaton o más recientemente con Graeme Revell. En el caso del australiano Ron Grainer (1922-1981) buscó fortuna en las Islas Británicas a principios de los años cincuenta. Después de trabajar en diversos cometidos en el campo de la televisión y del documental, Grainer inició una etapa cinematográfica que apuntaba más alto de lo que acabó siendo. De la docena de obras que confeccionó para la gran pantalla (Esa clase de amor, El precio de la muerte, El club de los asesinos, Rebelión en las aulas, The Caretaker), la que más ha trascendido por distintos motivos ha sido su composición para El último hombre... vivo. Dejando al margen el carácter de culto que arrastra la banda sonora de The Omega Man —en consonancia con el propio film—, cuya primera edición en CD en 2000 apenas resultó visible para el aficionado, la grabación remasterizada de FSM nos permite recrearnos en una pieza eminentemente coyuntural. En su particular
![]() ![]() Asimismo, The Omega Man invita a aquellos aficionados a las bandas sonoras con una visión histórica a recrearse en los primitivos sonidos electrónicos —al descubrirse el cadáver de uno de los miembros de la «Familia»— que emulan a los sintetizadores moog empleados por grupos sinfónicos de la época como Emerson Lake & Palmer. Nada extraño teniendo en cuenta que Grainer se dedicó a coleccionar instrumentos antiguos de todas latitudes con la idea de fusionarlos con una formación jazzística. Pero su tentativa quedaría a medio camino, dejando que partituras del estilo de The Omega Man sean una mínima representación de la obra de un músico del que urge su reivindicación.•
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