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Los inconquistables
Unconquered
     
    Director (es) : Cecil B. De Mille
    Año : 1947
    País (es) : USA
    Género : Aventuras
    Compañía productora : Paramount Pictures
    Productor (es) : Cecil B. De Mille
    Guionista (s) : Charles Bennet, Frederick M. Frank, Jessy Lasky Jr
    Guión basado en : la novela homónima de Neil H. Swanson
    Fotografía : Ray Rennahan en Technicolor
    Director (es) artistico (s) : Hans Dreier, Walter Tyler
    Montaje : Anne Bauchens
    Duración : 146 mn
   
     
    Gary Cooper
Howard Da Silva
Paulette Goddard
Boris Karloff
Cecil Kellaway
Ward Bond
Katherine DeMille
Henry Wilcoxon
Cecil Aubrey Smith
Victor Varconi
Virginia Grey
Porter Hall
Mike Mazurki
Richard Gaines
Virginia Campbell
Gavin Muir
Alan Napier
Lloyd Bridges
Julia Faye
Jane Nigh
   
   
    1763. Abigail Matha Hale es una chica condenada en Inglaterra por un acto que no cometió, y salva su vida viajando a las colonias americanas como esclava durante 14 años. El capitán Christopher Holden la compra y la deja en libertad. Pero Abigail es vendida otra vez como esclava por Martin Garth, un traficante de pieles y armas al servicio de la corona que provoca una rebelión de los indios contra los colonos. Holden acude a rescatar a Abigail y ambos van a la defensa de Fort Pitt, instantes antes de su toma por el jefe indio Guya-Suta.
   
   
   

AVENTURAS Y ROMANCE EN ULTRAMAR
 
Por Lluís Nasarre
Una de las máximas del Cine con mayúsculas es la de ofrecer al público un espectáculo que nos aleje de nuestra cotidianeidad y que convoque al entretenimiento. Sobre esta premisa se han orquestado muchas de las producciones cinematográficas realizadas hasta la fecha. Cierto es que el saco es tan amplio que las características de las propuestas ofrecen mil y una facetas pero, de igual modo, no podemos obviar que posiblemente el aspecto primigenio que puso en marcha la maquinaria que, a la postre, ha resultado el Séptimo Arte, sea la de ofrecer al respetable las dosis de entretenimiento necesarias para satisfacer y complementar sus momentos de ocio. Si anteriormente al descubrimiento de los hermanos Lumière, las manifestaciones artísticas de este tipo estaban representadas por el teatro y sus «derivados», llega un momento que la oferta se complementa con el cinematógrafo, por lo que las inquietudes artísticas de los primeros pioneros pasaban más por la voluntad de distraer, que no por la de utilizar un cierto tipo de lenguaje nuevo para desarrollar ciertas tendencias. Ese aspecto se daría a posteriori.
Dentro del grupo de realizadores pioneros que, a la par, ofrecían siempre los films que el público quería ver, hallamos a Cecil Blount De Mille. Cineasta que como apuntan las fuentes, debido a esa perfecta comunión con los gustos del aficionado y repasando su filmografía, encontramos que sobresale en su ánimo, la tendencia que tenían sus películas para subrayar los aspectos épicos (espectáculo) y/o religiosos («su» mensaje) de los argumentos que desarrollaba, además remarcando notablemente los comportamiento sexuales de sus protagonistas dentro de la historia. Por otra parte, desde un plano formal, cabe decir que De Mille controlaba totalmente cada uno de sus proyectos; su brillante ingenio e imaginación lo sacaba a relucir para utilizarlo en momentos cruciales de sus procesos de realización y producción, subsanando las posibles carencias de una industria en fase de crecimiento. Un modo de trabajo resultante que se asocia con el éxito, tanto en la época silente, como en la sonora, a pesar de ser acusado por una parte de la crítica de la época de utilizar un estilo que resultaba anacrónico para la última etapa de su carrera, ya que su manera de filmar y su composición escénica era similar a la que había utilizado en la época silente. Se le censuraba, pues, que no se adaptaba a rodar utilizando las nuevas tecnologías que el cine estaba aplicando a la industria. Una postura que comportaba, según decían, oídos sordos a las exigencias del público y de los productores, los cuales sí conseguían inculcar esas teorías en cineastas como John Ford, Raoul Walsh o Michael Curtiz. No obstante, la tozudez y perseverancia —adjetivos para nada dichos con un sentido peyorativo— de De Mille, le aconseja continuar con su manera de rodar, substituyendo únicamente aspectos como el pase del mudo al sonoro, o el del blanco y negro al color, ofreciendo en contra de la opinión generalizada la misma puesta en escena que había mostrado en sus inicios, con los aspectos que la caracterizan como pueden la exageración de los gestos de los actores, a pesar de cierta rigidez estática que se traduce en una teatralidad artificiosa y algo solemne, y que conlleva poca naturalidad en determinadas composiciones. Aspectos éstos, que Billy Wilder describe perfectamente en la genial El crepúsculo de los dioses (1950), en que De Mille se interpreta a...sí mismo.
   Uno de sus últimos films de de Mille fue Los inconquistables. Trabajo que aúna en su interior el pálpito vigoroso de la aventura (por encima de todo) en su faceta más westerniana, con toques de drama y romance desarrollado todo en el contexto bélico del año 1763, durante el reinado del británico Jorge III, y localizado en Inglaterra durante los primeros compases del film, para pasar posteriormente tras un episodio marítimo (importante a nivel argumental) a las colonias americanas antes de la declaración de la Independencia, acaecida el famoso 4 de julio de 1776. Con una trama ficticia integrada dentro de un contexto histórico, y servida por los guionistas Charles Bennet, Fredric M. Frank y Jesse Lasky Jr (habituales de la nómina del director de Massachussets), inspirándose a su vez en la obra de Neil H. Swanson, The Judas Tree, la acción se inicia con la condena por parte del Tribunal Penal Central del Reino ubicado en la ciudad de Londres contra el personaje que interpreta Paulette Goddard (en el papel Abby) de la pena de muerte o el destierro de catorce años a las colonias americanas. Ésta acaba siendo vendida como esclava —ella puede elegir la pena a la que será condenada— por asesinar a un oficial de reclutamiento de la Marina. Como no puede ser de otra manera, la acusada elige la segunda opción, siendo de ese modo embarcada —con «pasaporte» a la aventura— en el barco Star of London que efectúa la travesía de Londres a Virginia. Durante el trayecto, distintos avatares hacen que sea vendida en pública subasta (...y seis peniques) al capitán Christopher Holden (un perfecto Gary Cooper al que su «arribista» prometida en la película aparece en escena para anunciarle en un paseo en barca a la luz de la luna, que lo ha cambiado por su hermano), en contraposición a las pérfidas intenciones albergadas por «el otro interesado en la mercancía», el villano de la función, Martin Garth (Howard Da Silva), hombre de negocios sin escrúpulos y amigo de los indios que utilizando a éstos pretende «limpiar» el territorio de colonos. Con este triángulo amoroso como eje vertebrador de la historia, con sus consiguientes giros dramáticos de acercamiento y alejamiento entre los vértices, el apuesto y honrado Holden contra el perverso Garth (aquí afloran los apuntes sexuales de toda obra de De Mille) pugnan por conseguir los favores de una esclava de dudosa catadura moral. Una catadura apuntada en el juicio inicial, pero desarrollada con ciertas notas de espontaneidad, fragilidad y simpatía, que enriquecen el carácter ambiguo del personaje —aparte de la interesante composición que Goddard hace de la fémina—entraremos de una vez por todas, en el contexto histórico referido (con el permiso de las licencias que siempre se toman al respecto, según los intereses de los responsables del entramado argumental) de las luchas entre las tribus nativas de Virginia y los colonos ingleses, con la consiguiente expansión territorial y la mezcla de personajes reales con ficticios, amén de apuntar otros temas como pueden ser el de la esclavitud y el del asentamiento de ex convictos en las colonias.
De Mille, cineasta puritano y políticamente ultra conservador y nacionalista —célebres son sus intervenciones en el marco de la «caza de brujas» del senador McCarthy, iniciada el mismo año que el film que nos ocupa— y admirador sin parangón de todos aquellos osados aventureros que como él —diferentes motivos ocasionaron que fuera unos de los primeros en rodar en el «territorio virgen» que se acabaría convirtiendo en Hollywood— se habían adentrado en  inhóspitos terrenos alentados por ese sentimiento pionero y de descubrimiento de un Nuevo Mundo —films suyos, aparte de Los inconquistables, como Las cruzadas (1935), Buffalo Bill (1936) o Unión Pacifico (1939), así lo atestiguan— acomete con este film una nueva vuelta de tuerca sobre los albores de la historia de su país, con las consiguientes luchas, intrigas políticas y militares —no en vano, uno de los personajes es el joven George Washington— sazonado con las dosis necesarias de acción, romance y aventura que demandaba el publico de la época. Un producto resultante de la mezcla de diversos géneros que se alinea con títulos como Corazones indomables (1939) de John Ford o Paso al noroeste (1940) de King Vidor.
   Con Los inconquistables De Mille realiza uno de sus trabajos más interesantes. Eludiendo la fácil dicotomía que se puede establecer con su trama algo simple —el triangulo comentado— el cineasta norteamericano presenta la eterna lucha entre «los buenos colonos» y «los indios malos», con el personaje de Martin Garth —ejemplar la composición de Da Silva— como detonante. De Mille y sus guionistas dibujan perfectamente los ambiguos trazos y las motivaciones de unos plurales personajes que se mueven entre muchísimas contradicciones y frustraciones internas, auspiciadas por los desprecios amorosos, y las tramas de odio que tienen tanto Holden como Garth como por los deseos de venganza desesperada —a sangre y fuego—, aunque se trate de un apuesto y honrado militar que lucha por la libertad y la independencia.
   Con un pulso narrativo encomiable y un brillante diseño de producción que consigue hermanar el cine de aventuras con el western, introduciendo momentos sumamente interesantes —como el del asalto final al fuerte mediante flechas y proyectiles incendiarios; las simpáticas escenas de la brújula en la tribu india que viene precedida por la fantasmagórica aparición de Holden entre los indios comandados por Boris Karloff;  el episodio de la persecución en el río, o la llegada, tras el sonido de las gaitas escocesas, de los «fúnebres» refuerzos—, Los inconquistables se convierte por obra y gracia de De Mille en un ejemplar y atípico film mezcolanza de géneros filmado en un hermoso, brillante y muy cuidado technicolor a cargo del operador Ray Rennahan —responsable a su vez de la dirección fotográfica de films como el citado Corazones indomables, Por quién doblan las campanas (1943) o Duelo al sol (1946), entre otros— retratando de manera realista los magníficos exteriores de la zona de los Grandes Lagos del noroeste de los Estados Unidos, o las sombras extensas y profundas de las secuencias de unos interiores —sobretodo los momentos que acontecen en el fuerte—, que sirven también para ser paisaje de lucha heroica, aderezada por la partitura del gran Victor Young, que ofrece instantes tanto de inusitado lirismo como de acompañamiento descriptivo de las diferentes situaciones, ya sean intimistas o de batalla.
   
     
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Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Filmografías. Formato:  Pal 1.33:1 , 4:3 . Idiomas:   Castellano e Inglés. Subtítulos: Castellano. Duración: 104 mn. Distribuidora:  Universal Pictures Iberia. Fecha de lanzamiento: 3 de diciembre de 2009. 

   
     
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Editorial: Dirigido.
Colección: Programa doble nº 12.
Autor: Antonio José Navarro.
Fecha de publicación: 1995.
160 pp. Rústica. 12,5 x 19,7 cm. Incluye estudio Alien, el octavo pasajero.
   
       
   

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