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Madres & hijas
Mother & Child
     
    Director (es) : Rodrigo García
    Año : 2009
    País (es) : USA-ESP
    Género : Drama
    Compañía productora : Mockingbird Pictures / Everest Entertainment
    Productor (es) : Lisa Maria Falcone, Julie Lynn
    Productor (es) ejecutivo (s) : Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro
    Productor (es) asociado (s) : Karen Graci, Tom Heller
    Compañía distribuidora : Vértice Cine
    Guionista (s) : Rodrigo García
    Fotografía : Xavier Pérez Grobet , en Color
    Diseño de producción : Christopher Tandon
    Decorados : Lisa Fischer
    Vestuario : Susie DeSanto
    Maquillaje : Sian Richards
    Música : Ed Shearmur
    Montaje : Steven Weisberg
    Montaje de sonido : Susan Dawes
    Sonido : Andy Nelson, David Raymond
    Efectos especiales : Paulina Kuszta
    Ayudante (s) de dirección : John McKeown
    Duración : 125 mn
   
     
    Naomi Watts
Annette Bening
Kerry Washington
Jimmy Smits
Samuel L. Jackson
S. Epatha Merkerson
Cherry Jones
Eileen Ryan
David Morse
   
   
    Elizabeth, Karen y Lucy son tres mujeres de distintas edades y circunstancias, aunque con un nexo común: las relaciones con sus hijas, conflictivas, difíciles, dramáticas en ocasiones, pero siempre irrompibles.
Enlace página web del film ⇒  http://www.verticecine.com/madresehijas/
   
   
   

LA HERENCIA DEL PASADO
 
Por Sergi Grau
Con este cuarto largometraje de Rodrigo García tras Cosas que diría con solo mirarla (2000), Nueve vidas (2005) y Passengers (2008) —bagaje filmográfico al que debe añadirse la realización de algunos episodios de series diversas de la HBO, contando cinco de A dos metros bajo tierra y otro de Los Soprano—, el realizador prosigue cimentando su fama de cineasta —director y guionista— interesado principalmente en la radiografía de la psicología o la naturaleza femenina, adscripción temática sustentada en argumentos de intenso voltaje dramático que requieren interpretaciones fuertes, y que, por razones de oportunidad y/o de prestigio, se ha visto correspondido por una llamativa nómina de actrices de primera división, presente o más o menos reciente, del cine norteamericano, nómina nutrida de nombres como los de Glenn Close, Cameron Diaz, Calista Flockhart, Holly Hunter, Robin Wright o Anne Hathaway, a los que en esta Madres e hijas se añade la presencia y talento de Naomi Watts y Annette Bening. Bien cierto es que al hijo de Gabriel García Márquez cabría fácilmente imputarle las definiciones postuladas por los defensores de la politique des auteurs, pues sus películas conforman un universo tan homogéneo en la perspectiva dramática como en las trazas de estilo, ello comprendiendo tanto la escenografía como la mesura del ritmo desde una meticulosa estructura de guión, que después el cineasta respeta escrupulosamente en la fase de montaje de la película, muchas veces de resultas de ello dando una expresividad que se canaliza por la vía implosiva.
El hecho de que Alejandro González Iñárritu conste acreditado como productor de la película podría llevarnos erróneamente a leer ciertas influencias de la obra y actitudes cinematográficas del primero en, al menos este título, de García. Concomitancias por supuesto que existen, ya desde la superficie de esa coralidad de personajes e historias que comparten los primeros títulos de Iñárritu (y, debe añadirse, su guionista Guillermo Arriaga) y esta Madres e hijas. Sin embargo, García es un cineasta mucho más sutil en sus exploraciones dramáticas, quizá más cerebral; sus películas dan la impresión de buscar un equilibrio entre la percepción intelectual y la que se alcanza por la vía emotiva, balanza muy desequilibrada hacia el segundo aspecto en el cine del autor de 21 gramos (2003). En íntima relación con lo anterior, y desde el prisma del estudio de personajes, Rodrigo García profesa una dramaturgia más convencional, edificando el relato a partir del lento y progresivo planteamiento de los conflictos; en Iñárritu, por el contrario, las situaciones límite tienen mayor presencia e incluso definen la naturaleza de los relatos.
   Madres e hijas hace avanzar linealmente tres historias diferentes, cuyo nexo, desnudado hasta el hueso en el título, radica, creo que esencialmente en la explicación de las repercusiones emocionales de todo alcance (de las inmediatas a las diferidas en el tiempo) que siguen a la separación de una madre y su hija tras el momento del nacimiento. No es el enunciado sobre la adopción el que prevalece, sino su negativo, la descripción de la carencia afectiva que esos dos seres separados tras los nueve meses de gestación acarrean consigo durante el resto de su vida; la madre (Annette Bening) por un sentido de culpa muy poderoso por indefinible que sea (indefinible en tanto que, en el caso que ilustra la película, no fue ella quien decidió dar a su hija en adopción, sino, tratándose de una menor de catorce años, su madre tomó la decisión en su nombre), y la hija (Naomi Watts) que ha desarrollado un carácter opaco y una mirada bastante nihilista sobre las relaciones humanas en razón de esa mácula elemental, el de carecer de madre, que la ha acompañado desde siempre. García, a través de una sucesión de cortas secuencias que escenifican lo cotidiano y un muestrario de relaciones personales de las protagonistas, propone un reflejo especular entre las personalidades, comportamientos e incluso destinos de esa madre y esa hija separadas por razones ajenas a su voluntad, tras más de tres décadas desde que se produjera esa separación. Hay una tercera historia en liza, una tercera protagonista, la joven que es candidata a adoptar a la hija aún no nacida de otra joven, con quien entabla una relación ciertamente asimétrica tratando de convencerla de que será la mejor madre adoptiva posible (el nexo de su relato con los otros dos y aparentemente matrices se revela en un inesperado giro final que no desvelaré). Nos movemos, por tanto, en la baraja dramática de sentimientos que, girando entorno a la maternidad, distorsionan el cauce natural de la misma. De lo que emerge en el aparato afectivo del relato de relatos una acusada falibilidad, que García expone a la mirada del espectador con prestancia, recurriendo a menudo y bien a la contención dramática para dar calado a todos esos enunciados tan fácilmente susceptibles de la redundancia melodramática o el aspaviento lírico, aunque quizá dejándose vencer en ocasiones por el temor al riesgo de hacer hincapié en los aspectos que revelan la vis más neurótica y enojosa de las féminas protagonistas, lo que sin duda confiere a la película una corrección política que, por definición, le resta puntos (así como desmerece la opción presuntamente naturalista que el propio cineasta dice enarbolar en sus filmes).
El pausado devenir del metraje deja espacio para luces y sombras. Abordajes de lo emocional sugestivos y otros, en cambio, que no logran trascender el cliché. Interesantes matices en las descripciones del comportamiento de las protagonistas, y unos personajes masculinos que, por el contrario, carecen de fuerza, casi de vida, quedando relegados a la función de meros comparsas de una historia que no es la suya. Momentos de gran intensidad dramática alcanzada desde planteamientos austeros (y donde queda patente que la dirección de actores es uno de los fuertes del realizador), y otros que se menoscaban en su innecesaria pretensión de ser demasiado sofisticados. García, con Madres e hijas, sigue consolidando esos parámetros de estilo y esas preferencias narrativas a las que antes hemos hecho mención. Revela talento, pero no el de un maestro. Merece, en todo caso, que no le perdamos la pista.•
   
     
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Características DVD: Contenidos: Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Entrevista a Rodrigo García / Rueda de prensa del director en Madrid / Trailer. Formato:  Pal 16:9. Idiomas:   Castellano e Inglés. Subtítulos: Castellano. Duración: 125 mn. Distribuidora:  Manga Films. Fecha de lanzamiento: 1 de diciembre de 2010. 
   
   
     
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MOTHER AND CHILD (2009)                                       
Edward Shearmur
Varèse Sarabande 302 067 021 2, 2010. Duración: 40: 12.  

COMENTARIO (Por Christian Aguilera): Evaluados los resultados hasta la fecha no puede decirse que la integración de Edward Shearmur (Londres, 1966) al engranaje de la industria cinematográfica estadounidense con sede en California desde mediados la primera década del siglo XXI le haya comportado un despliegue creativo de alcance. Más bien todo lo prometedor que apuntaban sus primeros trabajos para el medio han ido diluyéndose en una serie de naderías que hacía irrelevante la aportación musical de Shearmur, prácticamente desplazado a puntear las imágenes de largometrajes colmadas de efectos sonoros y canciones a juego con los estilos imperantes. Al abordar las bandas sonoras de Crueles intenciones (1999), Los ángeles de Charlie (2000), Miss agente especial (2002) y Epic Movie (2007), entre otras, Shearmur parecía condenado a «vagar» por ese espacio musical incapaz de arraigar en producciones faltas de un sustrato narrativo sólido. El score de Madres e hijos viene, empero, a contrarrestar esta dinámica en la que se ha visto inmerso el londinense, facultando una sensibilidad musical que viene dictaminada por la cadencia de las imágenes filmadas por Rodrigo García, en idéntica predisposición por hacer viable una propuesta que nade a favor de la observación de la condición humana, como ya había hecho en Nueve vidas (2005). Para esta última, Shearmur había elaborado una partitura que se prolonga, en cierta manera, en su siguiente realizado por García.
Editada por Varèse Sarabande, Mother & Child imprime su categoría en la aplicación de unas capas de calidez y de ternura —el alumbramiento de un ser humano con destino a ser dado o no en adopción planea constantemente  en la película— sobre una superficie humana que Shearmur asocia con una cadencia al piano elegante y efectiva al mismo tiempo. La música del inglés opera justo en los momentos en que existe una demanda por hacer visibles o potenciar los sentimientos de unas mujeres que deben soportar el peso de un pasado que condiciona en grado sumo sus tomas de decisión. Shearmur trabaja con dos únicas líneas musicales, una vehiculada hacia las zonas más oscuras dominadas por el sentimiento de culpabilidad, vulnerabilidad y temor —notas más graves al piano se acentúan para tal propósito— y la otra que cabalga hacia el territorio de la esperanza que tiene mucho de liberador —las flautas entran en consonancia con la instrumentación de base—. No obstante, ambas parecen hermanarse con esos bloques sonoros característicos del estilo Thomas Newman, un arte minimalista que obedece a armónicos que excrutan en cada rincón del alma humana. Perfectamente dosificada en su exposición sobre las imágenes, por el contrario, en su escucha en el CD se puede tener la sensación de que la banda sonora de Shearmur incurre en un bucle musical del cual no parece poder desprenderse, siempre bajo la sombra de sospecha que el molde musical insinuado por Rodrigo García debía remitir a las composiciones abanderadas por Thomas Newman. Una opción que impide recrearse en escenas cargadas de brío emocional como el que tiene lugar en la escena de la muerte de la madre de Karen (Annette Bening), para la que Seymour se vale del aporte del violín eléctrico sobre un fondo musical al piano con el propósito de subrayar el sentimiento de pérdida, de vacío en el fuero interno de una terapeuta instalada en la cincuentena. Música en forma de lamento que corrige al alza la fuerza expresiva de una partitura dominada de norte a sur por el trabajo creativo de cariz intimista a cargo de Shearmur. Incluso el tema Little One de Lucy Schwartz no es más que una mera concesión discográfica por cuanto ni tan siquiera lo escuchamos en los créditos iniciales o finales, sino que pertenece al ámbito de la música diegética casi imperceptible en el desarrollo del film (es la canción que la invidente Violet/Brittany Robinson escucha en su aparato de mp3 mientras trata de entablar conversación con Elizabeth/Naomi Watts) que ha brindado la oportunidad a Shearmur para escapar de ese círculo de fuego adornado de grandes producciones pero exento del menor aprecio por el papel dramático que debe ofrecer una banda sonora. Esperemos que Madres e hijos nos mueva a creer que Shearmur ha dado un paso en firme en su andadura profesional; si no definitivo, clarificador de un posible cambio de tendencia y de una voluntad más selectiva.•
   
       
   

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