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Shrek, felices para siempre
Shrek Forever After
     
    Director (es) : Mike Mitchell
    Año : 2010
    País (es) : USA
    Género : Animación
    Compañía productora : DreamWorks Animation
    Productor (es) : Teresa Cheng, Gina Shay
    Productor (es) ejecutivo (s) : Andrew Adamson, Aron Warner, John H. Williams
    Compañía distribuidora : Paramount Pictures Spain
    Guionista (s) : Josh Klausner, Darren Lemke
    Fotografía : Yong Duk Jhun, en Color
    Director (es) artistico (s) : Max Boas, Michael Hernandez
    Música : Harry Gregson-Williams
    Montaje : David Teller
    Montaje de sonido : Erik Aadahl
    Sonido : Anna Behlmer, Andy Nelson
    Efectos especiales : Evrim Akyilmaz, Shinsaku Arima, Jeff Budsberg, Wes Chilton, Domin Lee, Michael Losure, Zeki Melek, Nikita Pavlov, Zhang Xiao, Can Yuksel
    Duración : 94 mn
   
     
    Mike Myers
Cameron Diaz
Eddie Murphy
Antonio Banderas
Julie Andrews
Walt Dohrn
John Cleese
John Hamm
Jane Lynch
Craig Robinson
   
   
    El que hace tiempo fuera el ogro más temido de “Muy, muy lejano” es ahora esposo y padre de familia y vive una existencia tranquila y rutinaria. Shrek echa de menos los tiempos en que era un ser capaz de asustar a cualquiera con su rugido. Es entonces cuando aparece un extraño personaje llamado Rumpelstiltskin quien le hace firmar un pacto para que vuelva a ser quien era antes. Sin embargo, Shrek cae en la trampa y, de inmediato, se ve inmerso en una realidad muy distinta a la conocida, ya que “Muy, muy lejano” ha cambiado completamente: los ogros no asustan a nadie y son perseguidos, Rumpelstiltskin es el rey del lugar y Fiona jamás ha conocido a Shrek.
Enlace página web del film ⇒  http://www.shrekinternational.com/intl/es/
   
   
     
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SHREK FOREVER AFTER (2010)                                       
Harry Gregson-Williams
Varèse Sarabande 302 067 024 2, 2010. Duración: 42: 34.  

COMENTARIO (Por Christian Aguilera): Al reparar en el tema de obertura de la banda sonora de Shrek, felices para siempre, Harry Gregson-Williams parece «jugar» con la idea del «homenaje», en esta caso, orillando la tradición musical patria como había hecho en Shrek Tercero (2007) para decantarse por la «apropiación» de algunas notas características del trabajo de su colega Howard Shore en El señor de los anillos (2001). Estrenada a la par que la primera entrega sobre la versión cinematográfica de la obra magna de J. R. R Tolkien, Shrek se ha convertido en una de las franquicias más rentables de la primera década del siglo XXI con el denominador común de contar con textos musicales escritos por Harry Gregson-Williams. Tan sólo en el film seminal, el mayor de los hermanos Gregson-Williams encontraría respaldo creativo en John Powell, quien a partir de entonces dedicaría sus esfuerzos a labrarse una trayectoria profesional saldada hasta la fecha con un balance algo por debajo de lo esperado. En cambio, Harry Gregson-Williams ha evidenciado a lo largo de la pasada década su inquebrantable voluntad por tomar el relevo de los compositores sinfónicos angloamericanos, aunque haya debido completar sus mejores scores en el ámbito de una serie de producciones de marcado (en apariencia) perfil infantil y/o adolescente, ya sea a través de la animación digital parcial —las dos primeras entregas de Las crónicas de Narnia— o total —el póker de producciones de Shrek—. Paradojas del sistema de producción cinematográfico actual que permite a compositores como Gregson-Williams explayarse en desarrollos sinfónicos en films del sesgo de Shrek pero, por el contrario, se ven forzados a construir sus scores para títulos de un perfil más «adulto» sobre bases de sintetizadores que evidentemente le restan potencial creativo.
    Dos líneas compositivas son las que principian la esencia de la banda sonora de Shrek, felices para siempre.  En primer lugar, el autor inglés se mueve sobre registros melódicos que se van modulando en la medida que se dosifican esas notas al piano, las flautas y ciertos fraseos a la guitarra que aportan calidez al personaje del ogro de color guisante, en correspondencia con su estado civil —casado y padre de una criatura— y un entorno de gozosa felicidad. Sin abandonar esta perspectiva melódica, el británico regresa al concepto de vals que ya había adquirido un desarrollo musical en paralelo en los primeros «Shrek». En buena lid, en manos de los responsables de la franquicia, las «sombras» de la historia vienen pautadas por un pasado que pretende perpetuarse en el presente. De ahí que la segunda línea compositiva haga  referencia explícita al personaje de Rumpel y de su séquito —instalados, todos ellos, en un majestuoso castillo poblado de torreones—, para el que Harry Gregson-Williams asigna un tema con sus correspondientes variaciones evaluado en la combinación de percusión, violines, trompetas y trombones que se ofrecen como un signo de vuelta al pretérito, a unos tiempos en que conocimos las andanzas de un ogro capaz de «honrar» a su nombre. Como suele ser moneda común en Harry Gregson-Williams los cambios abruptos de tono y ritmo delimitan unos modos compositivos que abundan en la idea de leer a los personajes desde sus respectivos estados emocionales y no tanto en la adjudicación de una instrumentación o timbres orquestales que los definan en el pentagrama. Por consiguiente, esas franjas compositivas apuntadas, a menudo se solapan, se yuxtaponen en un discurso musical que se eleva en la parte final del metraje —cuando el sentido épico gana terreno— para dejar, en forma de coda, constancia nuevamente de un «homenaje» que asimismo puede interpretarse en clave de sugerir que el autor de los scores de Shrek hubiera sido un firme candidato a la hora de llevar la batuta de la partitura de Lord of the Rings.•
   
       
   

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