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Una bala en la cabeza
Bullet to the Head
     
    Director (es) : Walter Hill
    Año : 2012
    País (es) : USA
    Género : Acción-Thriller
    Compañía productora : Automatik Entertainment/EMJAG Productions/IM Global/After Dark Films/Dark Castle Entertainment/Dark Castle Entertainment
    Productor (es) : Alexandra Milchan, Alfred Gough, Miles Millar, Joel Silver, Bob Dohrmann
    Productor (es) ejecutivo (s) : Stuart M. Besser, Stuart Ford, Courtney Solomon, Steven Squillante, Brian Kavanaugh-Jones, Deepak Nayar
    Compañía distribuidora : eOne Films
    Guionista (s) : Alessandro Camon
    Guión basado en : en la novela gráfica Du plomb dans la tête de Matz, seudónimo de Alexis Nolent
    Fotografía : Lloyd Ahern II en Color
    Diseño de producción : Toby Corbett
    Decorados : Alice Baker
    Maquillaje : Nikki I Brown, Jack Lazzaro
    Música : Steve Mazzaro
    Montaje : Timothy Alverson
    Montaje de sonido : David A. Whittaker
    Sonido : Dane A. Davis
    Efectos especiales : Matthew Brady Harris, David Nash, Katie Riggs
    Ayudante (s) de dirección : Jack Lazzaro, Paul Uddo
    Duración : 92 mn
   
     
    Sylvester Stallone
Sung Kang
Sarah Shahi
Jason Momoa
Christian Slater
Jon Seda
Holt McCallany
Brian Van Holt
Weronika Rosati
Dane Rhodes
   
   
   

 

Un asesino a sueldo debe colaborar con un policía para de este modo atrapar a los asesinos de sus respectivos compañeros. Jimmy Bobo es un sicario de Nueva Orleans duro e implacable. Tras su último trabajo, sufre un ataque inesperado por parte de Keegan, una imparable máquina de matar que ejecuta sin contemplaciones a su compañero. Dispuesto a tomarse su venganza, Jimmy se verá obligado a colaborar con Taylor Kwon, un detective de la policía no muy acostumbrado a los métodos expeditivos. Aunque pronto descubrirá que Jimmy es el arma más eficaz para acabar con una peligrosa organización que ha corrompido a la policía y las altas esferas de la ciudad.

Web de la película:  http://bullettothehead.warnerbros.com/index.php

 

 


 

   
   
   

LOS VIEJOS ROCKEROS
 
Por Sergi Grau
Con la misma contundencia que predica el título, las imágenes de Una bala en la cabeza (2012) nos remiten a una forma de entender el thriller policiaco sin refinamientos pero tampoco cortapisas de lo políticamente correcto. Una forma de abordar ese género que construye su legitimidad precisamente a partir de material que siempre se consideró de derribo —la herencia del actioner ochentero—, y que reclama hoy su interés precisamente por su buscada, categórica definición a espaldas de los estilemas actuales y más vitriólicos, marca de territorio que despierta la complicidad, al menos, irónica, del público adulto (no tengo tan claro si viejos aficionados a aquellas películas o no). En consonancia con lo anterior, se trata de obras firmadas o protagonizadas por figuras asociadas, de un modo u otro, a aquellos viejos tiempos. En sentido amplio, Basic, de John McTiernan, y Hunted, de William Friedkin, ya ofrecían en 2003 unos primeros apuntes de esta forma de encarar el género que no respondía a los cánones estilísticos en boga. También podríamos computar 16 calles, de Richard Donner (2006) o incluso Cleaner, de Renny Harlin (2008). Pero el filón —a la contra, pero filón—– terminó de revelarse en 2010 merced de Sylvester Stallone y su Los mercenarios, película objetivamente peor que las otras cuatro citadas (todas ellas estimables), y que proponía una reunión de viejas glorias puestos a danzar el juego sarcástico y ultraviolento de un argumento confeccionado a medida del homenaje y la broma, o el placer, privados.
    A la lista podemos sumar con esta obra a Walter Hill, que de la mano del propio Stallone, y partiendo de un material de comic, en 2012 propuso en esta Bullet to the Head un ejercicio de género estilizado según las normas de esa antigua usanza, testosterónico, de violencia seca pero despampanante, de relato atravesado por secuencias de ingente violencia resuelta principalmente a tiros (aunque no falten armas blancas diversas ni tampoco explosivos),remozadas con diálogos de brocha gruesa hilarante y, todo ello, sumergido a conciencia en una partitura musical omnipresente de agitación rythmandbluesera. Hill, que llevaba más de una década sin dirigir una película para el cine —aunque no estaba inactivo, y por ejemplo firmó el excelente episodio piloto para la serie de la HBO Deadwood—, se revela como un diestro, gráfico pero percutante storyteller de ésta una película que, de forma menos aparente pero más concienzuda que Los mercenarios, incorpora curiosas declaraciones de principios que se confunden en la telaraña entre lo estético, lo ideológico o, suma de lo anterior, la exhumación nostálgica.
   Si Límite: 48 horas (1982) quedó en el paisaje comercial del cine norteamericano de los años ochenta como un referente del (explotado ad nauseam) formato de las buddy movies, en Bullet to the Head, y haciendo buena esa seña idiosincrásica deliberadamente demodé que hemos aludido, nos encontramos con la reedición de un asimétrico encuentro entre, en este caso, un joven policía coreano de maneras académicas y un férreo código deontológico (Sung Kang), y un veterano delincuente profesional (Sly, por supuesto), alianza poco menos que fortuita para resolver una serie de asesinatos en los que está implicado un hampón local conectado con peces gordos de la política y que tiene en nómina, al parecer, al completo departamento de policía de la ciudad de Luisiana donde discurre la acción. Las sempiternas tensiones metodológicas entre uno y otro personajes parecen dirimir las parcas cuitas dramáticas que, junto a los incesantes asesinatos a sangre fría o caliente, sustancian el desarrollo de la trama. Pero es importante señalar que Stallone se impone netamente en la ecuación. Ésta es, al fin y al cabo, su historia, e incluso ejerce de narrador. Pero cuando digo que se impone no me limito a predicarlo de su personaje: lo cierto es que Bullet to the Head está plagado de las señas de identidad del actor que hace tres décadas, merced principalmente de su intervención en las sagas de Rocky y Rambo, se convirtió en un icono, además fuertamente impregnado de una visión ideológica determinada, hija de la era Reagan. Señas de identidad que ha resucitado con cierta gracia –al menos eso me parece a mí- en las hasta ahora dos partes de Los mercenarios, y que aparecen, mejor enfundadas en ropajes cinematográficos (Walter Hill es un buen cineasta), en este policiaco hipervitaminado. Estamos hablando del enfatizado código ético del personaje, o de los rasgos de humanidad que reclama a través de sus relaciones paterno-filiales. Estamos hablando de ecos argumentales y visuales a filmes, hoy casi olvidados, como Cobra (George Pan Cosmatos, 1986), que comparecen, por ejemplo, en el enfrentamiento a hachazos que dirime el clímax del filme. Estamos hablando, en fin, del «tipo-duro-con-corazón» que, en los ochenta, y ahora ya no, era capaz de acumular a sus espaldas los supuestos values de la sociedad y erigirse en la receta individual(ista) contra los males del mundo. No quiero destriparle el argumento a aquél que no haya visto el filme, pero sí consignar que en los últimos compases de la función se produce una elocuente manifestación argumental de lo expuesto: la enrevesada trama a costa de los desmanes urbanísticos de los poderosos es despreciada de un plumazo argumental (que coincide con un enésimo disparo en las sienes) para asentar las reglas de un combate cuerpo a cuerpo, única posibilidad para la pervivencia de un héroe de la ralea de Sly. Ese último giro argumental supone el auténtico levantamiento del velo de lo que en definitiva es esta película: ante la imposibilidad de erigirse en una soflama ideológica, se convierte en una soflama nostálgica, que, por estar bien manufacturado en parte y por su cacareada personalidad, sin duda calará entre los descreídos del (desnortado) rumbo del género en el paisaje actual.•
   
       
   

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