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El planeta de los simios
Planet of the Apes
     
    Director (es) : Tim Burton
    Año : 2001
    País (es) : USA
    Género : Ciencia-ficción
    Compañía productora : The Zanuck Company para Twentieth Century-Fox
    Productor (es) : Richard D. Zanuck
    Productor (es) ejecutivo (s) : Ralph Winter, Katterli Frauenfelder
    Productor (es) asociado (s) : Ross Fanger
    Compañía distribuidora : Hispano Foxfilms
    Guionista (s) : Mark D. Rosenthal, William Broyles Jr., Lawrence Konner
    Guión basado en : la novela homónima de Pierre Boulle
    Fotografía : Phillip Rouselot en Panavision y Color DeLuxe
    Diseño de producción : Rick Heinrichs
    Director (es) artistico (s) : Sean Haworth, Philip Thulin
    Decorados : Peter Young, Rosemary Brandenburg
    Vestuario : Colleen Atwood
    Maquillaje : Rick Baker, Kate Biscoe, Barney Burman, Brigitte Bugayong, Tony G, Glen Griffin, Douglas Noe, Jamie Kelman, Karen Iverson, Michael Key, Heather Koontz, Denise Paulson, Malanie J. Romero, Robin Slater
    Música : Danny Elfman
    Montaje : Chris Lebenzon, Joel Negron
    Montaje de sonido : Richard L. Anderson, Donald Flick, Avram D. Gold, John A. Larsen, Marvin Walowitz, David A. Whittaker
    Sonido : Anna Behlmer, Craig Heath, Andy Nelson, Matt Patterson, Robert Renga
    Efectos especiales : Steve Austin, Kirk Barton, Douglas Calli, John Calpin, Kyle Ross Collinsworth, Jurgen Heimann, Joe Judd, David Heron, Jay King, Steven D. Jensen, Joe W. Klein, Kristy King, John R. Peyser, Alan Rifkin, Paul Sabourin, Kenneth Van Order
    Ayudante (s) de dirección : Katterli Frauenfelder, Matt Rebenkoff
    Duración : 128 mn
   
     
    Mark Wahlberg
Helena Bonham Carter
Tim Roth
Paul Giamatti
Michael Clarke Duncan
Estella Warren
David Warner
Erick Avari
Luke Eberl
Kris Kristofferson
Glenn Shadix
Chris Ellis
Charlton Heston
Anne Ramsay
Michael Jace
Michael Wiseman
Lisa Marie
John Alexander
Linda Harrison
Edie Adams
   
   
    El joven astronauta Leon Davison comanda una expedición científica que se encuentra realizando diversas pruebas de pilotaje al chimpancé Pericles. A propósito de un fallo registrado en el simulador de vuelo, Davison trata de rescatar a Pericles, pero su cápsula espacial entra en una tormenta electromagnética y es propulsada hasta la órbita de un planeta ignoto. La pequeña nave del capitán Davison se hunde en el fondo de un lago, pero su único tripulante logra salvarse. Pronto Leon descubre que el planeta está habitado por individuos de su misma especie, aunque sometidos por una especie dominante que le resulta familiar: los simios. Después de escapar del acoso de los simios en una zona boscosa, Davison es apresado, junto a otros humanos, en una gran extensión de terreno rocoso sin apenas vegetación. A partir de entonces, Davison y sus nuevos compañeros pasan a convertirse en esclavos de un viejo comerciante de humanos. A excepción de Ari, la hija de un importante senador, los simios muestran una actitud beligerante contra los humanos confinados en celdas colectivas a la espera, en el mejor de los casos, de ser comprados para realizar trabajos domésticos.
   
   
   
 
LA OBRA «IMPERSONAL» DE BURTON 
Por Joaquín Vallet 
El Planeta de los Simios se realiza, finalmente, por Tim Burton después de una accidentada andadura a lo largo de los años. Cabe recordar que éste fue un proyecto acariciado por cineastas como James Cameron o Arnold Schwarzenegger, pero que se iría dejando de lado infinidad de ocasiones hasta que Tim Burton se hizo cargo del mismo, quizá impulsado por el deseo de abrir nuevas vías a su estilo cinematográfico (algo que también acometería en su posterior Big Fish) o por resarcirse del fracaso económico de Mars Attacks! cuyas dimensiones no fueron íntegramente cubiertas por el éxito económico de Sleepy Hollow. Esta nueva versión de la novela de Pierre Boulle, aún hoy, es el título que mejor ha funcionado en taquilla de todos los acometidos por el cineasta aunque, contrariamente, la respuesta crítica dilapidó sin la menor consideración posible, el resultado.
     Como Tim Burton se encargó de explicar hasta la saciedad, éste no es un remake de la película dirigida por Franlin J. Schaffner en 1968. Aunque el punto de partida sea esencialmente el mismo, el mensaje y las intenciones de ambas versiones van por caminos muy distintos. De hecho, si de algo se sirve el cineasta respecto al film anterior es para subvertir un buen número de aspectos aparecidos en ella para dar forma a un discurso, igualmente misántropo, aunque mucho más en consonancia con los tiempos presentes. No es nada casual, ni tampoco ningún tipo de «guiño cinéfilo» el hecho de que la mítica frase pronunciada por Charlton Heston en la película precendente, «quita tus sucias patas de encima, mono asqueroso» sea parafraseada en boca de un simio en la cinta actual, así como la breve intervención del veterano actor, dando vida a un legendario primate que, antes de morir, exclama el «Yo os maldigo» con el que daba fin la versión del 68. Todo ello va más allá de un aparente juego de intertextualidades para convertirse en la clave de las intenciones de Tim Burton: la sociedad simia deja de estar concebida como una aparente utopía que ha asimilado los catastróficos errores a los que se ha visto abocada la raza humana, con el fin de evitarlos y concebir una forzada utopía. Por el contrario, Burton centra su atención en la exposición de un modelo de sociedad marcadamente clasista donde el poder se halla fusionado entre la cúpula militar y la institución religiosa, concibiendo una civilización teocéntrica en la que el temor se convierte en la base del poder y la agresión en su más acérrimo concepto de la fortaleza. Evidentemente, todo ello va mucho más allá de una simple idea cinematográfica ya que, en el fondo, ésta es una visión nada complaciente y verdaderamente sangrante de unos Estados Unidos que comparten varios de los preceptos mostrados en la sociedad simia. Su carácter simbólico es, por consiguiente, mucho menos explícito que el de la versión de Franklin J. Schaffner y, por ello mismo, la capacidad de inmersión en los aspectos más negros de la sociedad actual se encuentra mucho más enraizada al despegarse de elementos humanistas o, directamente, filosóficos.
     A este respecto, la figura del simio también ofrece una variación digna de tener en cuenta. En la versión de Schaffner era una especie que había evolucionado, pero siempre estaba expuesta teniendo en cuenta su condición atávica y desvinculándola totalmente del género humano. En la de Burton nos aparece como metáfora del propio hombre exteriorizando sus rasgos más iracundos e irracionales; es decir los que. trasncurran los siglos que sean, continúan emparentándolo con el reino animal. Salvo el personaje de Helena Bonham-Carter, todos los simios son poseedores de las peores características habidas en la idiosincrasia humana (el despotismo, el engaño, la codicia, el afán de poder,…) sin ser conscientes de ello, ni mucho menos intentar mitigarlas o hacerlas desaparecer. Un tratamiento inexistente en la versión de 1968. A tal efecto, la figura de Mark Wahlberg se revela extrañamente kafkiana al aparecer como un personaje constantemente sumido en el más absoluto desconcierto, en una situación que le es totalmente incomprensible y, por consiguiente, imposible de controlar. Todo ello en las antípodas del escéptico y autosuficiente Charlton Heston de la versión de Schaffner quien, en el fondo, no era más que la personificación de un período histórico en la frontera de la autodestrucción.
     Acusada de impersonal, El Planeta de los Simios resulta, asimismo, una pieza que mantiene directas relaciones con varios de los temas habituales en el cine de Tim Burton aunque su aspecto de ampulosa producción y, también, el hecho de no encontrarse tan subrayados como en otras piezas del cineasta puede llevar a la idea (equívoca) de que el nivel de «autoría» del cineasta queda rebajado para la ocasión. Si una de las bases temáticas del estilo del cineasta es el protagonismo de los seres marginales que no logran adaptarse a una coyuntura que les da la espalda (Batman y sus enemigos en el díptico sobre el superhéroe, Eduardo Manostijeras, la troupe de freaks que acompaña a Ed Wood, etc.), ello se encuentra más que presente en El Planeta de los Simios aunque ampliando y radicalizando las formas al convertir al ser humano en su conjunto en una raza inadaptada condenada a la subordinación. No es gratuíto (asimismo, a diferencia del film de Schaffner) que, en esta ocasión, los humanos posean el don del habla y sean capaces de comunicarse marcando, mediante este detalle, una de las claves de la obra de Burton: que la escisión entre lo «normal» y lo «anormal» es un elemento artificioso, sin ningún tipo de lógica posible ni a nivel físico ni intelectual, tan difuso como execrable e injusto (una tesis, dicho sea de paso, compartida con uno de los cineastas más importantes para asimilar la trayectoria de Burton, Tod Browning con quien comparte algo más que las iniciales). De igual manera, su cínica visión de la condición humana acaba por apoderarse de la práctica totalidad del film, acercándolo, en su esencia, a la sátira sangrante y apocalíptica de Mars Attacks!, es decir bebiendo de influencias propias, antes que a cualquier tipo de elemento refrencial superfluo y, mucho menos, a la versión de Franklin J. Schaffner.
     Combinando todo ello con una sorprendente fidelidad a la novela original de Pierre Boulle, El Planeta de los Simios es, sin ningún género de dudas, una de las películas que peor se han «visto» del cine contemporáneo. Es lógico que el recuerdo de la imponente versión protagonizada por Heston haya circulado subrepticiamente por la mente de cualquier espectador pero, como creo que se ha expuesto a lo largo de este escrito, las diferencias entre ambos films son demasiado grandes como para condicionar una valoración. El Planeta de los Simios de Tim Burton es una película magistral a la que posiblemente el paso del tiempo hará verdadera justicia.•
   
     
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Características DVD: Contenidos: 
Disco 1: La película / Menús interactivos / Acceso directo a escenas / Comentarios / Detrás de las cámaras / Ficha de reparto / Ficha de equipo técnico. Disco 2: Contenidos adicionales: 8 Detrás de las cámaras / 5 Escenas extendidas / Test de rodaje / 8 Escenas multiángulo / 4 Clips de Detrás del as cámaras / 4 Galerías de fotos / Vídeo musical / Música promocional / Tráilers originales de cine / Anuncios de TV / Galería de fotos: Pósters promocionales y kits de prensa / Tráiler original de la Saga El Planeta de los Simios. Formato: Pal Widescreen 2.35:1, 16:9. Idiomas: Castellano e Inglés. Subtítulos: Castellano e Inglés. Duración: 120 mn. Distribuidora: Twentieth Century Fox.
   
     
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Editorial: Minotauro (Grupo Planeta). 
Colección: Clásicos.
Autor: Pierre Boulle.
Fecha de publicación: febrero de 2012.
204 pp. 14,5 x 23,0 cm. Tapa dura.
Traducción de Joaquín Rodríguez

COMENTARIO (Por Christian Agulilera): Descatalogada desde hace diez años en lengua castellana, coincidencias o no del destino, El planeta de los simios ha sido reeditada cuando justo se cumple el centenario de su autor, Pierre Boulle (1912-1994). Evaluada la notable acogida de El origen del planeta de los simios (2011) parece, pues, que el relato escrito por Pierre Boulle cobra nuevos bríos cubierta una primera etapa del siglo XXI, e invita al seguidor de la «saga simiesca» por antonomasia a volver o hacerlo por primera vez sobre la lectura de este clásico universal.
Una vez afrontado el ejercicio de lectura de El planeta de los simios (1963) teniendo bien presente el par de versiones cinematográficas que se han llevado a cabo, a fecha de hoy, se deja entrever que el propósito de Boulle no era tanto darse a conocer en un género del que se sentía ajeno —el fantástico en sus múltiples ramificaciones— sino crear una especie de alegoría, moraleja o fábula referida a la raza humana, articulando un «espejo» (el de una civilización dominada por primates con sus propias jerarquías establecidas: orangutanes, chimpancés y gorilas) que trata de mostrar elementos para la reflexión en torno al carácter hegemónico de la misma en el El escritor Pierre Boulle.planeta Tierra. El escritor francés, autor ya de éxito a mediados los años cincuenta merced, en especial, a la publicación de El puente sobre el río Kwai (1952) y su posterior traslación al celuloide a cargo de David Lean, no acertaría a fijar el factor desencadenante para volcarse en la construcción literaria de Le planet des singes. Una visita al zoológico en el que observaría con detalle los patrones de comportamiento —inclusive las expresiones faciales— semihumanos de los simios hubiera podido servir de estímulo para Boulle en aras a crear el fermento de su próxima novela, al tiempo que sus horas de lectura habían dado con la piedra roseta en la manera de plantear una de las premisas del futuro relato.  Así pues, la idea de que para el capítulo inaugural una pareja de millonarios un punto estrafalarios Jinn y Phyllis que realizan un ocioso viaje interestelar a bordo de un navío (estampa que, sin duda, pertenece por derecho propio al ‘territorio Terry Gilliam’: «una especie de esfera, cuya envolura —la vela— maravillosamente fina y ligera, se desplazaba por el espacio, empujada por la presión de las radicaciones luminosas»), se les aparezca una botella suspendida en el espacio sideral en cuyo interior se encuentra un  manuscrito y que, a partir de entonces, el relato se coloque en primera persona atendiendo a la lectura de una suerte de diario, guarda concomitancias con la estructura narrativa de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary W. Shelley. Más, Boulle, como he señalado, muy poco ligado a la narrativa de la ciencia-ficción que había experimentado su particular eclosión en la década de los cincuenta, debió tomar en consideración otro texto, el de Soy leyenda (1954) de Richard Matheson, en tanto que plantea un ejercicio de reflexión sobre el futuro de una humanidad que ha cedido ante el avance de una nueva raza, la que componenUna composicion en que se observa la extraordinaria similitud entre la portada de "Amazin Stories" y la escena final de "El planeta de los simios", dirigida por Franklin J. Schaffner. los zombis. Fijadas estas bases, Boulle perseguiría dar un salto temporal hasta el siglo XXV en que, de alguna manera, el lector digiriera mejor el carácter alegórico cautivo de un texto escrito con trazo sencillo, propio de un dietario que nos interpela en ocasiones —un recurso heredero de la tradición literaria del siglo XVIII— a través del personaje de Ulises Mérou. Una vez más, los «caprichos del destino» hicieron que tanto el John Neville de Soy leyenda como el alter ego de Ulises Mérou en la gran pantalla, esto es, el comandante Taylor, se acoplaran al rostro de Charlton Heston en apenas tres años de margen. La versión seminal de El planeta de los simios (1968) daría los suficientes réditos económicos para que otra operación de riesgo con producción de Arthur P. Jacobs, The Omega ManEl último hombre… vivo (1971) para su estreno español— tuviera su oportunidad en taquilla con Heston liderando el envite, en buena parte de su metraje, en solitario.
 
El viaje de Ulises por el universo de Betelguese
 
   Pierre Boulle no salía de su asombro cuando, al cabo de un par de años de haberse editado en Francia su novena novela, el proyecto de El planeta de los simios estaba sobre la mesa de un estudio cinematográfico. Mientras trataba de buscar el personal adecuado para elaborar el maquillaje, Arthur P. Jacobs contaría por aquel entonces con un guión escrito por Rod Serling —recién salido de la que sería la primera etapa de emisión de The Twilight Zone (La dimensión desconocida)— que aparcaba la traducción de ese capítulo preliminar, de evocación gillianiana, que enlaza con el epílogo del libro. Con el correr de los años, algunos han requerido para sí mismos u orotgado la «paternidad» del que presumiblemente sea uno de los finales más impactantes de la historia del cine: bajo la sombra de la Estatua de la Libertad, el comandante Taylor maldice haber permanecido en un planeta desconocido colonizado por simios que, en realidad, no es otro que la Tierra. En ese baile de «paternidades» se descuida un dato visual revelador que Ricard Fernández Valentí en su blog (Ver enlace) acertó a la hora de levantar sospechas sobre parecidos más que razonables. Ávido por encontrar nuevas historias para la serie que él había creado y escrito algunos de sus guiones, Rod Serling consultaría en infinidad de ocasiones revistas especializadas como “Amazing Stories”. En el número correspondiente a febrero de 1964, la imagen que luce en portada de esta prestigiosa publicación británica —una Estatua de la Libertad semienterrada— resuelve la ecuación de la «paternidad» del final de El planeta de los simios dado que en la novela éste brilla por su ausencia. Una «inspiración» que, al parecer, desconocería el propio Jacobs, quien dio validez a un guión en cuyo contenido se saca a la luz la confección de una idea propia de una sociedad simiesca —obra, esta vez sí, de Serling— despojada del concepto de «espejos» que manejaría Boulle en su novela. La plasmación de una sociedad en que la práctica de deportes es de uso común —se cita en la obra de Boulle una variante del fútbol, el atletismo y el boxeo—, así como la asistencia a museos o la conducción de vehículos motorizados, quedarían  orillados en el libreto de Serling, quien se desligaría —al atender a otros frentes profesionales— de una revisión del guión una vez entraría en escena, a requerimiento de Heston, el que había sido un colaborador de la «Golden Age of Television», el director Franklin J. Schaffner. Michael Wilson —coautor del script de El puente sobre el río Kwai (1957)— reforzaría el discurso político apuntado en el texto de Boulle, librando, por consiguiente, un trabajo que escapa a los postulados propios de la sci-fi. Es por ello que El planeta de los simios va más allá que la inmensa mayoría de producciones encuadradas en el género a lo largo de esa misma década, en sintonía con el planteamiento originario del escritor galo. Éste acabaría involucrándose en la redacción de un guión que prorroga las andanzas de Taylor —el proyecto llevaría el working title de «El planeta de los hombres»— pero quedaría en el limbo por tiempo indefinido. Después de desaprovecharse la oportunidad generada con el exitoso (en el apartado comercial) estreno de la versión de Tim Burton de El planeta de los simios (2011) —que retoma la idea primaria del viaje interplanetario—, el repunte de esta franquicia experimentada el año pasado puede provocar que se recupere el libreto inédito de Boulle, a quien la sombra simiesca le perseguiría hasta el fin de sus días, más aún si cabe que ese puente sobre el río Kwai que hasta la aparición del «viaje de Ulises» cruzaría de norte a sur, de este a oeste, su reputación y conocimiento como autor de cara a los aficionados a la lectura.• 
   
   
     
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    PLANET OF THE APES (2001) 
Danny Elfman

Sony Classical SK 89666, 2001. Duración: 58:21.
   
       
   

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