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El hilo invisible
Phantom Thread
     
    Director (es) : Paul Thomas Anderson
    Año : 2017
    País (es) : USA
    Género : Drama romántico
    Compañía productora : Focus Features/Annapurna Pictures/Ghoulardi Film Company/Perfect World Pictures
    Productor (es) : Paul Thomas Anderson, Daniel Lupi, Megan Ellison, JoAnne Sellar
    Productor (es) ejecutivo (s) : Chelsea Bernard, Adam Somner, Peter Heslop
    Compañía distribuidora : UIP
    Guionista (s) : Paul Thomas Anderson
    Fotografía : Paul Thomas Anderson (no acreditado) en Color
    Diseño de producción : Mark Tildesley
    Director (es) artistico (s) : Chris Peters, Denis Schnegg, Adam Squires
    Decorados : Véronique Melery
    Vestuario : Mark Bridges
    Maquillaje : Sarita Allison, Lesley Noble, Bruce Lawson Johnston, Sarah Alice Hoyle, Paul Engelen
    Música : Jonny Greenwood
    Montaje : Dylan Tichenor
    Montaje de sonido : Matthew Wood, Christopher Scarabosio
    Sonido : Adrian Bell, John Midgley, Christopher Scarabosio
    Efectos especiales : Chris Reynolds, Peter Kersey, Mark Weatherbe
    Ayudante (s) de dirección : Adam Somner, Katharina Hofmann
    Duración : 130 mn
   
     
    Daniel Day-Lewis
Vicky Krieps
Lesley Manville
Sue Clark
Harriet Leitch
Dinah Nicholson
Maryanne Frost
Amy Cunningham
Gina McKee
Philip Franks
Geneva Corlett
Camilla Rutherford
Philip Franks
Elli Banks
Amber Brabant
   
   
   
Londres, años cincuenta. Ya entrado en la cincuentena, la vida de Reynolds Woodock está consagrada al mundo de la alta costura, donde es observado conforme a uno de los grandes modistos de su tiempo, trabajando sin descanso para la nobleza británica, estrellas de cine y demás personal femenino con un poder adquisitivo elevado. Junto a su hermana Cyril Reynolds forma una sociedad presidida por el orden y una concepción de la existencia un tanto monástica, recluidos ambos en un caserón que hace las veces de vivienda y de taller de confección. Al cabo, Reynolds conoce a una camarera llamada Alma Elson que se convertirá en su musa y amante, perturbando así una vida que hasta entonces parecía discurrir para el modisto de alta costura sin pulsión romántica alguna, procurándole el máximo placer sus creaciones en forma de vestidos…
   
   
   

EL ALMA DE REYNOLDS WOODCOCK
 
Por Christian Aguilera 
No puede decirse que el motivo de su retirada de la gran pantalla por parte de Daniel Day-Lewis sea producto de un ritmo de actividad insoportable desde que debutara en el celuloide a principios de los años ochenta en la hagiografía sobre Gandhi dirigida por Lord Richard Attenborough. Transcurrida una década desde su debut cinematográfico el actor londinense iría midiendo cada una de sus participaciones en el medio con el propósito de alcanzar un nivel de intepretación acorde a sus estándarts de exigencia, sin duda, de los más elavados entre los de su profesión, en que el proceso de preparación de un determinado personaje ocupa buena parte de ese camino a la perfección. Cumplidos los sesenta años, el anuncio de su despedida de los platós levantaría si cabe aún más expectativas por su interpretación de una de las figuras señas de la alta costura del siglo pasado vagamente inspirado en la persona de Cristóbal Balenciaga (1895-1972). Una elección que parecía un guiño a su propia realidad una vez apagados los focos del cinematógrafo y de la necesidad de atender a su afición en calidad de modisto. En ese final de trayecto Paul Thomas Anderson acompañó a Daniel Day-Lewis, armando para la ocasión un guión que orilla la condición coral de buena parte de sus anteriores largometrajes (Sydney, Boogie Nights, Magnolia, Puro vicio) para centrar el foco en el personaje de Reynolds Woodock, reservado, hierático, sensible, arrogante, tierno, despótico… Un personaje, en definitiva, poliédrico, un traje a medida para Daniel Day-Lewis, cuya composición de Guido Contini en Nine (2009) puede observarse a modo de anticipo de Reynolds Woodock por lo que concierne a preservar el equilibrio rodeado de mujeres que ocupan distintas “funciones”. Ciertamente, Nine encontró inspiración en el 8 ½ (1963) de Federico Fellini, primero en su representación sobre los escenarios de Broadway y posteriormente en una adaptación cinematográfica servida tras las cámaras por el especialista Rod Marshall. En el caso de El hilo invisible el guión cosido a mano por Paul Thomas Anderson se observa entre sus pliegues el gusto por un tipo de cine al que no es ajena la fecha y el lugar donde acontece el relato de la vida, de corte monástico, de Reynolds Woodock. Más que en ninguna de sus otras producciones, en Phantom Thread se deja sentir la influencia del cine de Stanley Kubrick, quien hizo de Inglaterra su “fortaleza” a partir de la concepción de Lolita (1962). Precisamente, la primera adaptación de la novela homónima de Vladimir Nabokov es la que presenta, a mi juicio, un mayor peso de influencia de la obra de Kubrick en relación a El hilo invisible, en que por momentos podemos contemplar a Reynolds Woodock bajo la luz del profesor Humbert Humbert (James Mason), obsesionado por Alma Elson (Vicky Krieps), un cuarto de siglo más joven que el altivo modisto. En sintonía con lo que sucede en la matriz del relato de Lolita, Reynolds comparte en su día a día la realidad de su obsesión por Alma con la presencia de su hermana Cyril (Lesley Manville, cuyo rostro refleja en ocasiones la sombra de Judith Anderson en Rebeca o El cuarto mandamiento), una mujer de mediana edad que trata de servir de cohartada de una hipotética estabilidad familiar de puertas para afuera. Además de todo ello, las analogías entre la primeriza versión cinética de Lolita y El hilo invisible ganan en intensidad cuando presenciamos la secuencia del baile de fin de año, en que Reynolds persigue desesperadamente a su Lolita AKA Alma para librarla de las garras de Charles Gayford (Nick Ashley), una especie de Claire Quilty (Peter Sellers) que trata de seducirla con las armas de la lujuria que comporta la participación en una celebración presidida por la banalidad, no tan solo en el comportamiento sino también en la forma de vertirse para ese fin de año. Tampoco el articulado compositivo de Jonny Greenwood quedó al margen de semejantes paralelismos, siendo su partitura un vivo reflejo de las intenciones expresadas en su momento por Nelson Riddle en el pentagrama para la que podríamos colegir su pieza cinematográfica más destacada, alejada de su condición de adaptador musical. Piezas musicales que se solapan, a juego con ese entramado de sensaciones que redundan directamente en la evaluación del estado de ánimo de Reynolds Woodock, para quien la idea misma de lograr la perfección en la elaboración de sus vestidos pasa por delante de cualquier otra consideración. Por consiguiente, a través de la música compuesta por Greenwood el espectador puede ir leyendo en la mente de Reynolds, siendo la ausencia de composición o, en su defecto, la ejecución de notas desafinadas al violín, las que detectan el desmoronamiento emocional de un personaje que parece abonado en cuerpo y alma a su profesión.     Rodada en Gran Bretaña y puntualmente en Suiza —para la secuencia que transcurre en una estación de esquí y que parece mirar de soslayo al cine de Alfred Hitchcock pero también al de David Lean (en particular The Passionate Friends) en su forma de planificación—, El hilo invisible destila un savoir faire que más allá de Lolita (1962) refuerza sus lazos con el cine de su admirado Stanley Kubrick en aquellas escenas donde Reynolds y Alma juegan al blackgammon con un arco lumínico muy reducido, a imagen y semejanza de algunas de las secuencias que toman lugar en Barry Lyndon (1975), o bien cuando el modisto conduce un automóvil al atardecer o en horario nocturno por la campiña inglesa, siendo un calco de algunas escenas protagonizadas por Alex DeLarge (Malcolm McDowell), en compañía de sus drugos, al mando de un volante en La naranja mecánica (1971). Ejercicio mimético que toma continuidad en relación al tráveling circular ejecutado en la parte final de Phantom Thread, en que varias mujeres se encomiendan a coser un vestido blanco bajo la supervisión de la glacial Cyril, en un movimiento de cámara que indefectiblemente llama al recuerdo de Eyes Wide Shut (1999), el título póstumo de Stanley Kubrick, en que éste asumía el control de la dirección de fotografía, al igual que ha hecho Anderson con Phantom Thread, en su voluntad por convertirse en un «cineasta total». Precisamente, en el curso del inacable rodaje de Eyes Wide Shut Anderson conoció en persona al cineasta neoyorquino por mediación de Tom Cruise. Magic Time para alguien que casi veinte años más tarde vestiría con las mejores galas posibles una propuesta cinematográfica impregnada del aroma propio de la condición de clásico a la que no tardará, desde mi perspectiva, a acogerse El hilo invisible, bordado con la exquisitez de un talento de la categoría de Paul Thomas Anderson, teniendo a su disposición por segunda y última vez a un actor superlativo como Daniel Day-Lewis, quien deja tras de sí un legado cinematográfico portentoso, lleno de matices, siendo una de sus cumbres su creación de un modisto inspirado en origen por la biografía de Balenciaga pero sin descuidar al británico Hardy Amies, quien había vestido a la Reina Isabel II. Nobleza obliga.•    
   
   
     
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    PHANTOM THREAD (2017)
Jonny Greenwood
Nonesuch Records B077ZH8KND, 2018. Duración: 73: 40.
   
       
   

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