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Al margen de la mayor o menor adhesión que pueda suscitar la obra cinematográfica de Delmer Daves, lo que sí parece incuestionable es que nos encontramos ante una mirada "distinta" sobre la sociedad norteamericana. Esta apreciación se debe principalmente a que Daves sentía una inclinación innata por despojar los sentimientos y las frustraciones de sus personajes en relación con un espacio natural. Desde este punto de vista, es sintomático el hecho que Daves confeccionara Arizona, prisión federal --un remake de La jungla de asfalto (1950)-- alternando el espacio urbano original de la novela de William R. Burnett por una zona rural del interior de los Estados Unidos. La sustancial modificación introducida por Daves en el guión de Arizona, prisión federal permitía su localización dentro del western, género en el que se fraguó su reputación crítica. El espíritu gregario de su primera etapa al servicio de la Warner Bros. y de la Fox, consagrada a alimentar un sentimiento patriótico en plena Segunda Guerra Mundial (Destino, Tokio, The Very Through of You, The Pride of the Marines), contrastaba con la implicación de Daves en el terreno del western de los años cincuenta, aquellos que ayudaron a moldear su carácter singular dentro de la industria cinematográfica estadounidense. En su tránsito hacia un cine diríamos de convicciones más personales, que se situaría a partir de Flecha rota --considerado el primer film pro-indio--, Daves acometió la realización de La senda tenebrosa --su único film noir aún bajo los dominios de la Warner.-- y The Red House, un híbrido que conjuga elementos del melodrama y del terror psicológico. La particularidad que presenta La senda tenebrosa es la adecuación de la cámara subjetiva en la primera mitad del film para no desvelar el rostro original del convicto interpretado por Humphrey Bogart, en un recurso técnico que ya había sido empleado por Robert Montgomery en La dama del lago (1946). Concluida su primera etapa con la Warner Bros., Daves alternó el género de aventuras (El tesoro del cóndor de oro, cuyo argumento se desarrolla en el marco de la Francia pre-Revolución Francesa), el melodrama (No me abandones) y el peplum (Demetrius y los gladiadores) para finalmente derivar en su asimilación en el western. El cuidado por el detalle, los estilizados movimientos de cámara y una intencionada apuesta por la sencillez expositiva fueron las principales bazas de Delmer Daves para aproximar sus westerns a un mayor espectro posible de espectadores. Jubal, La ley del talión, El tren de las 3,10, Cowboy, Arziona, prisión federal y El árbol del ahorcado conforman el sexteto de westerns de Daves rodados en un periodo especialmente productivo del género, donde también se localizan los mayores aciertos de sus coetáneos Anthony Mann y Rudolph Maté. Todos ellos trataron de resaltar el carácter individualista de sus personajes principales, generalmente enfrentados a un oscuro pasado que condiciona las relaciones con su entorno social y afectivo. El sometimiento a los gustos populares hizo que Daves abandonara esta relación de films de fuerte implicación personal y aceptara la oferta de su amigo Walter Wanger para incorporarse nuevamente a la remozada plantilla de directores de la Warner Bros. Así, Daves se plegó a los deseos de Wanger para convertir a Troy Donahue en uno de los principales reclamos de la compañía (Parrish, Susan Slade, Más allá del amor). La moneda de cambio fue la adecuación de Daves como productor y guionista. Una posición de favor que no tardaría en perder a medida que la atención de un público eminentemente juvenil se decantaba por planteamientos más radicales y rupturistas en consonancia con los acontecimientos sociopolíticos que tuvieron lugar a mediado los años sesenta. Los fracasos de sus últimos films (Fiebre en la sangre, Una mujer espera y Escándalo en villa Fiorita) se entendía desde esta perspectiva. Un hecho ciertamente difícil de asumir para quien había consagrado su trayectoria cinematográfica a satisfacer las preferencias del espectador en distintas épocas, incluso constatable desde su fecunda actividad como guionista asalariado, entre cuyos títulos destaca las dos versiones de Tú y yo. Ejemplos ilustres del melodrama romántico que Daves trató de reproducir sin fortuna a principio de los sesenta y que, a corto plazo, provocaría su virtual despedida de los platós cinematográficos. |