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Aunque la cadencia y el dibujo de los personajes de su segundo film Driver podría remitirnos a una cierta tradición cinematográfica europea, lo cierto es que la filmografía de Walter Hill es la pura manifestación de la idiosincracia de la nación norteamericana. Por tanto, no debe extrañar que Hill cultive con asiduidad la exposición de un conflicto o de un hecho dramático a través de un elemento tan enraizado en la cultura estadounidense como es la violencia. Siendo fiel a esta tradición popular, Walter Hill ha articulado sus películas sobre los dos géneros cinematográficos más genuinos de su país. Por una parte, el western le ha procurado un cierto renombre por su labor revisionista (Forajidos de leyenda, evocación de las andanzas de los hermanos Younger y James,Gerónimo, una leyenda, Wild Bill) dentro de un género en permanente peligro de extinción. Por otra parte, la labor de Hill dentro del cine negro en su vertiente policíaca arranca desde su etapa como guionista (La huida, Con el agua al cuello), que se prolongaría, ya como director, a Driver, Límite: 48 horas y su secuela 48 horas más. Considerado como un film atípico en el contexto del cine policíaco norteamericano de los setenta, Driver debe su puesta en marcha --al margen de figurar Ryan O'Neal al frente del reparto-- a Lawrence Gordon, productor de otros títulos integrados en una corriente revisionista del género como Dillinger (1973) o San Francisco, ciudad desnuda (1974). A lo largo de los años ochenta, Gordon y Hill volvieron a colaborar en Límite: 48 horas y Calles de fuego (film con estética de cómic que recupera el tema de la lucha de las bandas callejeras de Los amos de la noche), notorios ejemplos del proceso de hibridación que había experimentado el policíaco en aquel periodo. Después de una desconcertante etapa bajo contrato con la Carolco de Mario Kasar y Andrew Vajna (Traición sin límites, Danko: calor rojo, Johnny el guapo), Walter Hill ha proseguido su labor al frente de la revisión de las figuras legendarias del medio Oeste (Gerónimo, una leyenda y Wild Bill, título que hace referencia al apodo del pistolero que acabó con la vida del sheriff Wyatt Earp) y ha seguido cultivando el polícíaco con una especial inclinación por la acción merced a la presencia del carismático Bruce Willis en El último héroe. De esta forma, Walter Hill sigue siendo fiel a sus géneros predilectos, así como al compositor Ry Cooder (Forajidos de leyenda, El gran despilfarro, Cruce de caminos, Calles de fuego, Johnny el guapo, El último héroe), afamado guitarrista cuyo conocimiento del folklore norteamericano le ha permitido una larga asociación con el director californiano. |