Ampliar imagen
   
Martin Scorsese
     



 
  Fecha y lugar de nacimiento :
17 de noviembre de 1942, en Nueva York (Estados Unidos).
  Actividades previas :
estudia cursos medios en la Cardinal Hayes High School, en el Bronx; se matricula en la Universidad de Nueva York ante la imposibilidad de ingresar en la Universidad de Jesuitas de Foudham por su discreto expediente académico; abandona sus estudios de Literatura Inglesa para recibir lecciones de Historia del Cine impartidas por Haig Manoogian en la Universidad de Nueva York (NYU)(1961-1965); filma en 16 mm los cortometrajes What's a Nice Girl Like You Doing in a Place Like This? (1963), It's Just You Murray (1964) y The Big Shave (1967).
  Otras actividades :
guionista, productor, montador y actor.
  Premios :
Palma de Oro del Festival de Cannes a la Mejor Película por Taxi Driver (1976) y al Mejor Director por ¡Jo qué noche! (1985); León de Plata del Festival de Venecia al Mejor Director por Uno de los nuestros (1991); León de Oro Honorífico del Festival de Venecia (1995); Oscar al Mejor Director por por Infiltrados (2006); Nominado al Oscar al Mejor Director por Toro salvaje (1980), por La última tentación de Cristo (1988), por Uno de los nuestros (1990), por Gangs of New York (2002), por El aviador (2004) y por El lobo de Wall Street (2013).
  Otros datos :
casado y divorciado de Lorraine Marie Brennan (1965-1973)(hija: Catherine), de la escritora Julia Cameron (1975-1977)(hija: Dominica) y de la actriz Isabella Rossellini (1979-1980); casado y divorciado de la productora Barbara Da Fina (1985).
     
    Desde su infancia Martin Scorsese cultivó una desbordante pasión por el cine que se ha traducido en un amplio conocimiento de cadauno de los aspectos que intervienen en un film. Scorsese mantuvo en sus inicios un estrecho contacto con los realizadores del denominado Nuevo Cine Americano (Brian De Palma, Jerry Schatzberg, Francis Ford Coppola), evidenciando una manera de concebir sus primeros films desde una estética underground (Who's That Knoocking at My Door?, Street Scenes, El tren de Bertha). Malas calles marca el primer punto de inflexión en la carrera de Scorsese y abre la que sería una trilogía sobre los bajos fondos completada a lo largo de los años con Toro salvaje y Uno de los nuestros. Aunque Malas calles es un film imperfecto y desigual, el público y la crítica empezaron a tomar en consideración a Scorsese que, a excepción de Alicia ya no vive aquí una road movie coetánea con títulos como Carretera asfaltada en dos direcciones (1971) y Un botín de 500.000 dólares (1974) concebía sus trabajos de una forma muy personal. Taxi Driver y Toro salvaje le habían situado en un lugar de privilegio en el seno de la industria americana, destacando su habilidad en la descripción de ambientes degradados y personajes desequilibrados Jack La Mottaen Toro salvaje, el taxista Travis Bickle en Taxi Driver—, que tratan de vencer el sentimiento de soledad en el que parecen atrapados. Las decepciones también se sucedieron en el camino con El rey de la comedia --un intento estéril en mostrar la otra cara de la fama-- pero Martin Scorsese recobraría el carácter agresivo y visceral de sus primeras obras con Uno de los nuestros, en que la crítica se muestra unánime al valorar al italoamericano como un nuevo maestro. Quizás esta posición le permitió plantearse proyectos de una forma más ecléctica y empezar a crear su propia cadena de producción. En esta línea, Scorsese insiste nuevamente en recuperar material cinematográfico pretérito, como ya había hecho con El color del dinero continuación de El buscavidas (1961)y transformarlo a su propio universo dotado de un particular sentido cristiano de la culpabilidad en El cabo del miedo. El abanico genérico se amplia con la polémica cinta histórico-religiosa La última tentación de Cristo o la pulcra adaptación de la obra homónima de Edith Wharton La edad de la inocencia pero sin el concurso de los colaboradores de sus anteriores films, sobre todo, su íntimo amigo Robert De Niro y otro cinéfilo empedernido como el guionista Paul Schrader. Scorsese ha diseñado de forma involuntaria una filmografía cíclica en la que retoma antiguos temas como acontece en Casino, un film con numerosos puntos de contacto con Uno de los nuestros, ambas ubicadas en un periodo, los años sesenta, por el que siente especial devoción, en el que se sentaron las bases de una sociedad ultramoderna y tecnificada pero que no despierta sus simpatías. En esta constante búsqueda de tiempos pasados Martin Scorsese acarició el proyecto de llevar a cabo la vida del compositor Irving Berlin, y la del cantante y actor Dean Dino Martin. Pero finalmente se decantó por otro biopic, el referido al Dalai Lama en Kundun Las enormes dificultades suscitadas durante el rodaje por la prohibición de las autoridades chinas a prestar cualquier tipo de ayuda, se tradujo en una nueva ola de controversia en la fecha de su estreno, como ya había sucedido con La última tentación de Cristo. Mientras Scorsese se ha posicionado en el terreno de la producción (La chica del gángster, Desnudo en Nueva York, Los timadores), su obra ha sido objeto de un reconocimiento público del American Film Institute y de otras instituciones norteamericanas y europeas, en un momento de su vida en el que aún desprende vitalidad y entusiasmo, sobre todo con Leonardo Di Caprio «substituto» de Robert De Niro, encabezando los repartos de Infiltrados, Shutter Island o El lobo de Wall Street, entre otras.
   
     
   


 UNA MIRADA MUSICAL AL CINE DE SCORSESE 

Por Sergi Grau

Sólo la alargada sombra del prestigio labrado por las películas de Scorsese en los tiempos del advenimiento del New Hollywood (statu quo que el director, a diferencia de Francis Coppola, ha sabido mantener hasta la actualidad, incluso logrando un Oscar que muchos consideraron intempestivo, por la dirección de Infiltrados (2006)) eclipsa la personalidad de ese mismo cineasta cuando se vuelca en el territorio documentalista, donde nos ha legado diversos proyectos interesantes como historiador del cine (entre los cuales podríamos destacar el muy recomendable documental que también ha sido presentado en formato libro Martin Scorsese: A Personal Journey Through American Movies (1995)), pero donde ha brillado de forma especialmente refulgente al dejarnos constancia de su profunda pasión por la música contemporánea a través de piezas tan exquisitas como El último vals (1978), la producción de la serie The Blues (2003) —de la que además dirigió su emotivo primer episodio, Feel Like Going Home—, el concierto de los Rolling Stones rodado con cámaras de alta definición y estrenado en salas comerciales Shine a Light (2008), y, cómo no, los documentales que aquí nos ocupan, Bob Dylan: No Direction Home (2005) y George Harrison Living in a Material World (2011).
   Ese espectro de su empeño documental se relaciona con su vieja amistad con Robbie Robertson, y debe de hallar sus raíces, allende la vena melómana del cineasta, en su tarea como montador de Woodstock (1969) en los inicios de su carrera. En todas las obras citadas, sin excepción, y a veces estableciendo jugosos nexos con su cine de ficción, Scorsese se caracteriza por su sobrada ambición radiográfica, por la forma bien compleja, nunca complaciente, muy aguerrida, a veces mitómana, otras desmitificadora, de aristas líricas y envoltorio casi siempre genial con que da cauce a su indomeñable afán de análisis y divulgación de cuestiones relacionadas con el propio acervo cultural y social en una hoja de ruta que cabe extender a lo largo y ancho del siglo XX. De los dos filmes a reseñar, este afán historiográfico de la música contemporánea americana descolla especialmenScorsese departe amistosamente con Mick Jagger en un descanso del rodaje de "Shine a Light".te en el majestuoso documental que se centra en la introspección en los primeros años de carrera artística de Bob Dylan, quizá porque se trata de un artista mucho más imprescindible que el llamado «tercer Beatle», siempre que lo consideremos a título individual, como así sucede en Living in a Material World, que si en algo no pretende erigirse es en el (enésimo) ensayo audiovisual sobre los Fab Four. En cualquier caso, las dos películas tienen diversos puntos en común, elucubrados claramente a lo largo del dilatado metraje que comparten (ambas obras cercanas a las cuatro horas de duración) que se corresponde con un arco cronológico también amplio, y que debemos identificar especialmente en la llamativa ausencia de una voz over narrativa y en la titánica realización de montaje llevada a cabo por David Tedeschi, que en justicia debiera figurar como coautor de las dos obras. No obstante lo anterior, la personalidad, intenciones, licencias y sentidos que anidan en la mirada de Scorsese recomiendan abordar el análisis de cada título por separado.
 
De «profeta» a «maldito»
 
Lo primero que llama la atención de Bob Dylan No Direction Home es su vocación dramática, que deja patente su propio título —extraído del estribillo de la que probablemente es la canción más popular de Dylan, Like a Rolling Stone— relacionado con las primeras declaraciones del artista en la actualidad que emergen en pantalla: «la música es una continua búsqueda; desde el principio, siempre, estoy buscando el camino a casa», y que articula la propia arquitectura del documental como un colosal flash-back: No Direction Home empieza, transita y termina en los escenarios británicos, en la gira europea de 1965-1966, donde Dylan era abucheado por las plateas rebosantes de fanáticos de su ya abandonada condición de abanderado de la canción-protesta. Desde ese punto, erigido en leitmotiv (y sustento dramático) del documental, el filme va desgranando con precisión narrativa —y un profuso material de archivo combinado con entrevistas— los comienzos del cantautor, la historia de cómo y porqué Robert Zimmerman, aquel joven nacido en Duluth (Minnessotta), viajó a Nueva York e inició sus pinitos en el mundillo del Village, hasta que consiguió un contrato para la Columbia, para después componer diversas folk songs erigidas en himnos de su generación, y transitar hacia la electricidad y el blues para mayor desolación de las ingentes muniones de seguidores que lo alzaron, con veintipocos años, como una especie de profeta o demiurgo de esos tiempos cambiantes.
   Las líneas de esa exploración en la subjetividad de Dylan se acompasan, merced de una férrea estructura y diversos alardes de montaje, con una acerada radiografía del continente de esa historia: los turbulentos años sesenta (con testimonios a menudo apasionantes de gente como Pete Seeger o Joan Baez), el advenimiento de las canciones-protesta y otros movimientos culturales «de izquierdas» emergidos bajo la estela literaria beatnik (ahí tenemos a Allen Grinsberg), así como, en un segmento central bastante extenso, una lección de historia de la ciudad de Nueva York, centrada en la ebullición del Greenwich Village y el sinfín de actividades que allí se desarrollaban, caldo de cultivo de no pocos nombres ilustres de todas las artes. Son 205 minutos de una intensidad irreprochable, labrados por Scorsese con el único e infalible apoyo de la fuerza de las imágenes, auténtico sustento de las voces participantes en esa historia —la de Dylan entre otras—, que hacen innecesario, como antes apuntaba, el más común de los recursos del cine documental, la voz en off. Pero si decimos que la vocación de No Direction Home se revela dramática es porque el escrupuloso tamiz sociológico mostrado por las imágenes sirve a ese propósito divulgativo, pero ello no empece que el filme culmine, con la fuerza de un ciclón, con el retrato de la desazón, la angustia y los estigmas de aquel joven prodigioso que, al parecer de los tiempos y gentes que le acompañaron o siguieron, cometió el imperdonable error de hacer lo que le apetecía. Sutiles pero contundentes, las tesis de Scorsese abrazan lo abstracto con lo concreto: por un lado, los corsés que el éxito puede infundir al arte, y, por otro, en su vertiente concreta o histórica, el precio que pagó un gran artista por negarse a ser un adalid político. Secuencias como los extractos de las ruedas de prensa en las que un Dylan se diría que agonizante confiesa con ese porte inaccesible que quiere irse a casa; aquel instante en el que entona al piano acompañado de Johnny Cash una melodía triste, o aquel «let’s play fuckin’ loud» con el que responde a los insultos del respetable irrespetuoso en el concierto de Manchester son documentos ya de por sí muy valiosos, pero, pasados por el filtro del punto de vista que Scorsese incorpora, cobran un nuevo sentido, rezuman épica y melancolía, y cierran de un modo mudo y trágico —que a mí me recuerda al desenlace de Toro salvaje (1980)— esta memorable película, que nos ha colado, por entre los resortes de su importante lección de historia, una reflexión trágica sobre la distancia que existe entre el artista, su arte y el público.
 
Más allá de los Beatles
 
Si antes mencionaba que David Tedeschi debía figurar como coautor de las obras por la preeminencia que en ellas reclama el montaje (cuesta imaginar los centenares, o quizá millares, de horas de metraje que han sido analizados y seleccionados, amén de puestos en armonía, en esa mesa de montaje), existe un tercer autor, una tercera voz que, ineludiblemente, debe ser puesta en consideración. La del propio biografiado. Y no pretendo sentar verdades de Perogrullo; simplemente llamar la atención sobre una circunstancia considero que decisiva: Dylan participó en la confección de No Direction Home; George Harrison, por supuesto que no —pues falleció en 2001—, lo que no significa que Scorsese dispusiera de rienda suelta para darle forma narrativa e intencionada a su biografía según sus particulares desideratum, toda vez que la viuda del artista, Olivia Harrison —ampliamente entrevistada en las imágenes del documental, sobre todo en su segunda parte—, gestora del legado de Harrison, propietaria de los profusos documentos inéditos que aparecen en la película y, en lógica correlación, coproductora del filme, influyó en el resultado en imágenes. Y a juicio de este cronista, quizá de forma decisiva: Living in a Material World es una obra de interés más que sobrado (tanto para iniciados como para desconocedores del bagaje de Harrison, o incluso del de los Beatles —aunque, ¿existe alguien que desconozca el bagaje de los Beatles?—), una obra de compases a menudo arrebatadores, de momentos donde Scorsese despliega esa majestuosa gravedad lírica tan reconocible, pero está lejos de constituirse en la obra maestra que No Direction Home sin duda es, y uno no sabe si atribuirlo a los condicionantes del, digamos, control/censura que la viuda de Harrison pudo ejercer durante la realización de la obra, a la menor afición por parte del autor a la obra de este biografiado respecto del otro, o a razones intrínsecamente artísticas, a una labor menos pulida, menos certera, menos terminada.
   Pero de lo anterior tampoco es ajeno del todo otra consideración trascendente que distancia las naturalezas y sentidos de las dos obras: si No Direction Home cubría básicamente los primeros años de la carrera de Dylan (1961-1966), aquí se trata de ofrecer una completa biografía. Y ello sin duda que debe revertir en lo analítico. Al parecer de quien esto suscribe, Scorsese da lo mejor de sí cuando nos habla del Harrison artista en solitario, cuando incide en ese concepto (de ecos en la contracultura que ya, es cierto, hizo presencia en los últimos años y discos de los Beatles) que se opone a la materialidad que aparece en el título de la película, la vertiente espiritual, o si se prefiere mística, que Harrison exploró en su vida y en sus canciones auspiciado por su decisivo encuentro con Maharishi y la compañía de Ravi Shankar, gurús para su personalidad (alcanzando a lo formal de su creación musical) en los que se personifican las influencias rítmicas y espirituales hindús y del Hare Krishna. Es en estos pasajes, que ocupan casi toda la segunda (y más larga) parte de las dos en las que viene dividida la obra (así estrenada en la televisión por cable en los Estados Unidos, porque estamos hablando de un producto televisivo), donde el espectador puede navegar más allá de la nómina de anecdotario (por otra parte, a menudo jugosa, por ejemplo en los testimonios de Paul McCartney y Ringo Starr sobre las discusiones en los ensayos durante los años-Beatles, las explicaciones de Eric Clapton sobre los encuentros amorosos de Harrison con la por entonces novia del primero Pattie Boyd —que dio lugar a la pieza Layla— o las hilarantes crónicas de Terry Gilliam y Eric Idle sobre la labor del músico como productor improvisado de la película La vida de Brian), para adentrarse en ese territorio virgen del que en No Direction Home acababa aflorando lo dramático y elegíaco, aquí meros pero valiosos apuntes de la encrucijada artística y personal de un personaje que sin duda presenta serias, diría que frontales contradicciones con esa etiqueta de «tercer Beatle» por el que de forma inevitable será principalmente recordado. Quizá no sea mucho. Quizá Scorsese hubiera podido abundar más en ese terreno si hubiera podido ceñir más el arco cronológico de la biografía. Quizá no le dejaron, o no supo hallar una fórmula expresiva. Quizá tantas cosas.•
   
     
intérprete  : 2015    Hitchcock/Truffaut   [ Hitchcock/Truffaut ]
director y productor  : 2013    The Wolf of Wall Street   [ El lobo de Wall Street ]
intérprete  : 2012    Woody Allen: A documentary   [ Woody Allen: El documental ]
director y productor  : 2011    George Harrison: Living in a Material World   [ George Harrison: Living in a Material World ]
director y productor  : 2011    Hugo / The Invention of Hugo Cabret   [ La invención de Hugo ]
director y productor  : 2010    Shutter Island   [ Shutter Island ]
productor  : 2009    The young Victoria   [ La reina Victoria ]
director  : 2008    Shine a Light   [ Shine a Light ]
director y productor  : 2006    The Departed   [ Infiltrados ]
director y productor  : 2005    No Direction Home: Bob Dylan
director y productor  : 2004    The Aviator   [ El aviador ]
productor  : 2003    The Soul of a Man   [ The Soul of a Man ]
director  : 2002    Gangs of New York   [ Gangs of New York ]
productor  : 2000    Rain / Lluvia
productor  : 2000    You Can Count On Me   [ You Can Count On Me ]
director  : 1999    Bringing Out the Dead   [ Al límite ]
productor  : 1998    The HiLo Country   [ The HiLo Country ]
productor  : 1997    Kicked In The Head
director  : 1997    Kundun   [ Kundun ]
productor  : 1996    Grace of My Heart   [ Grace of My Heart ]
productor y intérprete  : 1995    Search and Destroy
director y guionista  : 1995    Casino   [ Casino ]
productor  : 1995    Clockers   [ Clockers (camellos) ]
productor  : 1994    Naked in New York   [ Desnudo en Nueva York ]
productor  : 1993    Mad Dog and Glory   [ La chica del gángster ]
director y guionista y intérprete  : 1993    The Age of Innocence   [ La edad de la inocencia ]
intérprete  : 1992    Guilty By Suspicion   [ Caza de brujas ]
director  : 1991    Cape Fear   [ El cabo del miedo ]
intérprete  : 1990    Dreams   [ Los sueños de Akira Kurosawa ]
productor  : 1990    The Grifters   [ Los timadores ]
director y guionista  : 1990    Goodfellas   [ Uno de los nuestros ]
director  : 1989    New York Stories   [ Historias de Nueva York ]
director  : 1988    The Last Temptation of Christ   [ La última tentación de Cristo ]
intérprete  : 1986    Round Midnight   [ Alrededor de la medianoche ]
director  : 1986    The Color of Money   [ El color del dinero ]
director y intérprete  : 1985    After Hours   [ ¡Jo, qué noche! ]
director y intérprete  : 1983    The King of Comedy   [ El rey de la comedia ]
intérprete  : 1980    The Cannonball Run   [ Los locos de Cannonball ]
director y intérprete  : 1980    Raging Bull   [ Toro salvaje ]
director  : 1978    The Last Waltz   [ El último vals ]
director  : 1977    New York, New York   [ New York, New York ]
director y intérprete  : 1976    Taxi Driver   [ Taxi Driver ]
director y intérprete  : 1974    Alice Doesn't Live Here Anymore   [ Alicia ya no vive aquí ]
director y guionista y intérprete y argumentista  : 1973    Mean Streets   [ Malas calles ]
director y intérprete  : 1972    Boxcar Bertha
montador y productor  : 1971    Medicine Ball Caravan
montador  : 1971    Minnie and Moskowitz   [ Así habla el amor ]
director-prod. y guionista y intérprete  : 1970    Street Scenes 1970
montador y ayudante de dirección y director de fotografía  : 1969    Woodstock   [ Woodstock ]
director y guionista y argumentista  : 1968    Who's That Knocking at My Door
   
     
Comprar en casadellibro.com
   
Subtítulo: Un infiltrado en Hollywood.
Editorial: Carena.
Autor: Tomás Fernández Valentí.
Fecha de publicación: marzo de 2008.
168 pp. 15,0 x 21,0 cm. Rústica. Incluye pliegue de fotos en b/n y bibliografía consultada.
 

COMENTARIO
(Por Joaquín Vallet Rodrigo): Dentro de la literatura cinematográfica ocurre un curioso fenómeno que se podría denominar como «exceso de información». Hay, en efecto, cineastas que año tras año copan los esfuerzos de críticos y estudiosos a la hora de analizar su filmografía o averiguar hasta el más mínimo resquicio de su existencia. Ello, si bien es siempre de agradecer, puede llegar a saturar tanto al aficionado de a pie que únicamente quiera averiguar algunos datos concretos de un cineasta como, incluso, al cinéfilo más sesudo que se encuentra con un cúmulo de datos, aportados por uno u otro libro, que al final acaban por saturar la visión especifica y determinada del director en cuestión. Martin Scorsese podría ser uno de los ejemplos más evidentes. El hecho de que se haya convertido en un cineasta referencial del cine contemporáneo y, sobretodo, el haber ganado (¡al fin!) el Oscar de Hollywood hace apenas año y medio por su película Infiltrados, ha hecho que la figura del cineasta sea, en efecto, de las más analizadas. Para bien o para mal. Y es, precisamente, en esta circunstancia donde se hace verdaderamente necesario un libro como el escrito por Tomás Fernández Valentí. Necesario, por no decir imprescindible.
     Un libro que, en sus ciento cincuenta hojas, combina, con pasmosa sencillez, un buen número de temas que, en otras manos, hubieran dado a luz una obra excesivamente voluminosa: por un lado, la exposición de la obra íntegra del cineasta, desde sus primeros cortometrajes hasta la realización del documental sobre los Rolling Stones Shine a Light; por otro, un tratamiento serio y directo de diversos pasajes de su vida privada, tanto los diversos matrimonios que el cineasta ha contraído como su peligrosa adicción a la cocaína que, a finales de los años setenta, lo llevó a estar al borde de la muerte. Pero el libro, además, es un reflejo sobre la época cinematográfica que envuelve la obra de Scorsese en sus diversas etapas, de la importancia de cada película en el contexto temporal en que se realiza. Asimismo, las múltiples facetas de la obra del cineasta se hallan perfectamente expuestas mediante el estudio, certero y diáfano, de cada una de las películas que componen su carrera y que, indefectiblemente, no se pueden escindir de su propia vida, marcando los cambios que en ella acontecen mediante la realización de los films.  Evidentemente, no es el mismo Scorsese el que realiza Boxcar Bertha que el de Taxi Driver, como tampoco lo es éste último del que confecciona una pieza tan personal como La última tentación de Cristo. La obra del director es tan rica y compleja como apasionante y posee piezas tan indiscutibles como Taxi Driver o Toro salvaje, como otras olvidadas o vilipendiadas y a las que hace falta reivindicar con prontitud como, por ejemplo, El rey de la comedia que, amén de ser una pieza cinematográfica de primera magnitud, se halla tan vinculada (o más) al espíritu de Scorsese como sus obras más célebres o aclamadas. Y son estos detalles los que Fernández Valentí trata con enorme conocimiento y, sobre todo, con excepcional capacidad de síntesis.
     Es éste punto, sin ningún género de dudas, el más destacable de Martin Scorsese. Un infiltrado en Hollywood, la facultad de saber condensar en un pequeño número de páginas un poderoso conjunto de datos biográficos, así como el análisis fílmico de cada producción sin que se eche en falta absolutamente nada. Ni muchísimo menos, apareciendo como un estudio superficial. Más bien al contrario, la seriedad con la que está construído y la minuciosidad con la que se va aportando la información, están perfectamente fusionadas con la soltura con la que se combina el punto de vista del autor (que puede ser en algunos aspectos discutible como todo prisma subjetivo, pero maravillosamente expuesto y defendido), terminando por conformar un libro que va más allá de su apariencia, convirtiéndose en una guía perfecta para esclarecer diversos puntos sobre la vida y obra de Scorsese. De igual manera, su lectura resulta una de las más amenas y entretenidas de los libros de su género de los últimos años.
Editorial: Blume. 
Autor: Tom Shone.
Fecha
de publicación: octubre de 2014.
288 pp. 25,0 x 29,0 cm. tapa dura
con sobrecubierta.
Incluye fotografías en blanco y negro, y color.
filmografía y bibliografía.

COMENTARIO (Por Sergi Grau): Exuberante. Expresionista. Obsesivo. Cinéfilo. Cuatro epítetos significativos, aunque no por ello suficientes, de los innumerables que han servido para definir a Martin Scorsese a lo largo de las cerca de cinco décadas que lleva en activo y en el recorrido que va desde Who’s that Knocking at My Door? (1968) hasta El lobo de Wall Street (2013), recorrido que le acredita como uno de los grandes cineastas en activo, norteamericanos o no. El maestro neoyorquino ha merecido por ello infinidad de estudios y monográficos dedicados a su obra, merecida y bien surtida nómina en la que además identificamos la labor (y por tanto el interés) de muchos de los nombres más significados de la cantera analítica norteamericana contemporánea —los Roger Ebert, Manny Farber, Pauline Kael, Richard Schickel…—, quienes han aportado sus impresiones y juicios a una labor sobre la que el propio Scorsese nunca se ha mostrado opaco, pues por propia predisposición cinéfila nunca se ha mostrado, bien al contrario, reacio a hablar de sus películas —en España está editado por ejemplo el volumen Martin Scorsese por Martin Scorsese (David Thompson e Ian Christie, editores; Alba Editorial, Trayectos, Barcelona, 1999)—, por mucho que de las mismas hable siempre con un fervor incomparable al que conjuga para defender a sus referentes, como atestiguan un puñado de siempre apasionados y apasionantes documentales consagrados a lo general o a lo particular de la Historia del Cine, el más conocido de ellos probablemente Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano (A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies), 1995.
   Dado el interés que Scorsese ha suscitado —ya desde su primer y refulgente tramo filmográfico— en el mercado editorial sobre lo cinematográfico, resultaría cansino y probablemente innecesario citar aquí los muchos volúmenes o artículos publicados en España que en torno a la figura, personalidad y obra del director existen. Sí más relevante en estas líneas referir qué valores añadidos puede aportar el lujoso volumen que nos ocupa, Martin Scorsese: Una Retrospectiva, del prestigioso crítico Tom Shone, que la editorial Blume se ha apresurado a sacar a la luz en nuestro idioma tras su publicación original este mismo 2014 en el mercado anglosajón, engrosando una colección que con idéntico epígrafe (“Una Martin Scorsese hace una serie de indicaciones a Robert De Niro durante el rodaje de "Taxi Driver".retrospectiva”), ya se ha consagrado a otros relevantes directores, como Clint Eastwood o Steven Spielberg. Y, digámoslo de entrada, esta espléndida edición nace con la intención principal de hacer las delicias del convencido, del scorsesiano de pro, del amante del cine del autor de Toro Salvaje (1980). Pero a diferencia de otros volúmenes de su mismo formato, calidad de edición y precio, el libro que nos ocupa no seduce únicamente por su tan esmerada presentación y por la infinidad de fotografías poco conocidas o inéditas que incorpora a lo largo de sus cerca de trescientas páginas (algo que no menciono con condescendencia, pues es un auténtico placer detenerse en la “lectura de esas imágenes” en las grandes dimensiones que permite el volumen (25x29 cms), imágenes escogidas con sentido para ilustrar la trayectoria del cineasta, pero también con mimo estético, a menudo priorizando la belleza plástica y lumínica), sino también por la atenta labor de investigación que se esconde tras la radiografía bio-filmográfica de Shone, una labor bien sincretizada y que se enriquece con aportaciones analíticas que, si bien marcadas por lo encomiástico, revelan una claridad de ideas y capacidad expositiva que corren a la par de la indudable pasión que al escritor le despierta el cine de Scorsese.
   Siguiendo una estructura que avanza escrupulosamente película a película (y que se complementa con un primer epígrafe dedicado a los antecedentes biográficos del cineasta más un último que, quizá de forma demasiado acelerada —y es probablemente el único pero que se le puede poner a la obra—, se centra específicamente en la labor como documentalista de Scorsese), Shone fija las reglas de su propio repertorio a partir de una simetría tanto en las fórmulas de presentación (cuestiones formales, como por ejemplo la elección de unas determinadas fotos o el desglose de diversas citas del cineasta que las acompañan, siempre en su contexto concreto, invitando con ellas al lector a reflexionar más allá de lo que el propio escritor expone) como en la técnica descriptiva-analítica, que se balancea entre la glosa expositiva al bagaje biográfico (cómo, cuándo y en qué condiciones vio la luz cada una de las obras) y la inclusión de breves pero esmeradas aportaciones subjetivas sobre el valor artístico de cada uno de esos trabajos reseñados, que, insisto, son todos sus largometrajes hasta El lobo de Wall Street.
Como decía, es un auténtico placer para el admirador del cine de Scorsese recorrer las páginas, palabras e imágenes del volumen y progresar en la meditación sobre su trayectoria recapitulando muchas informaciones y anécdotas que Shone tiene la delicadeza y el talento de exponer con una cohesión intachable, de modo tal que ese progresar en la lectura y en la filmografía de Scorsese no resulta ni una mera acumulación de datos objetivos ni una mera concatenación de juicios estéticos o artísticos (del propio escritor o de los analistas a quienes cita), sino que ambas cosas se engarzan sabiamente tomando como hilo conductor la descripción de lo anímico, las sensaciones subjetivas del realizador que acompañaron cada proceso creativo, sus coyunturas vitales y los términos de su aprendizaje en el seno de la industria. Ese hilo invisible que cohesiona la obra nos invita a comprender más, mejor, la idiosincrásica fílmica de cada obra, las razones por las que el cineasta tomo unas u otras direcciones constantes su carrera, los encuentros y desencuentros profesionales, las victorias y los sinsabores. El mosaico se va condensando y completando armónicamente a través de las vivificantes páginas del libro reseñado, y aunque quien esto suscribe no puede tener la certeza de que este razonamiento sea cierto (por conocer en profundidad la obra de Scorsese antes de haber leído el libro), da la sensación de que, si es muy disfrutable para los seguidores del director, también puede servir de puerta de acceso para los neófitos, quizá los lectores de nuevas generaciones que conozcan al autor sólo por sus títulos más iconográficos y que, adentrándose en la espiritualidad creativa del artista que vive en estas páginas, puede hallar razones y motivaciones para buscar y visionar con atención cada una de esas piezas que han ido conformando ese simpar haber filmográfico.
   Además, semejante perspectiva analítica, en su propia y coherente inercia, cosecha clarividentes revelaciones que sirven para mostrar lo peregrinas que resultan diversas aseveraciones que a menudo y a la ligera se han hecho sobre su cine. Por ejemplo, al hablar de Alicia ya no vive aquí (1974), Shone menciona que a Scorsese, quien con aquella película filmaba su primera obra de estudio de gran presupuesto, «le entusiasmaba la idea de unirse a directores como Howard Hawks y Nicholas Ray y de trabajar dentro del sistema para hacer películas que llevaran su sello», aseveración que, mucho más allá del contexto del filme protagonizado por Ellen Burstyn, nos invita a comprender las razones e intenciones que anidan en los proyectos que el realizador ha asumido dentro de los márgenes de los grandes estudios en su última franja filmográfica, especialmente desde El aviador (2004), intenciones y elecciones que no pocos entusiastas de su cine de los años setenta (y principalmente de sus asociaciones creativas con Paul Schrader) han visto como una renuncia del director o sumisión al diktaMartin Scorsese y Leonardo Di Caprio (asiduo en los repartos de sus ultimas peliculas) durante el rodaje de "Infiltrados".t de esas majors, argumento falaz que de suyo le niega las singulares apropiaciones creativas que destila la puesta en imágenes de cualesquiera de esas películas, pero especialmente la devoción del realizador por el cine de Hollywood, devoción cinéfila que le separa irremisiblemente a nivel de intenciones de otros realizadores de su quinta con quienes a menudo se le ha comparado, como Coppola o Brian De Palma, por mucho que en el bullir anímico y creativo del firmante de La última tentación de Cristo (1988) se agiten con arrebato fórmulas de esa caligrafía clásica con otras de la cosecha intuitiva de la modernidad fílmica de la que por razones generacionales Scorsese es hijo.
   Es imposible quedarse con una sola de las muchas hermosas citas que el volumen recoge de Scorsese, pero anoto ésta a título de ejemplo y recapitulación: «Cuando oigo a la gente decir que establece una clara distinción entre el cine y la vida, pienso que no es más que una forma de eludir la fuerza del cine. Claro que no es igual que la vida es su innovación, es un diálogo continuo con la vida». Es una definición válida, creo, para su completa filmografía, para su tan valiosa aportación al Séptimo Arte. No se trata, como algunos predican, de que Scorsese ame más el cine que la vida. Más bien, y es muy distinto, ama la vida a través del cine.•