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Habituada a los platós cinematográficos desde su infancia por mor a la profesión escogida por sus padres —Jon Voight y Marcheline Bertrand—, Angelina Jolie evidenció desde su debut en la gran pantalla su deseo por seguir una trayectoria propia sin el manto protector de sus progenitores. De ahí que la actriz californiana adoptara el nombre artístico de Angelina Jolie —vocablo extraído del francés, que significa «joya»— y se presentara a algunos castings prescindiendo del hecho de ser reconocida como la hija de Jon Voight. Una decisión que, a medio plazo, ha resultado beneficiosa para Angelina Jolie, capaz de haber visto reconocido su talento interpretativo tanto en el ámbito televisivo (Gia, un biopic en torno a la trágica vida de la primer top model Gia Carangi, por el que recibió un Globo de Oro, idéntico galardón que mereció su composición de la primogénita del senador George Wallace en una producción homónima dirigida por John Frankenheimer) como en el cinematográfico (Oscar por su papel de desequilibrada mental en Inocencia interrumpida). Desde que iniciara su tránsito hacia el cine al cumplir la mayoría de edad Angelina Jolie ha participado en una serie de películas que se inscriben dentro de una voluntad por dotar de nuevos contenidos a las historias, en relación a los cambios tecnológicos suscitados en la sociedad moderna —la robótica en Cyborg 2, o la informática aplicada en Hackers, piratas informáticos, producción rodada en los albores de la era de internet—, hasta el punto de servir de molde cinematográfico para una de la primeras «heroínas» de los vídeojuegos, Lara Croft. Una figura virtual más acorde con un estereotipo masculino, a imagen y semejanza de «héroes» representados en la pantalla por Sylvester Stallone (Rambo) o por Dolph Lundgren (Soldado universal), que Angelina Jolie parece dispuesta a seguir dando vida, al tiempo que trata de preservar una imagen de mujer de talante independiente con una estética en plena sintonía con las modas actuales —labios prominentes y multitud de tatuajes recorren su estilizado cuerpo, algunos como recuerdo de antiguas relaciones sentimentales con compañeros de reparto (Timothy Hutton en Jugando con fuego y Billy Bob Thornton en Fuera de control)—. Rasgos volubles de un físico que la había llevado a forjarse un nombre en el mundo de la moda, al que hace referencia tanto la película para televisión Gia (1998) como una de sus composiciones cinematográficas, la de la agente del FBI Amelia Donaughy en El coleccionista de huesos, otra vuelta de tuerca sobre los «asesinos en serie», inscrita en el ámbito del thriller. Un género en el que Angelina Jolie parece haberse asentado con el paso del tiempo —a los títulos citados cabe añadir los de Without Evidence, 60 segundos, Wanted y Salt— sin descuidar otros registros en el campo de la comedia con trasfondo dramático (Siete días y una vida, adecuándose a una imagen próxima a la de Marilyn Monroe) y el drama con elementos de intriga —El intercambio y Pecado original, un fallido remake de La sirena del Mississippi (1967)— que se formulan como la táctica más adecuada de la hija del asimismo oscarizado intérprete de El regreso para perdurar en el negocio cinematográficos, evitando con ello que le etiqueten en un determinado tipo de personajes. |