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Natural de Inglaterra, aunque gran parte de su carrera artística y de su vida privada las ha desarrollado en los Estados Unidos, Jean Simmons ha creado personajes de imborrable recuerdo para el espectador, en una relación de títulos de primer nivel. Quizás, también sea una de las contadas actrices infantiles que ha sabido solventar el tránsito hacia la madurez sin abandonar un rostro y una mirada angelical que la ha ido acompañando a lo largo de su dilatada carrera. Antes de que formalizara su contrato trianual con la RKO Radio Pictures, Jean Simmons ya era considerada una estrella de proyección internacional —premio en el festival de Venecia y nominación al Oscar a la mejor actriz secundaria por Hamlet, como Ophelia, en su primer papel de verdadera exigencia. En su etapa inglesa ya había esbozado caracteres ambiguos, entre la maldad y la ternura, como acontece en el episodio Sanatorium de El torbellino de la vida, a partir de una obra de Somerset Maugham y que años más tarde serviría de base para la confección de los papeles de Diane Tremayne en Angel Face y de la hermana Sharon Falconer en El fuego y la palabra. Entre ambos films, Jean Simmons trazó una trayectoria con la Twentieth Century-Fox ligada a personajes bíblicos o mitológicos (La túnica sagrada, Sinuhé el egipcio, Desirée, Espartaco), que enaltecieron su frágil y sensible figura, en un período que estuvo casada con Stewart Granger. Su segundo matrimonio con el director y guionista Richard Brooks tuvo un punto de partida común con El fuego y la palabra, una memorable composición de la hermana Falconer, que construye su imperio personal gracias a la ayuda prestada por sus feligreses evangelistas. La unión entre Brooks y Simmons propició un segundo episodio fílmico con Con los ojos cerrados, film que nace de una crisis conyugal que vivía por aquel entonces la pareja, y que tuvo su cierre definitivo a finales de los setenta. Una fecha en la que asimismo Jean Simmons decidió abandonar la práctica cinematográfica y se refugió en el alcoholismo a lo largo de los años ochenta aunque, como en el caso del que fuera su segundo esposo, Richard Brooks, tras el rodaje de Buscando al Sr. Goodbar (1977), retornó a la gran pantalla de una forma fugaz y estéril en producciones de escaso fuste o en producciones corales (Donde reside el amor). |