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Desde una perspectiva meramente cinéfila o de buen aficionado al cine clásico norteamericano, se ha tenido la convicción de que George Raft fue el antecedente directo de Humphrey Bogart en su recurrente composición de gángster o cappo de los bajos fondos. Pero en realidad sus partidas de nacimiento diferían en poco más de tres años, así como su ingreso en la industria cinematográfica en los albores del periodo mudo. Asimismo, el ciclo profesional de ambos sería coincidente, aunque en el caso de Bogart se debió a la inminencia de su fallecimiento por mor de un cáncer de garganta. Por su parte, Raft conocería su vitual muerte cinematográfica cuando Bogart ofrecía su última interpretación en la gran pantalla, Más dura será la caída (1956). Un recorrido, pues, de unos veinticinco años que, en el caso de George Raft se consagraron fundamentalmente a la serie negra, y más concretamente al film de género auspiciado por la Warner Bros. El prestigio adquirido por Raft durante los años treinta se cimentó en tres composiciones de gángsters para sendas producciones de esta major, pero que tenían un trasfondo de denuncia distinto: Guino Rinaldo en Scarface, el terror del hampa --fidedigna recreación de las prácticas mafiosas llevadas a cabo durante los años de la Depresión--; Beaumont en La llave de cristal --primera versión sonora de la obra homónima de Dashiell Hammett en el más puro estilo de la crónica policíaca con ribetes de denuncia de corrupción social--, y Hood Stacey en Each Dawn I Die --inserta dentro del subgénero carcelario, cuya corrupción interna apuntaba hacia las instituciones gubernamentales. Pero el paso del tiempo determinaría que estos pilares interpretativos no serían suficientemente sólidos para enfrentarse a nuevos retos. Los motivos cabría encontrarlos en la escasa perspicacia de George Raft a la hora de rechazar proyectos tales como Dead End (1937), El halcón maltés (1941) o El último refugio (1947), que pasarían a ser protagonizados por su eterno rival en la Warner., Humphrey Bogart. Pero también hubo un factor determinante para que George Raft se viera relegado de las producciones de mayor fuste de la época en el terreno del género noir: la figura del gángster iba perdiendo peso de forma paulatina en beneficio de un nuevo orden jerárquico establecido después de la Segunda Guerra Mundial con el advenimiento de los denominados sindicatos del crimen. En buena lid, el estereotipo gangsteril de George Raft --un porte elegante, una mirada aviesa y una máscara de rasgos suaves que escondía su verdadera condición de tough guy-- se iría difuminando en una amalgama de personalidades del mundo del hampa --que incriminaba a las esferas del periodismo, de la judicatura, de la política y de las finanzas-- entre los que Humphrey Bogart supo adecuarse. Sus únicos films en común, Invisible Stripes y Pasión ciega, ya denotaban el creciente protagonismo que asumía Humphrey Bogart en detrimento de Raft, quien contemplaba con impotencia su progresivo descenso de popularidad al exhibir sus limitados recursos interpretativos en una sucesión de títulos sin relieve dentro del género --Capitán Ángel, Johnny Allegro, Loan Shark, Red Light-- que culminaría con su participación con El regreso del gángster. Una sui generis traducción al castellano del original A Bullet for Joey, que en cualquier caso no tuvo la lectura de redención de la figura de George Raft, al que algunos ingenuos distribuidores hispanos trataron de vislumbrar. Sus apariciones en films como Con faldas y a lo loco --asumiendo su sempiterno rol de gángster en las escenas preliminares, las de la recreación de la «Matanza del día de San Valentín», narradas en clave de (auto)parodia como Casino Royale o Sam Marlowe, Private Eye-- y Sexteto --junto a Mae West, la que había sido su partenaire en varias de sus películas de la década de los treinta-- no resultaban más que puntuales encuentros con un medio que le había elevado a los altares de estrella de la Warner., major con la que consensuaría un curriculum vitae sustancialmente modificado de la realidad para poner sobreaviso al espectador de que las interpretaciones de George Raft fueron extraídas de su conocimiento de primera mano de los círculos mafiosos, desde sus años de adolescencia en Hell's Kitchen hasta la amistad que mantuvo con personajes como Bugsy Siegel. Al igual que este famoso gángster asesinado junto a su amante Virginia Hill a finales de los cuarenta, George Raft sería objeto de un biopic en The George Raft Story (1961), en un periodo especialmente prolífico en ofrecer retratos de personalidades del mundo del celuloide --Jeanne Eagels, Lon Chaney Jr (El hombre las mil caras)-- en los que es difícil fijar la línea que separa la vida de la profesión, la realidad de la ficción. |