Fallecido el pasado 6 de enero en su residencia angelina, según fuentes de la familia, por causas naturales, Peter Bogdanovich (1939-2022) pasará a los anales por ser uno de los mayores divulgadores y conocedores de la Historia del Cine de los Estados Unidos. Crítico antes que cineasta (escribió en la prestigiosa revista Esquire), debutó como director de largometrajes a los veintiocho años con Un héroe anda suelto (1967), primera propuesta de un total de casi una veintena de películas que llegó a rodar a lo largo de cerca de cuarenta años. En cinearchivo.net rendimos nuestro particular homenaje a Peter Bogdanovich con la publicación de un dossier presto analizar cada uno de sus largometrajes. A mediados de febrero publicaremos la primera entrega de este especial que incluye el análisis de algunos de sus títulos capitales, como La última película (1971), ¿Qué me pasa, doctor? (1972) y Luna de papel (1973).
Anunciado prematuramente como el relevo generacional de los grandes cineastas clásicos de Hollywood, Peter Bogdanovich deviene en la actualidad un anacronismo dentro del sistema de producción norteamericano. Sus contínuas referencias a una concepción clásica del séptimo arte ya no son los modelos por los cuales se rige el cine contemporáneo. Estas referencias nacen en Bogdanovich a partir de su etapa adolescente, como devorador de cine, cuya pasión encauzó a través de las páginas de las revistas especializadas Movie, Esquire, Film Culture, etc. Años después, Bogdanovich entendió que la mejor forma de aprender cine era, precisamente, asistiendo a los rodajes, en calidad de observador, de sus admirados John Ford y Howard Hawks, a los que dedicaría sendos homenajes, Directed by John Ford (1971) y The Great Professional (1967), para la televisión. Asimismo, Bogdanovich se dedicó a escribir libros basados en las entrevistas que sostuvo con John Ford, Fritz Lang y Allan Dwan, obras que tienen un profundo valor histórico, ya que se trata de las pocas entrevistas extensas y analíticas publicadas con estos directores ya desaparecidos. El aprendizaje de Bogdanovich se completó con su paso por la New World de Corman. En primer lugar, concibió diversas secuencias de Planet Bug (1962) y Voyage to the Planet of the Prehistoric Women (1962), y trabajó como asistente de Corman en Los ángeles del infierno (1966). El héroe anda suelto supuso la ópera prima de Bogdanovich. El director de origen centroeuropeo se inspiró en la noticia de la matanza provocada por un francotirador en Texas para construir un pequeño estudio sobre la naturaleza del terror. Roger Corman le había proporcionado a Boris Karloff como protagonista, en la que sería una de sus últimas apariciones en la gran pantalla. Bogdanovich tan solo disponía de cinco días de rodaje con el mítico actor, y por este motivo recurrió a incorporar un metraje que él había rodado en El terror (1962), donde aparecía Boris Karloff. La habitual premura de tiempo de rodaje —veinticinco días— y el ínfimo coste de la operación —ciento treinta mil dólare
s— fueron suficientes para que la Paramount aceptara distribuir El héroe anda suelto, pero a punto estuvo de frustrarse su estreno ante la coincidencia con el asesinato del senador Robert F. Kennedy, para un film que no favorecía en nada a aplacar el clima de histeria que vivía los Estados Unidos en aquellos tiempos. Asimismo, el tono nostálgico y a la vez desesperanzado sobre el cine de géneros de la edad dorada de Hollywood preside también sus primeros films que abogan por un retrato del fin de una época. La última película sirve como declaración de principios del aprecio de Bogdanovich a una percepción de la vida a través del cine —las últimas sesiones que dan nombre al film, donde se proyecta Río rojo (1948) de Howard Hawks, el mismo director que filmó Código penal (1931), homenajeado en El héroe anda suelto—. Este apego a la cinefília tendría continuidad en el acercamiento a la comedia clásica —¿Qué me pasa, doctor?, At Long Last Love y Todos rieron—, la comedia dramática de raigambre social --Luna de papel, que hereda la naturalidad de John Ford en la descripción de unos personajes en plena Depresión Americana, donde la picaresca no es más que una forma de sobrevivir-- y la recreación histórica —Nikelodeón. Así empezó Hollywood, un proyecto, en tiempos, del agrado de Orson Welles, con quien coincide en el desenlace de una carrera marcada por la lucha constante con los productores—. Después de dirigir Una señorita rebelde, adaptación de una novela de Henry James, Bogdanovich evidenció una ruptura con el cine americano imperante. Tras el fracaso de Una señorita rebelde, de At Long Last Love y, en menor medida, de Nikelodeón. Así empezó Hollywood —su tercera colaboración con Ryan O'Neal—, Bogdanovich retornó a los dominios de Roger Corman con Saint Jack, un viaje al mundo de la prostitución y la drogadicción en Singapur a través de la experiencia de un maduro negociante de origen italiano. Su siguiente film, Todos rieron, significó el principio del fin de Bogdanovich. La muerte de Dorothy Stratton a manos de su ex marido, quien aparece en
un breve papel en Todos rieron, acabó por sumir al director neoyorquino en un drama personal y profesional, ya que estuvo sentimentalmente unido a la modelo y actriz americana asesinada. El incumplimiento contractual de Martin Starger, productor de la Universal, que eliminó varios minutos del metraje, en teoría, definitivo, y substituyó parte de la banda sonora de Máscara, una nueva parábola sobre el mito de Prometeo adaptado al marco actual —en concreto, una comunidad de los llamados ángeles del infierno—, alejó aún más a Bogdanovich de la actividad cinematográfica. Años más tarde, su retorno volvía a coincidir con una búsqueda de sus orígenes —Texasville, una continuación de La última película, retomando a los jóvenes personajes del original veinte años después, y Esa cosa llamada amor, en un mismo registro nostálgico, y que adquirió carácter de título de culto a raíz de la muerte de su protagonista River Phoenix una vez finalizado el rodaje— y una nueva muestra de su inadaptabilidad a las convenciones genéricas actuales con una comedia de procedencia teatral, Noises off. A lo largo de los años setenta fallecieron Howard Hawks, Fritz Lang y John Ford, y con ellos, el espíritu de un cine que Bogdanovich ha querido recuperar sin lograrlo.
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